En su breve carta, Agustín Squella nos presenta un argumento débil y peligroso. El que la Constitución de 1980 sea ilegítima —y claro que lo es— no justifica que sea reemplazada por otra Constitución ilegítima (el que una sea más o menos ilegítima que la otra es completamente irrelevante).
Los numerosos admiradores del mítico hincha del Wanderers —entre los que siempre me he contado— esperamos mayor rigor discursivo del filósofo porteño.
Todos los demócratas debemos bregar por que los ciudadanos puedan ejercer su derecho a voto sin temor y con tranquilidad. (El Mercurio Cartas)
Sebastián Edwards



