Apuntes para superar el neoliberalismo: Rutas para un nuevo modelo de desarrollo —editado por Daniel Núñez, Ignacio Silva y Elías Mella— no es un libro más, es la guía de gobierno que inspira la candidatura presidencial de Jeannette Jara, del Partido Comunista.
Allí se dibuja un Estado empresario y estratega que, vía una política industrial “verde”, banca de desarrollo e impuestos al patrimonio, herencias y ganancias de capital, reordenaría la economía hacia una reindustrialización apoyada en litio, cobre y energías limpias. La épica es atractiva. El problema es la ruta, más que despejar incertidumbres, las multiplica.
La incertidumbre regulatoria
Elegir “sectores ganadores”, exigir contenido local y sumar participación estatal puede entusiasmar en el papel, pero enfría decisiones en rubros intensivos en riesgo y capital. Nadie invierte miles de millones si el socio decisivo es el vaivén político. Ya padecemos permisos eternos y litigios sin plazo.
La transición energética avanza cuando hay reglas claras, redes de transmisión, almacenamiento y verdadera competencia, no cuando el Estado pretende sustituir al privado.
La incertidumbre fiscal
Chile recauda cerca de 20,6% del PIB, por debajo del promedio de la OCDE, hay espacio para recaudar mejor, no para experimentar con un impuesto patrimonial permanente de baja eficacia y alta elusión.
Es más sensato fortalecer herencias y ganancias de capital con bases amplias y menos excepciones, cerrar exenciones ineficientes, simplificar los regímenes para pequeñas y medianas empresas, bajar impuestos a dichas pymes, y premiar la inversión y la investigación con incentivos temporales y evaluables.
Subir por subir, sin certezas plurianuales, solo encarece el costo de capital.
La incertidumbre de ejecución
Convertir al Estado en empresario de la refinación de cobre, de la cadena del litio o de la manufactura “verde” exige gobernanza técnica, capital y experiencia que hoy no sobran. La clausura de Ventanas recordó que operar a estándares ambientales de 2025 no es barato ni inmediato. Los conglomerados estatales de ayer no son respuesta para los mercados abiertos de hoy.
Con todo, el libro acierta en dolores reales, como productividad débil, brechas territoriales, concentración y trabas regulatorias. Pero su remedio no ataca los cuellos de botella conocidos, permisos, infraestructura, seguridad jurídica y competencia. Chile ya probó que el marco correcto funciona, la generación renovable superó la mitad del total gracias a licitaciones y reglas estables. El desafío ahora es líneas, sistemas de almacenamiento y certidumbre, no propiedad estatal.
Una alternativa responsable —que no niega la urgencia social ni ambiental— pasa por un Estado que habilita y no que sustituye. Eso implica instaurar una verdadera ventanilla única con plazos perentorios y evaluación técnica previa; una política industrial ligera y comprobable, basada en créditos tributarios condicionados a resultados, depreciación acelerada y duración acotada de los instrumentos con auditorías independientes; un marco de competencia exigente que abra espacio a las pequeñas y medianas empresas y a nuevos entrantes; alianzas público-privadas transparentes en litio y materiales críticos, con licitaciones abiertas, reglas estables, beneficios tangibles para las comunidades y estándares socioambientales estrictos; y una reforma tributaria pro-productividad que amplíe bases, cierre resquicios y oriente los recursos a infraestructura, formación de personas e innovación.
Ese camino pone el foco donde duele, en ejecutar bien, medir y corregir.
El proyecto político de Jeannette Jara, leído a través del texto que lo inspira, promete mucho y precisa poco. Confunde el legítimo anhelo de “superar el rentismo” con la tentación de reemplazar al inversionista, cuando la tarea es obligarlo a competir e innovar bajo reglas modernas.
Chile no necesita un retorno a los conglomerados estatales, necesita certezas, competencia y ejecución. Si de verdad queremos salarios más altos, diversificación y cohesión social, el camino seguro no es la épica de la estatización, sino un pacto serio de reglas que libere inversión y talento, mida resultados y corrija a tiempo. (Bio Bio)
Cristián Monckeberg



