¿Quieren revolución? Empiecen por vuestras aulas-Alejandra Grebe

¿Quieren revolución? Empiecen por vuestras aulas-Alejandra Grebe

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No son pocos los modelos que han ingresado fuertemente a Chile proponiendo cambios a través de liderazgos visibles. Están por ejemplo las Pedagogías Montesori, Waldorf y Reggio Emilia, así como métodos como los Proyectos Kilpatrick y propuestas como el Modelo Pedagógico Kentenijiano, por mencionar algunos de los más influyentes. Es difícil saber cuál de estos presenta una mejor propuesta, pero es importante considerar al menos los lugares en común que tienen todos. Con mayor o menor énfasis, todos estos modelos mencionan la importancia de blindar procesos básicos para el aprendizaje, especialmente al interior de la sala de clase. Así mismo, ninguno de ellos exige grandes herramientas o cambios ostentosos. Son más una vuelta al sentido común. De hecho, ninguno fue propuesto por un grupo de intelectuales “expertos en educación”. Muy al contrario y coincidentemente, fueron concebidos en las circunstancias más adversas: crisis nacionales, quiebres institucionales, contextos de pobreza o guerra, con paupérrimos recursos para llevarlos a cabo.

Junto con esto, recordemos que no todo lo “made in” es aplicable a Chile. Por eso resulta tan interesantes el esfuerzo de organizaciones como SUMMA, Laboratorio de Investigación e Innovación en Educación para América Latina y el Caribe, que buscan mostrar evidencia sobre qué prácticas han sido exitosas en el extranjero, pero al mismo tiempo los pro y contra que podría tener el implementarlas en nuestro país. Al poner los ojos en la evidencia, las conclusiones siguen siendo las mismas: el factor principal que incide en la calidad de la educación –después de la familia– es la labor dentro del aula.

Muchas veces, en el afán de dejar el paradigma anterior y aventurarse a uno nuevo, se corre el riesgo (en algunos establecimientos, ya se han vuelto realidad) de querer cambiarlo todo y al mismo tiempo, sin rescatar muchísimos elementos buenos del pasado e incorporando muchos elementos que en nuestro país resultan nocivos. Es preciso, por lo tanto, que los líderes de la educación, vuelquen sus  esfuerzos en blindar aquellos procesos básicos y principales, sin los cuales no tiene ningún sentido implementar innovadoras prácticas o prometedoras tecnologías. Muchas veces, dice Ferran Adrià, elegido como uno de los personajes más innovadores según la revista Time, la mejor innovación es dejar las cosas como están. Los líderes educativos corren el riesgo de creer que se espera de ellos acciones altamente innovadoras o que introduzcan cambios completamente originales, como sacados del sombrero por arte de magia, cuando en la mayoría de los casos simplemente se debe mejorar lo ya establecido anteriormente. Recordemos que el contexto escolar, una fuerte institucionalidad es tanto o más importante que la innovación.

Es sabido que la gestión de excelencia de un líder educativo sucede, en su mayor parte, fuera del despacho. Y fuera de este no puede hacerlo todo y al mismo tiempo. Debe elegir con pinzas qué procesos clave son los que puede y debe gestionar: observar clases, revisar planificaciones y calendarizaciones, tener protocolos claros de comunicación, convivencia escolar y colaboración. Todas estas no son prácticas mínimas, sino máximas, primordiales, esenciales. Solo logrado esto es que pueden los establecimientos devolver el protagonismo a los verdaderos artífices de la educación: los mismos estudiantes.

Los fervientes amantes de la historia de nuestro continente habrán escuchado acerca de José María Velasco Ibarra, único presidente latinoamericano elegido 5 veces y derrocado tres (no sin pocas polémicas). En un momento de agitación popular, el quiteño gritó desde su balcón: ¿Queréis revolución? Hacedla primero dentro de vuestras almas. Forzando un poco estas palabras, podríamos gritar a nuestros líderes educativos, tan tentados por promesas mesiánicas de innovación y nuevas tendencias: ¿realmente quieren revolución? Empiecen por vuestras aulas. (La Tercera)

Alejandra Grebe

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