Lo más razonable es suspender el plebiscito del 26 de abril, y reprogramarlo, por ejemplo, para octubre, junto a la elección municipal. Es lo que aconseja el sentido común. Nada es hoy más importante que enfrentar la emergencia sanitaria y sus múltiples efectos en la vida del país. La prioridad absoluta es proteger a la población. Esto significa que ningún cálculo político-electoral puede ponerse por encima del bien colectivo. Esta es una hora en que necesitamos unirnos.
No hace falta demostrar la magnitud de la amenaza del coronavirus: allí están las cifras de infectados y fallecidos en Italia, España, Francia y otros países. Por lo tanto, el Gobierno y el conjunto de la sociedad deben actuar mancomunadamente para contrarrestar los efectos de la pandemia, en particular entre los enfermos crónicos, adultos mayores y otros grupos de riesgo.
Para que la suspensión pueda materializarse, es indispensable un acuerdo que comprometa a todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso, o por lo menos a la mayoría, y tratar de no multiplicar los recelos ni de estimular el afán de sacar pequeñas ventajas. Como ni el Gobierno ni la oposición quieren que su eventual disposición favorable a la suspensión se interprete como debilidad o temor al voto de los ciudadanos, se requiere de generosidad y buena voluntad.
¿Habrá quienes se opongan a esta suspensión? Es posible, pero la gran mayoría de los chilenos entendería que es una medida necesaria, justificada por las circunstancias, y que además demostraría que los políticos son capaces de actuar con responsabilidad y sentido nacional. Cualquier actitud rígida o mezquina en esta materia solo sumaría problemas de todo tipo a los muchos que ya tenemos. (El Mercurio Cartas)
Sergio Muñoz Riveros



