Sobre el PC

Sobre el PC

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Interesante el intercambio entre David Gallagher y Lucía Santa Cruz sobre el PC. Intentaré terciar en el debate.

El PC se organiza en el siglo veinte en torno a una idea central expuesta por Lenin: los trabajadores tienen por sí mismos una conciencia sindicalista, la conciencia socialista tiene que serles inculcada desde fuera. Esa es la labor del PC, la vanguardia organizada del pueblo.

¿Quién tiene el poder en los países comunistas, se preguntaba Radomiro Tomic, el proletariado o el secretariado? Sin duda que este último.

Lenin es hijo de la Ilustración, el bolchevismo es hijo del jacobinismo, es la idea de una revolución social seguida de una dictadura desde arriba.

Lenin le puso ruedas al chasís del marxismo, a comienzos del siglo XX, cuando las premisas de este sobre el desarrollo del capitalismo se veían sistemáticamente negadas por la realidad.

Como sabemos, Marx pensaba que la revolución iba a aparecer en los países avanzados como Alemania, Francia o Inglaterra, producto de la maduración de sus contradicciones internas. La democracia burguesa sería reemplazada por la democracia proletaria y la dictadura de la burguesía (minoría) por la dictadura del proletariado (mayoría).

Marx se equivocó en toda la línea y es ahí donde aparece Lenin. Su teoría del Estado y la revolución permite que un país atrasado, como Rusia, en la periferia del capitalismo avanzado, fuera el portaestandarte de la revolución socialista en el siglo XX.

El PC chileno (1922), que tiene su origen en el Partido Obrero Socialista (1912), es tributario de todo aquello, pero tiene la impronta de las luchas de la clase obrera, bajo el liderazgo de Luis Emilio Recabarren.

El PC fue fiel a la Internacional Comunista y a la Unión Soviética en toda la línea. De hecho, la creación del Frente Popular fue la expresión directa de las resoluciones del VII Congreso de la Internacional Comunista (1935), mientras que la participación en la Unidad Popular fue consistente con las tesis del XX Congreso del PCUS (1956) sobre las vías nacionales o pacíficas.

Todo eso es cierto, pero no lo es menos que, desde su fundación, y hasta el día de hoy, el PC se ha insertado plenamente en la lucha político-electoral al interior de una democracia representativa. Puede decirse que su práctica política ha entrado en abierta contradicción con sus postulados ideológicos, hasta el punto de que Ernesto Ottone ha dicho que el PC ha sido un partido “bipolar” (ver Ernesto Ottone e Ignacio Walker, “Cambio sin ruptura”, 2022, p. 134).

Sostengo que el PC de Chile, desde Luis Emilio Recabarren hasta Guillermo Teillier, ha tenido una trayectoria respetable. Frente a esa realidad indesmentible, el argumento del anticomunismo ha resultado perfectamente estéril. Ya lo decía Frei Montalva en los años cuarenta: “hay una sola cosa peor que el comunismo, y es el anticomunismo” (que lo diga nuestra historia más reciente, bajo una dictadura que se definió como cruzada anticomunista y que, esa sí, practicó la violencia como nunca antes en la historia de Chile y violó sistemáticamente los derechos humanos).

Al PC se le combate en el plano de las ideas. Fue esa la razón por la cual la Falange Nacional y líderes conservadores socialcristianos se opusieron en 1948 a la dictación de la Ley de Defensa de la Democracia. Ad portas de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, tal vez sea propicia la ocasión para fortalecer, y no debilitar, nuestra frágil democracia. Eso se hace sobre la base de la inclusión y no de la exclusión de las ideas y los partidos que objetivamente han contribuido a través de nuestra historia —no la de la ex Unión Soviética, ni la de Cuba o Corea del Norte— al asentamiento de una democracia pluralista y representativa. (El Mercurio)

Ignacio Walker