Premio Limón para Jeannette Jara

Premio Limón para Jeannette Jara

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El último debate presidencial organizado por Anatel era, en teoría, la oportunidad definitiva para que los candidatos expusieran con claridad sus propuestas ante el país. Dos horas que, en un escenario electoral tan competitivo, debían destinarse a entregar certezas en materias que realmente preocupan a los chilenos: crecimiento económico, seguridad pública, salud, pensiones y modernización del Estado. Sin embargo, lo que millones de televidentes presenciaron fue otra cosa.

Jeannette Jara optó por una estrategia cuyo eje no fue el contenido, sino la provocación. Su tono áspero, imprudente y confrontacional, parecía diseñado para un solo objetivo: sacar de quicio a José Antonio Kast, pero lo que terminó logrando fue sacar de quicio a la audiencia.

Su insistencia en instalar un clima de hostilidad —amparado en llamados contradictorios a la “tranquilidad” y a “evitar la agresividad”— resultó, a todas luces, contraproducente. La única que exhibió pérdida de control fue ella. No le avisaron que Marco Enríquez-Ominami, con un estilo similar en la primera vuelta, obtuvo el 1,2% de los votos.

Cuando se agotan los argumentos, comienza la desacreditación. Fue una provocación deliberada que busca generar en el adversario una reacción emocional que lo desoriente. Pero José Antonio Kast no entró en ese juego. Mostró compostura, respeto y, sobre todo, estatura presidencial.

Ver a Jara en este debate fue, probablemente, una antesala de cómo podría desenvolverse en foros multilaterales si llegara a La Moneda. Y ese es un escenario preocupante para un país cuya imagen internacional ya ha sufrido un deterioro significativo durante el actual gobierno debido a los impulsos y gustitos del presidente Boric en instancias tan relevantes como la ONU.

Incluso desde su propio sector hubo advertencias. Su vocero, Francisco Vidal, lo había dicho con claridad: dedicar tiempo a atacar a Kast no conduciría a nada, y lo razonable era concentrarse en explicar y defender su programa de gobierno.

El debate confirmó que ese consejo no fue escuchado. Si la campaña esperaba revertir encuestas recurriendo a un tono hostil, inquisitivo y por momentos derechamente odioso, el efecto fue el contrario.

Para el electorado neutral —ese que no milita, que sigue la política solo cuando es necesario y que representa la mayoría del país— la experiencia debe haber sido especialmente desagradable.

Difícilmente alguien que se aproxima a la política con distancia querrá involucrarse más cuando lo que observa es una candidata destemplada, imprudente y enfrascada en un estilo que espanta en lugar de convocar. (Bio Bio)

Paula Labra