Pese a que todos los partidos uruguayos ya están seleccionando posibles candidatos para la elección presidencial del 27 de octubre del próximo año, un halo de misterio recorre el Frente Amplio (FA) de aquel país. Nadie sabe con certeza si su figura de culto, el veterano exPresidente, José Mujica Cordano aceptará o no ir a la reelección.
Por ahora lo único concreto es que en varias entrevistas ha manifestado padecer una suerte de cansancio irreversible y que a sus 84 años no está en edad de salir de su sencilla parcela en las afueras de Montevideo en pos de nuevas aventuras políticas.
Pero como muchas veces ocurre, especialmente en política, dichos y hechos no convergen necesariamente. Y es que este veterano tupamaro, de recia ascendencia vasca que le ha permitido sortear variadas dificultades en su vida –entre otros el cautiverio en Punta Carretas y en Santa Clara de Olimar-, no ha dudado en salir de su tranquilidad rural cuando causas superiores lo demandan.
Así ocurrió hace algunos meses cuando tomó un avión a Italia para ir a un sentido homenaje que se le rindió durante La Mostra de cine de Venecia, donde se exhibieron dos películas sobre su vida, una sobre su trayectoria rodada por el mismísmo Emir Kusturica (“Pepe, una vida suprema”) y otra de A. Brecher (“La noche de 12 años”) que recrea sus años como preso político en 1972. Mujica se sintió cautivado por la ovación que se le brindó. Se deleitó compartiendo con el jet set presente y demostró que, pese a la edad, sigue sintiéndose totalmente a sus anchas fuera de su parcela, si hay algo que lo motive y engrandezca. En Venecia se le vio rejuvenecido, hablando del pasado y del futuro.
Por lo demás, nadie mejor que él conoce una demanda frecuente de la política; habiendo causas superiores, hasta los más reacios cambian de opinión, de ideas, de motivos, de pareceres, incluso de humores. Por lo tanto, si algo en apariencias tan nimio como un festival de cine lo llevó a romper su deseada quietud campestre para ir en busca de un nuevo protagonismo, no debería extrañar si el comandante Facundo (como era conocido en sus años de clandestinidad), que para el Primer Mundo llegó a ser uno de los líderes más originales, según escribía The Economist en 2014, mire con detenimiento varios asuntos de cara a la elección presidencial de octubre del próximo año, analice los pros y contras con su entorno y termine cambiando de opinión.
¿Cuáles podrían ser esos asuntos?. Hay varios. Unos internos, otros externos.
Por ejemplo, la presión doméstica. Para el FA perder la elección sería un verdadero cataclismo que, de paso, ayudaría a reconfigurar el panorama político en el país.
La verdad es que el escenario local se ha conmocionado estas últimas semanas con la irrupción de candidatos outsiders, que han puesto un interesante signo de interrogación al desenlace electoral.
También es cierto que el FA pasa por un momento que pudiera calificarse benévolamente de “madurez institucional”, normal en aquellas agrupaciones que se hacen longevas en el poder sin generar mecanismos de recambio generacional ni en materia de ideas.
Hasta hace poco se hablaba de seis pre-candidatos del FA, entre ellos aspirantes eternos como Danilo Astori (que aparentemente no obtuvo respaldo interno y debió abandonar sus aspiraciones), otros emergentes como el Presidente del Banco Central, Mario Bergara (sic) o el intendente de Montevideo, Daniel Martínez Villamil.
Pese a que éste último va adquiriendo perfil, no son pocos los que creen que, dada las relativas posibilidades de triunfo de estos aspirantes, el único con chances seguras de darle continuidad a seguir en el poder es veterano Mujica, el mismo que pone sobre la mesa la fuerza y ethos de su discurso, su biografía, los mensajes emotivos (“me rompen lo ojos”) y ese tono accesible, afable, de hombre mayor, algo profético, a quien más de alguien quisiera tener a su lado para pedirle consejo. En el FA estiman que, armado con aforismos vagos aunque capaces de alimentar la reflexión, se puede cosechar éxito en política.
Muchas son las tribulaciones que cruzan el FA. Junto a las incertezas de la vida política interna, el panorama externo, especialmente regional, lo perciben como poco amistoso cuando no derechamente hostil, unido a un cierto destino crepuscular producto de la carga que significa Venezuela para toda la izquierda latinoamericana.
Por eso, quienes insisten con Mujica dicen que como partido de gobierno expuesto al desafío de mantener el poder en condiciones difíciles, se debe abordar esta coyuntura con lógica de causa superior.
El desafío real sería, desde esta perspectiva, recrear una izquierda regional inspirada en aquel filósofo simple, sufriente, y con la sobriedad de un monje, y, derechamente, liderar un abandono de esa gama tan variopinta de líderes verborrágicos y ampulosos que se ha visto hasta ahora. Unos indigenistas (Evo Morales), otros bolivarianos del siglo 21 (Venezuela), algunos de cierto tinte redentista (Alejandro Toledo), varios de matriz populista (los K en Argentina), no pocos portavoces de benevolencia celestial (Fernando Lugo), y varios de ambigua perspectiva socialista (R. Correa) o reivindicación social (Lula). Objetivo no menor.
Tal cual dijo Kusturica al homenajearlo en Venecia, Mujica “es supremo … es inspirador, único capaz de hacer socialismo dentro del capitalismo”. Esto -dicen- haría de la perspectiva de una quietud rural y su presunto cansancio, una hipótesis innecesaria. (NP)
Iván Witker