Síndrome esquizofrénico. La derrota de la izquierda en las presidenciales era un hecho consumado muchísimo antes del 14 de diciembre. La versión 2.0 de la vieja alianza entre socialistas y comunistas estaba condenada al fracaso desde el principio y terminó porque desperfilaba al socialismo democrático como alternativa autónoma y viable.
- Para colmo de males, y como era de esperar, un debilitado y famélico socialismo democrático, totalmente asimilado al gobierno de Boric, no fue capaz de movilizar huestes para nominar a Carolina Tohá como abanderada del sector.
- De modo que se dio la paradoja, el “oxímoron”, de que el “progresismo” terminó siendo encabezado por la candidata del partido más conservador y retrógrado de toda la izquierda chilena, talvez mundial: una reliquia que aún sigue enarbolando las banderas del marxismo leninismo.
- Tras la derrota la izquierda ha entrado en un síndrome esquizofrénico, en el que por un lado vive un baile de recriminaciones y acusaciones mutuas y, al mismo tiempo, insiste en inmolarse ante el altar de la unidad que la llevó al fracaso. Algo insostenible en el tiempo.
- También están los llamados de Michelle Bachelet a perseverar en una estrategia fracasada, que funcionan como un gesto simbólico más que como verdaderos diques de contención, ante la imposibilidad política de clausurar una discusión que toca fibras demasiado profundas.
- Y está el balance del gobierno de Gabriel Boric, la hegemonía cultural del Frente Amplio, la incomodidad del Partido Comunista y el resentimiento acumulado del socialismo democrático frente a un proyecto que, según ellos, nunca terminó de integrarlo en igualdad de condiciones.
Herida abierta. Es un debate plagado de un doble discurso oportunista, como el reclamo del PS por la “cancelación” del legado de los 30 años, al cual ellos mismos contribuyeron al apoyar la candidatura de Alejandro Guillier en vez de la de Ricardo Lagos, a quién en ese momento de frenesí revolucionario, consideraban el símbolo de lo que querían dejar atrás.
- Además el PS critican al FA y al PC del mal manejo del proceso constituyente y de la cultura política instalada tras el estallido que legitimó la violencia y que, según ellos, habría enajenado a un segmento significativo del electorado.
- Por supuesto olvidan que el texto constitucional fue aprobado gracias a los votos de los representantes del PS, que tuvo gestos de respaldo hacia la primera línea. Hechos sobre los cuales ahora pretende lavarse las manos.
- Esa mirada es la expresión de una herida abierta en el socialismo histórico, que dice haber sido marginado en la conducción política, algo difícil de tomar en serio cuando los ministros claves del gobierno pertenece a sus filas.
- Desde el PC, Daniel Jadue y la directiva de Carmona le han cargado la mano a Boric como principal causante de la derrota, como si no hubiesen sido parte del Gobierno y olvidaran el rol protagónico del diputado electo Marcos Barraza, líder de los convencionales del PC e impulsor de la mayoría de las propuestas que pavimentaron el camino del rechazo.
Los amnésicos. ¿Que unidad puede haber cuando se impone el negacionismo y se es incapaz de tener un diagnóstico objetivo, compartido de las causas del fracaso, que obedeció a la incapacidad de producir un proyecto de país distinto al de Boric?
- Cuando figuras emblemáticas de los partidos acusan al resto de “traición,” la coalición deja de parecer un bloque en recomposición y pasa a verse como un archipiélago de desconfianzas.
- A su turno los dirigentes del socialismo democrático expresan su hastío con el FA, porque no dimensiona el costo político de su tesis de la superioridad moral ni el impacto de haber conducido un proceso constituyente que terminó alejando a gran parte de los chilenos. Un tema árido que importa muy poco a la opinión pública.
- Pero olvidan que ellos votaron e hicieron campaña por el apruebo y que una de las principales voceras durante el plebiscito fue nada menos que Carolina Tohá, quien dijo que se le “revolvía el estómago” cuando veía a personeros ligados al socialismo democrático defender el rechazo.
Retórica y realidad. En medio de este caos surgen diversas hipótesis para explicar las causas de la derrota, ninguna de las cuales contempla la posibilidad que el problema radica en que esta coalición, llena de contradicciones, carece de perfil y está condenada a ser minoría.
- Algunos dicen que fue una “derrota electoral pero no política”, eufemismo sin sentido. Toda derrota electoral es intrínsicamente política. Otros le achacan la culpa al gobierno, como si fuera una entelequia totalmente distinta a los partidos que lo conforman y, por último, al “clima global” o la “alternancia” como si se tratase de un fenómeno natural e inevitable.
- Ahora, el PC, anunció su estrategia para enfrentar al nuevo gobierno “llamando a articular un pueblo movilizado y abrir paso a un trabajo de masas sistemático y sostenido”, lo que llevo al diputado PPD Raúl Soto a decir que la coalición se termina el 11 de marzo, algo que está por verse.
- La realidad no se puede ocultar con retórica. La izquierda chilena no está solo derrotada; está fragmentada, desordenada y atrapada en una disputa por el pasado y sin proyecto. Inmersa en un baile de recriminaciones mientras el país dio vuelta la página.
- La pregunta no es quién tuvo más culpa, sino si existe una voluntad real de reconstruir un proyecto progresista, que necesariamente debe prescindir del PC y del FA. (Ex Ante)
Jorge Schaulsohn



