Regalo para opinólogos

Regalo para opinólogos

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En este día de Navidad, a nuestros políticos y a nuestros opinólogos les estoy dejando de regalo, al pie de su arbolito, estas palabras del “kenkitsatatsirira” de los machiguengas, el “hablador” de la estupenda novela de Mario Vargas Llosa: “Lo importante es no impacientarse y dejar que lo que tiene que ocurrir ocurra… Si el hombre vive tranquilo, sin impacientarse, tiene tiempo de reflexionar y recordar… así encontrará su destino, tal vez. Vivirá contento, quizás. Lo aprendido no se le olvidará. Si se impacienta, adelantándose al tiempo, el mundo se enturbia, parece. Y el alma cae en una telaraña de barro. Eso es la confusión. Lo peor, dicen.”

Nuestros políticos han vivido sumidos en la confusión desde hace ya algunos años, específicamente desde que los sorprendió el “estallido social”. Desde entonces y por un período demasiado largo si pensamos en el bienestar del país, tomaron decisiones propias de ese mundo “turbio” en que vivían, tales como la desaparición de los fondos de pensiones acumulados por los trabajadores gracias a “retiros” aplaudidos por “la calle” o como la reforma que permitió la elección de una Convención Constitucional de opereta.

Afortunadamente existen indicios de que ese período de confusión fue superado y el Acuerdo por Chile parece ser la mejor expresión de ello. Pero a quienes ahora se les ha “enturbiado” el mundo es a quienes deberían estar contentos con la cordura recién alcanzada. A quienes el alma parece habérseles enredado en una “telaraña de barro” es a políticos de oposición y a opinólogos varios, que han cubierto con alarmantes opiniones los medios de comunicación durante la semana recién pasada.

Algunas de esas opiniones mencionaron las críticas del extremismo de derecha (Republicanos), del extremismo populista (Partido de la Gente) y aún del extremismo enfermo de extremismo de cierta diputada amiga de declaraciones escatológicas; está bien que se opine acerca de ellos y ella pues esos sectores y personas concurren al escenario político con los mismos derechos a hacerse oír que los demás, pero sus opiniones carecen de novedad: ellos y ella ya se habían restado de todo acuerdo, ya se habían declarado y posicionado fuera del campo del diálogo democrático.

Lo verdaderamente novedoso y poco explicable de los comentarios alarmantes leídos y escuchados durante la semana pasada, es el descontento porque desde el oficialismo, y particularmente desde el Partido Comunista, se han dejado oír voces que declararon que aspiraban a otra cosa o a mucho más del Acuerdo, pero que eso fue todo lo que pudieron obtener. Se conduelen así los opinólogos de algo que debiera alegrarlos porque, por primera vez en Chile, una opinión como esa se explicita.

Lo que se ha explicitado es algo que cualquier negociador sabe: que toda negociación que en Chile y en el mundo ha habido y seguirá habiendo, dejará a las partes sin haber obtenido el ciento por ciento de lo que aspiraban, pero conformes con lo que obtuvieron. Esta vez el presidente Boric y su gente, sobre todo el Presidente que es el líder natural del oficialismo ha hecho explícito ese hecho; lo han expuesto, qué duda cabe, para ofrecer una explicación a sus seguidores que seguramente esperaban otra cosa, pero al hacerlo se han comprometido también con el país: han reiterado su compromiso con un acuerdo que no les gusta del todo, como no puede haber satisfecho del todo a ninguno de los que participó de él.

Lo que ha ocurrido y que, si no hubiese todavía confusión, todos debiéramos aplaudir, es que se está instaurando la transparencia en nuestra política. Antes aquello que uno de quienes han opinado ha descrito como estar “a regañadientes con el Acuerdo”, habría quedado tras las bambalinas del lugar en el que se llegaba al acuerdo. Que hoy se conozcan las posiciones es positivo: ahora sabemos lo que piensa cada cual.

Que más adelante -y desde distintas posiciones, no sólo desde el oficialismo- cada parte insistirá en sus puntos de vista, es algo con lo que debemos contar. Que desde esas mismas posiciones se ofrecerán argumentos para interpretar o explicar el Acuerdo, por supuesto que también ocurrirá. Que parlamentarios intenten introducir indicaciones al texto de reforma constitucional presentado para materializar el Acuerdo, como anticiparon el jueves pasado algunos parlamentarios del PC y del Frente Amplio, también es algo que ocurrirá sin duda (aunque para tener éxito deberán alcanzar los quórum establecidos para reformas constitucionales, algo bastante improbable). Porque nadie ha modificado su manera de pensar, sólo se ha llegado a un acuerdo y algunos han aclarado cómo y por qué lo hicieron, pero eso no les impide seguir, en el futuro, bregando por aquello que creen. Eso es convivencia democrática y eso es llegar a acuerdos para avanzar, para obtener soluciones complejas a problemas complejos.

Lo cierto es que aquí caben todas las opiniones, todas las arengas e incluso las amenazas. Así es la democracia. Y nadie debe esperar que las opiniones sean dulces o amables. Mucho menos después de los “críticos” momentos que hemos vivido en los años recientes. Como escribió Bill Clinton en sus memorias, “la política es un deporte de contacto” y cabe esperar golpes altos y bajos y también, desde luego, opiniones que no nos gustan. Ahora vendrá la discusión sobre el texto de la nueva Constitución y sin duda que cada uno tratará de hacer valer allí su particular perspectiva, pero de eso trata la política. Y al final habremos de obtener lo buscado: una nueva Constitución mejor que la vigente, porque estará actualizada, no guardará ninguna relación de origen con la dictadura y habrá surgido de un proceso democrático que comenzó un 15 de noviembre.

Por eso, queridos políticos y opinólogos, no dejen de recordar al “kenkitsatatsirira”: “Lo importante es no impacientarse y dejar que lo que tiene que ocurrir ocurra…”. (El Líbero)

Álvaro Briones