Paipote: ¿fin de una era?

Paipote: ¿fin de una era?

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El viernes 23 de febrero, después de años de severas dificultades financieras, la Empresa Nacional de Minería (Enami) paralizó la fundición de cobre en Paipote. No es una decisión fácil pues implica la desvinculación de unos 500 trabajadores a partir de mayo. Y, de nuestra experiencia en Coronel y Lota con el carbón, sabemos que estos procesos de ajustes son largos y complejos.

Los números de la empresa indican que es la decisión adecuada. Como han planteado sus ejecutivos, la pérdida por tonelada fundida en Paipote era de US$ 242, lo que implica que sus costos superaban por mucho los US$ 300 por tonelada de concentrado. Monto sideral si consideramos que los costos promedios de las fundiciones privadas en Chile bordean los US$ 180, el costo promedio a nivel mundial es de US$ 114 y en China alcanza los US$ 58 por tonelada. La pérdida operacional implicaba que por cada uno de los 500 trabajadores que saldrán, se entregaba un subsidio de $270.000 pesos diarios. A esto se suma que la fundición generaba episodios de alta contaminación local y contribuía de manera importante a la emisión de gases de efecto invernadero (CO2). La captura de Enami y su mala gobernanza, la obsolescencia de la tecnología, que ha traspasado múltiples gobiernos, son los factores detrás de esta triste realidad.

El cierre de las fundiciones de Ventanas y Paipote nos plantea la pregunta de si las fundiciones deben desaparecer en Chile. A comienzos de este siglo, Chile refinaba el 19% del cobre mundial. El 2022 solo se refinó el 8%, mientras que China, durante el mismo periodo, pasó de refinar un 11% de la producción mundial a un 44%. Dados los costos medios anteriores y la concentración de la refinación en China, la respuesta parece directa. Pero la respuesta puede ser un poco más complicada.

Es claro que si se desea tener fundiciones, se debe optar por un recambio tecnológico y generar un modelo de gobernanza diametralmente distinto al de Enami. Pero existe un cierto consenso de que inclusive con la tecnología China de punta y una administración eficiente y sin vicios, los márgenes de una fundición en Chile son muy bajos y el costo de oportunidad para empresas que extraen cobre es muy alto, dada la rentabilidad de la mina.

Ahora, hay tres elementos que debemos considerar y que pueden cambiar la respuesta. Primero, del concentrado que hoy enviamos a China, solo un 28% es cobre, el resto es material que no posee valor económico. Esto implica que estamos contaminando 3.5 veces más CO2 por el transporte marítimo de nuestro cobre. Segundo, la fundición y refinación del cobre es altamente intensiva en electricidad. La matriz energética de China es el doble de contaminante que la nuestra. Ninguna de estas dos externalidades se integra hoy al análisis económico, y la cadena de valor de la producción mundial del cobre refinado está sesgada hacia una ruta muy contaminante. Tercero, y más difícil de cuantificar, es qué tan complejo es para Chile, y el mundo en su conjunto, que un solo país, China, pase a ser un monopsonio en el mercado mundial de la refinación del cobre.

Análisis realizados en conjunto con Stephanie Wilhelm y Jorge Valverde muestran que si la emisión de una tonelada de CO2 se valorizara en US$ 100, los costos medios de cobre refinado en Chile y China serían similares, con lo cual la actividad de refinación se puede realizar en Chile en forma rentable, y con ello las emisiones globales de CO2 caerían en 1,750,000 toneladas anuales. Equivalente al 2% de las emisiones totales de Chile.

Si Chile quiere tener fundiciones sin pérdidas, que no sólo favorezcan la actividad económica en Copiapó, sino que también reduzcan la principal causa del cambio climático mundial y eviten la concentración total de la actividad de refinación mundial, debe retomar su vocación minera y un protagonismo mundial en pos del crecimiento económico sustentable (y no decrecimiento). Esto implica, primero, diseñar una estrategia público-privada conjunta de extracción y procesamiento de minerales en coordinación con las casas matrices de las grandes mineras que operan en Chile. Y, segundo, el Gobierno debiera presionar en los foros mundiales, en conjunto con los gobiernos amigos donde están estas casas matrices, Canadá y Australia, la valoración monetaria de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que implica una política como la antes propuesta. (El Mercurio)

Alejandro Micco