Como toda familia sabe, cuando se gasta más de lo que se tiene o por encima de sus posibilidades uno termina endeudado, de alguna parte debo sacar el dinero para pagar. Esto para muchos no es un problema, incluso cuando las expectativas de futuro son positivas endeudarse para mejorar mis condiciones actuales —cambiar el auto, la casa, hacer un viaje— o realizar inversiones para el futuro resulta muy recomendable por varios motivos, incluso porque dinamiza la economía.
Sin embargo, cuando usted se endeuda sabiendo que el futuro inmediato se ve muy complicado, su sueldo probablemente va a disminuir y, si otras rentas en caso de tenerla se tornan inciertas, dicha decisión de endeudarse es algo irresponsable de su parte. Peor aún, si las condiciones en las que ha de contraer deuda son más duras que en el pasado, en este caso está asumiendo más riesgos, los cuales como familia parecen innecesarios.
En el caso del presupuesto de la nación, y como bien lo señala la Presidenta es muy parecido, por ello llama la atención que en los pocos detalles que hemos conocido hasta el momento no se asuma lo dicho como una premisa básica para su elaboración.
Al entrar en el análisis del presupuesto 2016, lo primero que encontramos es que no crece un 4,4% como se señaló inicialmente, sino más de un 6% al compararlo como ha sido tradición en todos los gobiernos precedentes con el presupuesto del año anterior, asumamos que este fue un pequeño desliz y no algo voluntariamente planeado.
En la misma lógica, si el precio del cobre será menor a lo que hemos tenido en el pasado, pero fundamentalmente será más bajo en el futuro y el crecimiento de la economía será también menor, parece poco responsable plantear un incremento que más que duplique el PIB proyectado. No olvidemos que el presupuesto 2015 prácticamente quintuplicó el gasto en relación al crecimiento de los ingresos fiscales, esto no puede llegar a transformase en una forma de hacer política económica, ejemplos como los de Grecia donde un exceso de gasto ponen en riesgo no al Estado, sino a la gente debiera estar presente en toda esta discusión, la responsabilidad fiscal había sido un activo del país.
No debemos olvidar que hasta hace pocos años nuestro país prácticamente no tenía compromisos financieros con el exterior, lo cual ha cambiado radicalmente y hoy la deuda bruta nacional se empina al 16,2% del PIB, lo cual no es para alarmarse, pero si el incremento se transforma en algo constante en el tiempo, como una práctica financiera inevitablemente terminaremos en algún momento en problemas y eso es mejor advertirlo desde ya.
Solo dos reflexiones adicionales, en primer lugar está claro que el programa de gobierno dejó de ser sagrado ya que se nos ha anunciado la imposibilidad de cumplir con lo prometido de alcanzar el balance estructural para el año 2018; y por último, recojo las palabras del Ministro de Hacienda —a quien le creo— respecto de la importancia por una parte de distribuir mejor la torta, pero también hacer crecer la torta para tener más que repartir, al que no le creo es al gobierno, donde parecen que no saben cómo repartir la torta mediante políticas públicas focalizadas, eficientes que apunten a los reales problemas de las personas en pos de un mejor país para todos y menos parecen estar preocupados de hacer crecer la torta. Si el precio del cobre será más bajo y el crecimiento de la economía también, parece poco responsable plantear un incremento que más que duplique el PIB proyectado


