Ya comenzó la discusión del Presupuesto fiscal para 2026. Se proyecta un déficit estructural de 1,1%, en el marco de las proyecciones de mediano plazo destinadas a alcanzar la anhelada convergencia fiscal hacia 2029. ¿Se logrará cumplir? Todo depende de la credibilidad de las proyecciones de ingresos y gastos, así como del convencimiento de que las metas hay que cumplirlas.
Lamentablemente, la historia reciente juega en contra: ingresos sobrestimados y ajustes que dependen de medidas legislativas fuera del control del Ejecutivo han impedido lograrla. ¿Qué podemos esperar entonces?
Veamos primero lo que ocurrió el año pasado. Al presentar el presupuesto 2025 se proyectó un crecimiento de ingresos superior al 9%, ya de por sí ambicioso. El problema es que los ingresos de 2024 estaban sobrestimados, como muchos los advirtieron. La realidad se impuso: el Ministerio de Hacienda debió ajustar las proyecciones a la baja, dejando el crecimiento en menos de un tercio sobre la base inflada de 2024. Pero el gasto ya estaba definido sobre esa base demasiado optimista.
Por el lado de los gastos se proyectó un aumento de 4% para cumplir con la meta de balance estructural. Pero como los ingresos soñados no llegaron, fue necesario introducir recortes, aunque de alcance limitado. El problema es que una parte importante de esos recortes dependían de “acciones correctivas” legislativas que requerían la aprobación del Congreso. La recaudación de estas últimas fue $0. Aun así, Hacienda siguió reportando sus cifras como si esas medidas ya estuvieran garantizadas. El resultado: el déficit, previsto en 1,1% del PIB, hoy se estima en 2,2%. Una vez más, Dipres terminó sincerando las cifras con retraso: el año pasado fueron los ingresos, esta vez el gasto.
¿Aprendimos la lección para 2026? Por ahora, no parece ser el caso. Para el próximo año se proyecta un crecimiento de los ingresos estructurales de 7,7%, una cifra ambiciosa frente a las modestas expectativas de crecimiento económico. Se asume que la Ley de Cumplimiento Tributario generará un cuantioso impacto de 0,73% del PIB solo en 2026, lo que genera dudas relevantes.
En primer lugar, porque el FMI ha señalado que reformas similares recaudan hasta un 0,5% del PIB en régimen; y en segundo lugar, porque las tasas de evasión calculadas por el gobierno están sobrestimadas (CEP 2024), lo que reduce el espacio real de recaudación, especialmente en el impuesto corporativo, donde se espera la mayor parte de los ingresos.
En cuanto al gasto, se proyecta un aumento de 1,7%, en línea con la meta de balance estructural. Pero ese porcentaje se calcula sobre el gasto inicial, no sobre el gasto ajustado durante el año. Comparado con el gasto “real” de 2025, el aumento proyectado llega al 2,5%, y sería aún mayor si se consideraran las acciones correctivas que no se cumplieron este año.
¿Es mucho o poco ese aumento? Al final, todo depende de si las proyecciones de ingresos y gastos son creíbles para cumplir la meta fiscal. El problema es que mientras los primeros parecen estar sobrestimados, los ajustes de gasto siguen incluyendo medidas fuera del control del Ejecutivo.
Por otro lado, la próxima administración podrá expandir el gasto hasta en un 1,4% anual en promedio, muy por debajo del 2,5% actual y de los incrementos registrados en este gobierno. Y eso asumiendo un escenario mucho más favorable: hace solo tres meses se estimaban holguras negativas de más de 0,2% del PIB anual para los próximos 4 años. Hoy se calculan en cero. ¿Y mañana? Nadie lo sabe: nuevas presiones de gasto, el aumento de la deuda flotante, facturas aún no emitidas, partidas mal clasificadas bajo la línea… la lista sigue.
El desafío del Presupuesto 2026 no es solo cuadrar números, sino también recuperar la credibilidad en la forma en que el Estado administra sus finanzas y en el compromiso político amplio de cumplir las metas fiscales. Para lograrlo, se necesita mayor transparencia en las cifras fiscales, y un compromiso firme del Ejecutivo con la implementación de sus decisiones fiscales, sin delegar su función a terceros. Sin eso, cualquier meta será solo un guarimos en un papel. (Ex Ante)
Gabriel Ugarte
Investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP)



