Página 6446

Comienza nuevo plazo de 3 días para inscribirse en Prueba de Transición

¿No alcanzaste a inscribirte para rendir la Prueba de Transición (PDT) para el proceso de admisión a las universidades 2021? No hay problema.

Desde las 09.00 de la mañana de este miércoles 14 de octubre, hasta las 21.00 de este viernes 16 de octubre, el DEMRE abrió un último plazo de inscripción para el proceso.

Se trata del segundo período extraordinario de inscripción, tras el abierto entre el lunes 31 de agosto y el lunes 7 de septiembre pasado.

El proceso puede realizarse de manera online a través de este sitioY el trámite tiene un costo de $32.700.

Las cuatro pruebas que conforman la PDT se rendirán entre los días 4 y 5 de enero de 2021. (La Tercera)

¿Impasibles?-Álvaro Pezoa

Impasibles. Cerca ya de cumplirse un año de los repudiables actos de terrorismo y delincuencia desatados a partir del 18 de octubre pasado, por momentos pareciera que los chilenos lo son. Sí, queda la impresión que no se alteran ni perturban ante estímulos externos que normalmente producirían turbación, desencadenarían una emoción o derechamente inducirían a la acción. La vida cotidiana del país ha sido trastocada gravemente en todo su territorio, la seguridad de las personas abiertamente amenazada, las fuentes de trabajo seriamente amagadas, los locales de abastecimiento habitual saqueados y quemados, los medios de transportes destruidos, el uso de la violencia legitimado y avalado, las fuerzas de orden maltratadas psicológica, moral y físicamente. Con todo, comparado con el total de la población, son solo unos pocos miles quienes organizan y cometen actos vandálicos, otros escasos cientos quienes cohonestan las conductas de los integrantes de la “primera línea”, y únicamente un puñado aquellos que detentando cargos públicos han abdicado de ejercer las responsabilidades que sus prerrogativas les demandan. Pudo haberse esperado algún tipo de reacción masiva contra la ola de destrucción desplegada, o frente a la descarada irresponsabilidad de ciertos políticos, o ante la patológica debilidad gubernativa. No obstante, poco o nada de ello ha acontecido.

Las hipótesis explicativas para este desconcertante fenómeno sociológico son diversas: i. que la ciudadanía mayoritariamente concuerda y apoya la anarco-narco-subversión, cualquiera sean sus consecuencias y resultado final; ii. que el miedo a ser presa de estas “hordas revolucionarias”, si disiente públicamente, la paraliza; iii. que guarda la secreta esperanza de que el inesperado huracán social amaine así como llegó o, por último, lo haga paulatinamente, de puro cansancio y tedio en sus alienadas huestes; iv. que su conciencia se encuentre adormecida fruto del largo proceso de descomposición moral que viene horadando el espíritu patrio por décadas y, lisa y llanamente, no alcance a percibir los enormes peligros que acechan a la nación; v. que esté conteniéndose “a la chilena”, para estallar abruptamente en cualquier instante que parezca colmar sus límites; vi. que plena en virtudes democráticas, esté aguardando pacientemente la hora para manifestar su voluntad en la seguidilla de elecciones que se avecinan, partiendo por el plebiscito del 25 próximo. Caben, por cierto, todavía otras posibilidades de interpretación.

Si el panorama nacional no mejora ostensiblemente en el futuro (muy) próximo, es de esperar que la impasibilidad -real o supuesta- termine. Y que la “mayoría silenciosa”, esa que de norte a sur valora la paz, el orden, el trabajo, la vida familiar y comunitaria, y contar con oportunidades de desarrollo que pueda aprovechar con su esfuerzo, sepa decir de una vez, antes que sea tarde, ¡basta!, y exija a una voz que retorne el sentido común y la plenitud del estado de derecho. Ni más, ni menos. (La Tercera)

Álvaro Pezoa

Interior trasciende posición sobre informe de A.I. respecto de Carabineros

El ministro del Interior, Víctor Pérez, se refirió esta mañana a la acusación constitucional en su contra -luego de que la Cámara de Diputados sorteara ayer los parlamentarios que integrarán la comisión encargada de revisar el libelo-, reforzando que esta acción será una oportunidad para “demostrar que no he cometido falta alguna”.

En horas de esta mañana, el secretario de Estado -junto al subsecretario del Interior, Juan Francisco Galli y el director de la PDI, Héctor Espinosa- supervisó el operativo de expulsión de ciudadanos extranjeros que se encontraban en condición migratoria irregular en el país. En ese contexto, Pérez fue consultado por el resultado de la acusación constitucional contra el extitular de Salud, Jaime Mañalich –la cual fue rechazada el día de ayer– y el escenario que espera en su caso.

“Esta acusación constitucional la tomo como una oportunidad para demostrar que no he cometido falta alguna, he hecho estricto cumplimiento de la ley y, por lo tanto, ese debate que haremos en la comisión y en la Sala va a acreditar que he actuado (de acuerdo) a la ley”, reforzó en la instancia

Siguiendo esa línea, añadió que “es importante para un ministro del Interior demostrar eso, una de sus funciones es el orden público y éste tiene dos elementos esenciales: la condena a la violencia y, segundo, el respaldo a quienes combaten a la violencia (…). Esa dualidad a mi juicio es esencial y quienes buscan, a través de acusaciones u otros mecanismos, debilitar esa acción del Estado, en el debate político lo vamos a dejar absolutamente claro”.

Por otra parte, a sólo cuatro días de que se conmemore el primer aniversario del estallido social, Pérez también fue consultado por el informe que Amnistía Internacional (A.I.) presentará esta jornada sobre la situación de las manifestaciones en el país. En el documento final, se concluye que los altos mandos de Carabineros deberían ser investigados por violaciones a los DD.HH. cometidos desde el 18 de octubre pasado.

Al respecto, el secretario de Estado aseguró que aún desconoce el texto de la ONG. Sin embargo, “sin duda de la sola lectura, de las palabras que usted menciona, creo que hay un sesgo importante y una serie de afirmaciones que creo que no tienen ningún fundamento. Pero cuando lo conozcamos en su integridad, vamos a dar a conocer nuestra posición”. (La Tercera)

Mar Austral: una oportunidad desperdiciada-Francisco Orrego

La reciente publicación de una nota en El País, medio español de izquierda, destacando que Argentina se convierte en un gigante geográfico luego de haber publicado un mapa oficial que amplía su plataforma continental, incorporando a la Antártica y acuñando el concepto de país bicontinental, generó inmediata preocupación entre los chilenos. Con la publicación de este mapa, el gobierno argentino culmina un largo y persistente proceso de avance en el Mar Austral que comenzó en 1995, y que se afianzó entre 2009 y 2020, ante la total pasividad e ingenuidad de los gobiernos chilenos.

Mientras nuestro país debía enfrentar complejos y extensos litigios ante La Haya, los gobiernos argentinos, como parte de una efectiva política de Estado, fueron implementando una estrategia para consolidar su presencia en el Mar Austral y Antártica, mediante la extensión de su plataforma continental más allá de las 200 millas, es desmedro de los intereses marítimos y antárticos chilenos en la zona. Ahora, para coronar este esfuerzo y trabajo de años, pretenden apropiarse del concepto de país bicontinental con una activa campaña comunicacional. Ello motiva las siguientes reflexiones.

La búsqueda de una proyección extracontinental de nuestro país más allá de su aislamiento y contexto geográfico (“larga pero estrecha faja de tierra”), ha sido un tarea geopolítica que se ha venido desarrollando desde hace varias décadas. La formulación de pioneras políticas marítimas, antártica y del Pacífico, a través de sucesivos gobiernos a partir de los años 40, son expresión de este esfuerzo de la política exterior de Chile. Es así, como nuestro país ha venido haciendo un trabajo especial, aunque tímido, para resaltar su carácter bicontinental, y más recientemente, tricontinental (América del Sur, Antártica y Oceanía) con la proyección de sus intereses geopolíticos en el área del Pacífico.

Al actual gobierno, la pretensión argentina le explotó en la cara, dejando al descubierto cuán trastocadas estaban nuestras prioridades en materia de política exterior. A diferencia del gobierno argentino, que avanzó a la par tanto en su proyección hacia las Islas Falkland/Malvinas como hacia el Mar Austral, nuestro país fijó -inexplicablemente- su atención exclusivamente hacia Isla de Pascua, descuidando el Mar Austral. Ello explica, en parte, por qué los estudios técnicos y científicos necesarios para solicitar la extensión de nuestra plataforma continental sólo se hayan realizado respecto del territorio insular (donde no había riesgo alguno de ser disputada por terceros Estados), postergando aquellos que debían realizarse en el Mar Austral, lo que permitió que Argentina se “nos metiera por los palos”. Hoy vemos las consecuencias de este infortunado descuido.

Para recuperar, en parte, el tiempo perdido, la Cancillería chilena anunció la entrega de la primera presentación parcial de la plataforma continental extendida sobre Isla de Pascua, junto con destacar que el próximo año se formularía la presentación respecto de la plataforma continental extendida en territorio austral y antártico, una vez concluidos los estudios técnicos y científicos pertinentes. Aunque estos anuncios y pasos eran necesarios, son insuficientes a la luz de nuestra experiencia reciente, resultando en una tímida puesta en escena.

Por una parte, desaprovechamos la ocasión para enviar un mensaje más potente a las autoridades argentinas. No hace bien nuestra Cancillería en ocultar el verdadero problema con Argentina, consistente en que este último ha infringido flagrantemente el Tratado de Paz y Amistad (TPA) vigente entre ambos países, modificando unilateralmente un límite internacional marítimo (suelo y subsuelo marino) fijado por el tratado. Al hacerlo, desconoce un punto específico -denominado punto “F”- del TPA que fija el límite internacional.

No hay nada más grave en las relaciones de vecindad, que desconocer y vulnerar de facto un límite internacional, definido bilateralmente en el TPA como “confín definitivo e inconmovible” entre ambos países. De esta manera, no se trata únicamente de un problema de plataforma continental extendida, ni en la Isla de Pascua ni en ninguna otra parte. Se trata, más bien, de que Chile no ha defendido como debe sus límites soberanos, al no exigir -a través de todas las acciones diplomáticas procedentes- la inmediata retractación de Argentina respecto de su ley y mapa correspondiente.

Junto con una reacción más enérgica para rechazar las pretensiones argentinas, los chilenos esperábamos también el anuncio de medidas más contundentes. En ese sentido, la convocatoria de un grupo de expertos internacionales y nacionales de alto nivel y la implementación de la postergada unidad de asesoría especializada para la defensa de los intereses de Chile en procesos de solución de controversias internacionales, que establece la ley orgánica de la Cancillería y que se encuentra pendiente desde el 2018, hubieran sido parte de un paquete ideal de medidas. Considerando que las diferencias con nuestros vecinos se encaminan invariablemente hacia la judicialización del diferendo, resulta inexplicable que se siga postergando su instalación. Un problema de prioridades parece ser nuevamente la explicación. Aún así, la difusión de una minuta explicativa de la posición chilena a todas sus embajadas, debe ser valorada como una medida acertada del actual Canciller, quien a diferencia de la pasividad de algunos de sus antecesores, se ha tomado este diferendo con sentido de urgencia.

En suma, nuestra Cancillería desperdició una valiosa oportunidad para desplegar una campaña comunicacional que permitiera posicionarnos internacionalmente como un país tricontinental, acentuando un concepto geopolítico de enorme importancia para la proyección soberana de Chile. Salvo por la minuta explicativa, la ausencia de acciones diplomáticas conducentes a rechazar e impugnar las pretensiones argentinas en el Mar Austral y Antártica, así como respecto de su interpretación antojadiza y caprichosa del límite marítimo fijado en el TPA, quedan aún como tareas pendientes y prioritarias. (El Líbero)

Francisco Orrego

Plebiscito y nueva Constitución contra las mistificaciones de la violencia

Suele olvidarse que el próximo plebiscito y la nueva Constitución que de él resultará nacieron como una alternativa pacífica, democrática, frente a la violencia desatada en las calles el año pasado que empujaba hacia una rebelión popular y una ruptura del orden democrático.

De hecho, el acuerdo del 15 de noviembre afirma en su primer punto: “Los partidos que suscriben este acuerdo vienen a garantizar su compromiso con el restablecimiento de la paz y el orden público en Chile y el total respeto de los derechos humanos y la institucionalidad democrática vigente”. Y en seguida agrega “Se impulsará un Plebiscito en el mes de abril de 2020 (luego postergado hasta octubre por efecto de la Pandemia) que resuelva dos preguntas: a) ¿Quiere usted una nueva Constitución?, b) ¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva Constitución?”

Ni el PC ni el FA concurrieron a este acuerdo, alegando circunstancias formales y de procedimiento, pero sin ocultar su disgusto frente a ese acuerdo que restaba viabilidad a cualquiera estrategia rupturista movilizada por la violencia en las calles. Percibían, además, que ese golpe de timón —logrado por las fuerzas políticas y dirigentes del arco democrático— volvía a poner el conflicto dentro del cauce institucional, el cual en los días anteriores estuvo a punto de desbordarse. Daba una tregua al gobierno y al propio presidente —que los grupos radicalizados pretendían voltear— y confirmaban al Congreso Nacional como el centro de las negociaciones por venir.

Si la posición del PC y de la mayoría del FA fue ambigua frente a la violencia desatada a partir del 18-O, los grupos que se auto califican más a la izquierda (ultra izquierda) en sus  variadas expresiones entendieron el pacto del 15 de noviembre como una maniobra espuria destinada, justamente, a frenar el proceso de ruptura que debía conducir hacia una “auténtica” asamblea constituyente, capaz de cambiar de raíz el poder constituido.

Según señala un académico, “el ‘Acuerdo por la paz Social y nueva Constitución’, urdido y presentado —literalmente— ‘entre gallos y medianoche’ por representantes de la mayoría de los partidos parlamentarios en las primeras horas del 15 de noviembre de 2019 pretende, junto con desmovilizar y reducir la intensidad de la rebelión popular, evitar que el poder constituyente originario —que, es preciso reiterarlo, radica exclusivamente en la ciudadanía— se ejerza mediante una Asamblea Constituyente. […] Solo una poderosa fuerza constituyente de raigambre esencialmente popular podrá provocar una ruptura democrática con el actual orden de cosas, una superación de la institucionalidad heredada de la dictadura que obligue a la casta política parlamentaria a ceder y entregar la cuota de legitimidad institucional para la convocatoria a elecciones de una Asamblea Constituyente. La actual rebelión del pueblo chileno nos ofrece una gran oportunidad de avanzar en esa dirección” (Chile Despertó. Lecturas desde la Historia del estallido social de octubre, Universidad de Chile, diciembre de 2019, pp. 13-19).

Más directo y claro, el Partido de Trabajadores Revolucionarios planteó retrospectivamente, en mayo pasado, que “en la rebelión del 18 de octubre estaba planteada la caída de Piñera y la conquista de una Asamblea Constituyente Libre y Soberana. Vimos la potencialidad de la fuerza de la clase trabajadora, en alianza con la juventud y el pueblo, en lo que fue la jornada histórica del paro nacional del 12 de noviembre, el más grande en los últimos 30 años. […] Pero luego del 12 de noviembre, los partidos del régimen, desde la derecha, la ex Concertación y sectores del Frente Amplio corrieron a firmar el ‘Acuerdo por la paz y la Nueva Constitución’ para salvar a Piñera y sacarnos de las calles mediante un tramposo ‘proceso constituyente’, limitado y controlado por ellos mismos, para no tocar las herencias de la dictadura. Paralelamente los dirigentes de la CUT y la Mesa de Unidad Social decidieron no continuar con las jornadas de huelga para pedir una ‘negociación’ con el gobierno, ciego y sordo ante nuestros reclamos”.

II

De manera que el clivaje abierto en torno al estallido del 18-O y el eje institucionalidad/ruptura (reforma/rebelión; pacto constitucional/asamblea popular), se instaló en la esfera política y ha estado latente bajo la superficie de la pandemia desde entonces. La violencia ha vuelto a las calles con toda su carga anti sistémica y desprecio por las formas democráticas y también por sus modos de convivencia, valores y prácticas. La amenazante rutina de los días viernes —donde cada semana se juega la posibilidad de que el proceso se descarrile— es un vivo recuerdo de que el 18-O puede volver a ocurrir en cualquier momento.

Por lo mismo es tan importante la actitud que adopten las fuerzas políticas de izquierda frente al renacer de la violencia.

Tras los sucesos del viernes pasado en Plaza Italia, los partidos de la Convergencia Progresista (PS, PPD, PR) hicieron público su repudio, señalando que la legítima movilización pacífica “no puede prestarse para abusos de grupos minoritarios, que, aprovechando estos escenarios de protesta, realizan actos de violencia y destrucción de la propiedad pública y privada”. Agregan que “esto va en contra de la demanda social, generando desconfianza en la ciudadanía. Es necesario esclarecer quiénes han perpetrado estos actos y cuáles son sus verdaderas intenciones”. Acusan que estas expresiones de violencia “son funcionales a la derecha y a los partidarios del rechazo para generar temor infundado respecto del proceso constituyente”. Hoy, en cambio, “el desafío es lograr un amplio triunfo en el plebiscito constitucional, y generar las condiciones para que la gente concurra a votar sin miedo, sin violencia”.

Distinta ha sido la reacción del PC frente a los mismos hechos, según pone en evidencia su presidente en una entrevista publicada el día 11 de octubre. Vuelve allí a la ambigüedad que, más bien, es una indefinición intencional, buscada, para mantener una posición flexible en cuanto a los métodos de lucha, donde parecería dar lo mismo la palabra o la pedrada, la institucionalidad o la calle, la reforma o la rebelión.

Consultado el presidente del PC si a la luz del  retorno de las protestas tendría sentido manifestarse tan cerca del plebiscito, responde: “Eso depende de voluntades de millones que salen a las calles [nota: la realidad es que hablamos de cientos]. Decir que alguien se propone siniestramente ir violentamente a la calle, creo que eso no existe. Se producen las confrontaciones entre el deseo de manifestarse y la represión. ¿Cree que me gusta que se produzcan incendios en supermercados, en estaciones de Metro? No, pero esas cosas se dan”. Más adelante el periodista pregunta al dirigente comunista: ¿condena la violencia que ha ocurrido en Plaza Italia?  Responde él: “Es bien rara esa violencia. Aquí se quiere connotar un estado de violencia que no creo que exista. Entonces, cómo voy a condenar una cosa que fue tan menor. Me dicen ‘mire los destrozos que hicieron algunos’, pero digo: fíjese, Ponce Lerou le rebajaron como 60 millones de dólares la multa. Esos sí que son destrozos. Antes de ponerse a condenar así como así digamos todas las causas de las cosas”.

Es un discurso propio de la mistificación, donde al final la violencia sale impune y la responsabilidad sobre ella queda en manos de carabineros, el gobierno, el Estado, la derecha, los contradictores en el plebiscito y, cómo no, Ponce Lerou.

Más contundente, y sin ambigüedades, es la visión sobre estos asuntos de los grupos de ultra izquierda, como Convergencia 2 de abril, que buscan acompañar el momento constituyente con uno destituyente, según proclama una declaración emitida por este grupo en septiembre pasado. Se indica allí que “el momento destituyente/constituyente en curso debe abordarse desde distintas aristas o momentos”.

Primero, “un momento inmediato, que se materializa en el Plebiscito. Se requiere que todas las fuerzas de izquierda llamen sin titubeos a Aprobar y optar una convención constitucional, pero, a la vez, en el mismo proceso instalar la necesidad de elaboración programática. En ello somos claros y claras: El proceso constituyente de la institucionalidad burguesa, resultante del acuerdo de paz y nueva Constitución nace limitado, con una verdadera camisa de fuerza para mantener el status quo. Deber o tarea entonces del pueblo organizado será asediarlo y desbordarlo, para instalar en la Convención los avances programáticos adoptados por nuestro Pueblo; en ello la movilización popular será la herramienta principal, frente a las intentonas del bloque en el poder de solo modificar las correlaciones de poder entre los actuales integrantes del Parlamento, sin modificar de raíz las condiciones de su modelo reproductor de la explotación y opresión”.

Segundo, un momento de “Asamblea Popular Constituyente (APC), en donde las expresiones de la clase organizada discuta y vaya tejiendo su propio programa y pensando la sociedad que queremos, con el fin de trazar una hoja de ruta propia que permita disputar todos los momentos de este proceso destituyente/constituyente. […] Aclaramos que la APC no la entendemos como un espacio paralelo, sino como un espacio central, de “preparación”, para el asedio y desborde de la Convención Constitucional”.

Tercero, un momento de preparación de más largo aliento, “no para uno o dos años de ejercicio político, sino pensar esto como un momento de quiebre histórico que brinda opciones tanto como desafíos históricos para la izquierda. Por lo mismo, […] hay que pensar en clave de diseño de programa económico que sustente las pretensiones de transformación radical de la sociedad, la organización de Partido Revolucionario, al mismo tiempo que pensamos las formas colectivas de organización y defensa de este programa”.

III

En suma, igual como ocurrió el 18-O pasado, las izquierdas aparecen nuevamente divididas frente a la violencia que vuelve a las calles, dificultando con ello la expresión de un frente unificado de todas las fuerzas que comparten el camino institucional para renovar el orden democrático.

En efecto, una parte de ellas, más allá de las izquierdas representadas en el Congreso, percibe la violencia como un eficaz complemento estratégico para apurar el desborde del proceso constituyente y arribar por fin a un punto de ruptura.

Por su lado, el PC, y de seguro también varios componentes del FA o desprendidos de él, aguardan expectantes qué ocurrirá el 18-O y durante la semana siguiente, prefiriendo mantener todas sus opciones abiertas. Estarán atentos a las condiciones objetivas de la lucha política y a las condiciones subjetivas de las masas en la calle antes de decidir si se inclinan por el camino constituyente o por su desborde en favor de la rebelión popular.

Por último, el progresismo —proveniente de la tradición democrática de la Concertación y la Nueva Mayoría, forjada en la lucha contra la dictadura y contra las tesis de rebelión popular armada y todas las formas de lucha de aquel entonces— apuesta claramente por la vía democrática hacia una nueva Constitución construida en base a la deliberación y los acuerdos. Su consistencia interna y capacidad de maniobra frente a la izquierda ambigua serán factores decisivos para el balance de fuerzas en los días previos al plebiscito, durante éste y luego hasta finalizar el año.

Por esto mismo es importante que todas las fuerzas políticas que concurrieron el año pasado al acuerdo por la paz, contra la violencia y en pro de una nueva Constitución, sean capaces —en las semanas y meses que vienen—de preservar el camino institucional, denunciar la violencia destituyente y poner presión sobre el PC y los sectores del FA para que abandonen las ambigüedades del discurso mistificador de la violencia. (El Líbero)

José Joaquín Brunner

Estudio: cinco regiones de Chile entre las 10 más desarrolladas de A. Latina

Cinco regiones de Chile se ubicaron entre las 10 más desarrolladas de América Latina, según el Índice de Desarrollo Regional (Idere) que elabora un conjunto de universidades de la región, entre ellas la Universidad Autónoma de Chile, a través de su Instituto Chileno de Estudios Municipales (Ichem).

El estudio midió el desempeño de las regiones en tópicos como salud, educación, actividad económica, bienestar y cohesión, instituciones, género, seguridad y medio ambiente. Esto, respecto de las provincias de Argentina, los estados de Brasil y México, las regiones de Chile y los departamentos de Colombia, El Salvador, Paraguay y Uruguay. En total, fueron 182 las unidades analizadas a nivel regional, que concentran al 82% de toda la población latinoamericana.

Entre las primeras 20 zonas listadas -en un ranking que encabeza la capital uruguaya, Montevideo- nueve son chilenas, sumándose a las cinco ya nombradas las regiones de Aysén, Biobío, Tarapacá y Los Lagos. Las regiones nacionales peor ubicadas fueron Maule (ubicación 31), Coquimbo (33), La Araucanía (36) y Los Ríos (38), pese a lo cual siguen estando dentro del 25% más aventajado a nivel latinoamericano.

“Pese a que en Chile tenemos enormes desafíos en cuanto a desarrollo regional y reducción de brechas territoriales, estos son aún más pronunciados en buena parte de América Latina”, aseguró Camilo Vial, vicerrector de Vinculación con el Medio de la Universidad Autónoma de Chile e investigador del Ichem.

DEBILIDADES DE CHILE

A pesar de que las regiones chilenas mostraron una buena ubicación en términos generales, hay algunos indicadores donde Chile estuvo lejos del top 10, como es el caso de dimensión de género, donde 11 de las 15 regiones chilenas medidas en el estudio quedaron fuera del “top 100”. Santiago, la mejor ubicada del país en este subíndice, quedó 19.

“Si bien los datos del estudio reflejan que Chile está comparativamente bien con respecto al resto de América Latina, en prácticamente todas las dimensiones tenemos algunos rendimientos preocupantes al compararlos con el subcontinente”, agregó Vial.

Otro tema donde se observa cierta debilidad es en actividad económica, donde si bien Santiago es la número 2 a nivel regional, algunas zonas como Arica y Parinacota (que se ubicó en la posición 147) y La Araucanía (94) estuvieron lejos de las posiciones de avanzada.

En la dimensión educacional destacó el liderazgo de las regiones de Argentina, que ocuparon las 10 primeras posiciones del ranking. La primera región de Chile en aparecer en ese listado, Antofagasta, se sitúa en el puesto 16 del estudio, y la con menor rendimiento es Maule, que está en la posición 55.

También sacó mala nota Chile en lo relacionado con instituciones, donde la primera región en aparecer del listado está recién en el lugar 20. Según el investigador de la Universidad Autónoma, esto es particularmente preocupante, “primero, porque esta es con distancia la dimensión con peor rendimiento en todo el subcontinente. Además, para promover los procesos de desarrollo territorial es clave la robustez de las instituciones subnacionales, tanto por su capacidad de gestión y toma de decisiones”, indicó Vial. (La Tercera)

(Des) Confianza en Chile

De acuerdo con la Encuesta Mundial de Valores 2017-2020, solo un 13% de las personas en Chile cree que se puede confiar en el resto, lo que nos ubica en el tercio inferior de los 77 países de la muestra y en la mitad de lo que era en 1990. En las naciones anglosajonas los que confían superan el 50% de la población, y en las nórdicas el 70%. Además, diversos estudios recientes sugieren que menos del 5% de los ciudadanos tendría alta confianza en el Congreso, en los tribunales de justicia o en los partidos políticos. No extraña entonces que nuestro modelo político y económico parezca fracturado.

En las sociedades modernas predomina la incertidumbre, y el intercambio ocurre, mayoritariamente, entre desconocidos. Sin suficiente confianza, por lo tanto, las interacciones interpersonales y comerciales se encarecen, porque exigen altos niveles de control y monitoreo, que restringen la libertad y aletargan la economía. Pero cuando la confianza prevalece es posible transitar desde relaciones familiares acotadas hacia instituciones profesionales de gran escala, y establecer arreglos organizacionales flexibles, que estimulan el emprendimiento, la innovación y la eficiencia agregada, clave para crecer sustentablemente. Así, la confianza configura el capital social que hace posible, en lo económico, la producción y el intercambio, y en lo político, el buen funcionamiento del Estado, la estabilidad institucional y la consolidación de la democracia.

La degradación reciente de la confianza en el mundo no es casual. Al menos dos hechos emergen: la crisis subprime desnudó la poca profundidad de muchos mercados y nos recordó el persistente peligro de la captura regulatoria; y el desarrollo y diseminación de tecnologías que facilitan el acceso y control de una enorme cantidad de datos conforman un reto colosal. Porque este avance en lo digital, que a priori parece solo positivo, está limitando la exposición a fuentes de información diversas y, exacerbado por sesgos cognitivos, promueve la diseminación de noticias falsas. En este contexto, la lógica técnica que exige el proceso de diseño e implementación de reformas ha sido en parte reemplazada por la emocionalidad y la casuística cotidiana, favoreciendo el populismo. Con todo, la desconfianza en la intelectualidad ha trasladado la discusión desde las instituciones que deben procurar su elaboración racional hacia las redes sociales, fijando frecuentemente la agenda de políticos que privilegian incorporar lo popular en sus propuestas, incluso sin importar su factibilidad.

En Chile, esta crisis global se exacerba, porque pese a todo lo avanzado, carecemos de la competitividad y meritocracia de las naciones más avanzadas y de un Estado capaz de actuar pronto y bien, lo que permite que la política y las empresas sean instrumentos de privilegio para las élites. Y se alimenta la deslegitimidad del Estado y del mercado.

Entonces, ¿cómo resolver este entuerto? Contra la creencia habitual, la evidencia enseña que un aumento en la libertad económica es positiva para la confianza institucional y, a partir de cierto punto, también lo es para la confianza interpersonal (ver Balmaceda et al., 2020). Para la crisis actual, por consiguiente, el antídoto sería la profundización del modelo, más que su reemplazo, entendido este como una democracia liberal, apoyada en la desconcentración del poder y las ventajas del mercado global. Y, para ello, es imperativo aumentar la intensidad de la competencia y transparencia en todos los sectores, eliminar la corrupción y modernizar el Estado, de modo que, mediante políticas eficaces, mejoren las oportunidades y termine el desperdicio de recursos públicos. Lo anterior, sumado a un aumento de la calidad —más que de la cantidad— de la educación, es instrumental para acabar con las desigualdades no explicadas por el mérito, fortalecer la democracia y generar mayor prosperidad individual y social.

Felipe Balmaceda
Raphael Bergoeing

Universidad Diego Portales

9,1 millón de afiliados han retirado US$ 15.866 millones de sus AFP’s

Un nuevo balance de la Superintendencia de Pensiones arrojó ayer que los pagos por efectos del retiro del 10% ya suman US$ 15.866 millones e involucran a 9,1 millones de personas.

En cuanto al tipo de afiliado, 446 mil son pensionados o están tramitando su jubilación, 8,6 millones son activos y más de 30 mil son beneficiarios de pensión de sobrevivencia.

Respecto a quienes han pedido la totalidad de sus fondos, el número se mantiene en 1,9 millones de personas, recibiendo en promedio un monto de $ 409 mil.

En cuanto a las solicitudes, el 95,9% han sido aceptadas, el 1,6% se encuentra en trámite y el 2,5% ha sido rechazada. (DF)

Amnistía pide investigación penal contra altos mandos de Carabineros

Amnistía Internacional presentará este miércoles su informe final sobre la situación de protestas en Chile, en el que concluye que los altos mandos de Carabineros deberían ser investigados por violaciones a los Derechos Humanos cometidos durante el estallido social.

“Ojos sobre Chile: Violencia policial y responsabilidad de mando durante el estallido social” es el nombre del reciente informe, el cual será presentado oficialmente a las 11 horas de este miércoles, y donde se detalla la actuación de oficiales de Carabineros entre el 18 de octubre y 30 de noviembre de 2019.

Entre las conclusiones del citado documento, se estableció que se cometieron graves violaciones a los Derechos Humanos, entre ellos, el derecho a la integridad personal de los manifestantes de manera generalizada.

“Los mandos estratégicos de Carabineros permitieron la comisión de actos de tortura y malos tratos en contra de manifestantes», denuncia la directora para las Américas de Amnistía, Erika Guevara Rosas, quien agrega: “La cadena de omisiones que Amnistía Internacional identificó a lo largo de las rutas institucionales que podrían haber puesto fin a las violaciones de Derechos Humanos por parte de los mandos estratégicos de Carabineros, evidencia que lejos de ser hechos aislados cometidos por funcionarios actuando por cuenta propia, se habrían cometido en base a una política cuyo fin último era desalentar la protesta social”.

Asimismo, Amnistía afirma que, al margen del lapso de tiempo analizado, se siguieron registrando casos de uso excesivo de la fuerza policial hasta mediados de marzo pasado, cuando la pandemia por Covid-19 hizo cesar temporalmente las protestas. De hecho, la organización citó como ejemplo de nuevos episodios de violencia la reciente caída de un adolescente de 16 años desde el puente Pio Nono hacia el Río Mapocho, hecho por el cual está formalizado por homicidio frustrado el carabinero Sebastián Zamora.

REFORMA DE CARABINEROS

Amnistía sostiene que el uso excesivo de la fuerza y la impunidad en el seno de Carabineros por violaciones de Derechos Humanos no son exclusivas de los hechos acontecidos desde octubre de 2019, sino que, manifiesta, son parte de “un patrón histórico, que pone en evidencia la necesidad de reformar estructural y profundamente la institución, incluyendo mecanismos eficaces e independientes para el control y la rendición de cuentas”.

Tras su análisis, Amnistía llegó a la conclusión de que existen razones para considerar que al menos el general director, Mario Rozas; el general subdirector, Diego Olate; y el director de Orden y Seguridad de Carabineros, Ricardo Yáñez, habrían tenido conocimiento de las violaciones de Derechos Humanos a través de información pública y oficial.

Por otra parte, reportes internos informaron de las reiteradas y graves lesiones causadas con la munición disparada con escopetas o con bombas lacrimógenas. Entre las que destacan el trauma ocular, con 347 casos al 30 de noviembre de 2019. Número que ascendía a 460 para marzo de este año, de acuerdo con el Instituto Nacional de Derechos Humanos.

De igual manera, Amnistía argumenta que los citados mandos estratégicos tardaron un mes en limitar el uso de la munición y nunca llegaron a prohibirla, a pesar de existir un informe interno que mostraba su peligrosidad. Así mismo, también estima que la creación de un equipo para asesorar al general director de Carabineros tampoco supuso cambios en la estrategia y planificación en la gestión de las operaciones.

SANCIONES DISCIPLINARIAS

Según Amnistía, durante el período analizado prácticamente no hubo sanciones disciplinarias, a pesar de que había más de 4.000 denuncias ante la Fiscalía en contra de oficiales de Carabineros. De las 170 sanciones anunciadas por la institución policial en el mes de julio de 2020, únicamente 16 conllevaron el cese del puesto, afirma la organización.

En otros casos, a pesar de que oficiales de Carabineros aceptaron su autoría en las lesiones graves, no fueron sancionados, lo cual, según la ONG, permitió que funcionarios involucrados en violaciones de Derechos Humanos permanecieran en sus puestos, y alentó la repetición de violaciones debido a la impunidad imperante en la institución.

Guevara Rosas resalta que “oficiales de Carabineros reprimieron las protestas disparando munición altamente lesiva, de amplia dispersión y contraria al estándar internacional sobre uso de la fuerza”.

Sin embargo, dice, “lejos de prohibir estos balines de goma y metal como munición antidisturbios, como se debería haber hecho, fueron disparados de manera descontrolada, en ocasiones con la intención de dañar a los manifestantes, o sabiendo que era probable que ocurriese”. “Esta estrategia de impunidad se vio favorecida por la falta de trazabilidad de la munición empleada, debido a que no quedaban huellas en el arma desde la que se disparaba”, agregó.

Por otra parte, la ONG también pone en tela de juicio la actuación de ciertos mandos operativos de la Región Metropolitana, como el jefe de Zona Metropolitana (STGO1) o el jefe de Zona de Orden, Control e Intervención (STGO4), quienes, según el informe, tampoco habrían ejercido un debido control sobre sus subordinados, “como era su obligación», lo que conllevó a que coordinaran operaciones en las que oficiales de las Fuerzas Especiales dispararon su armamento de forma indiscriminada y hacia zonas corporales de alta letalidad, según consigna Amnistía.

“El hecho de que estos mandos operativos de la Región Metropolitana dirigieran y coordinaran las operaciones y estuvieran directamente implicados en violaciones de derechos humanos, habría alentado al resto de sus subordinados a operar de la misma manera en contra de manifestantes”, indica Guevara Rosas.

FALTA DE CONTROL GUBERNAMENTAL

Según el informe de Amnistía Internacional, los intentos del Ejecutivo fueron “insuficientes” y el discurso de apoyo a la labor de Carabineros favoreció la continuidad de dicha estrategia.

“Se deben deslindar todas las responsabilidades políticas, administrativas e incluso penales, hasta el máximo nivel, de todas aquellas personas que en su posición de garantes conocían o debieron conocer la magnitud de las violaciones de derechos humanos y no las evitaron, aunque tuvieron la capacidad y la obligación de hacerlo”, recalca Guevara Rosas.

Para la responsable de Amnistía, “si algo puso en evidencia esta crisis es que la institución de Carabineros está obsoleta y necesita adecuarse a las necesidades de la población, sometiéndose al poder civil de manera plena, y ejerciendo sus funciones desde el absoluto respeto a los Derechos Humanos, la transparencia y la rendición de cuentas”.

En cuanto al plebiscito del 25 de octubre, Amnistía considera que el proceso para la adopción de una nueva Constitución “es una oportunidad histórica que debe permitir que los derechos económicos y sociales demandados por la población se garanticen para todos”.

Según Guevara Rosas, “la Fiscalía Nacional y el poder judicial tienen una labor titánica por delante, pero crucial para el bienestar del país: terminar con la tradición de impunidad de las violaciones de Derechos Humanos cometidas por Carabineros”. “La justicia, la verdad y la reparación a las víctimas es el mejor remedio para un país herido”, concluye. (La Tercera-Europa Press)

Víctimas olvidadas

El 23 de septiembre se cumplieron tres años desde la entrada en vigor de la Ley 21.030, que despenalizó el aborto en tres causales. Aunque los pronósticos sobre la cantidad de mujeres que requerirían el procedimiento están lejos de haberse cumplido, más de mil vidas de individuos humanos fueron segadas en el vientre materno. Según el Ministerio de Salud, en los dos primeros años (2017-2019) hubo un total de 1.117 IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo), mientras que entre enero y junio de 2020 se practicaron 228, o sea, en tres años la ley ha implicado la muerte de más de 1.300 no nacidos. Y a estas víctimas deben añadirse las madres que, ante la falta de apoyo del padre y un sistema machista que, con la excusa de la autonomía reproductiva, las abandona, consintieron que un médico diera muerte a su propio hijo, infiriéndose una herida que quedará gravada a fuego por el resto de sus días.

Pero esto no lo ve el feminismo radical, como tampoco que al menos la mitad de los no nacidos son mujeres que no podrán llegar a gozar de la equidad de género que se reclama para las mujeres ya nacidas.

Es más, en una nota de La Tercera se da cuenta de que por la pandemia los abortos habrían disminuido en comparación con el primer semestre del año anterior. Los expertos entrevistados, en lugar de alegrarse por que haya una disminución de pérdida de vidas, se muestran preocupados y llaman a facilitar el acceso a estos procedimientos.

Lo más decepcionante es que el masivo y versátil movimiento a favor de la vida que se generó para impedir la aprobación de la ley, una vez que esta fue publicada, se desvaneció. Esto ratifica que los sectores que defienden los valores humanos son más legalistas que los de la izquierda progresista; y que cuando pierden la batalla contra una ley inicua y esta sale publicada en el Diario Oficial piensan que ya no hay nada que hacer y asumen que es inamovible.

En esto debiéramos aprender del “iusnaturalismo” de los sectores de izquierda: si les parece que algo es justo luchan tenazmente, aunque se apruebe una ley en contra, y no descansan hasta derogarla o restringir su alcance. Y si la ley aprueba su causa parcialmente, siguen insistiendo para que se extienda. No extraña así que los únicos proyectos de ley presentados después de la Ley 21.030 tengan por objeto facilitar la “interrupción del embarazo”. En cambio, ninguno se ha presentado para derogar esa ley, restringir su eficacia o añadir más exigencias. Las más de 1.300 muertes prenatales, que implican más de 1.300 mujeres que cargarán con el trauma del aborto, son consideradas un frío número estadístico: víctimas olvidadas que nadie quiere ver.

Ni siquiera ha habido alguna evaluación objetiva sobre cómo se están aplicando las causales, sobre todo las de patología congénita y violación. Invocando esta última, en tres años se han hecho más de 200 abortos y no se sabe de denuncias o querellas ni condenas contra el agresor. El violador queda impune mientras se aplica una pena de muerte a la criatura inocente. El abortado podría decir, parafraseando a Segismundo en “La vida es sueño”, que su único delito fue ser concebido.

La Contraloría, así como ha comenzado a fiscalizar a los altos mandos de Carabineros, debiera auditar cómo se está aplicando la ley y verificar si las causales esgrimidas son reales. Porque si no se cumplen los requisitos exigidos no rige la despenalización y habrá aborto punible.

La sociedad civil debe volver a organizarse para defender de manera creativa y sin agresividad la vida y dignidad de todo ser humano. Se dará así una base de apoyo a los parlamentarios y ministros del Gobierno para que se animen a presentar, a lo menos, proyectos de ley que ayuden a las mujeres con embarazos difíciles, que les permitan evitar la lacerante decisión de abortar.

Ese movimiento debiera servir también para que en la discusión constitucional que se avecina —sea que gane el Apruebo o el Rechazo—, se establezca en la Constitución una más clara y categórica defensa del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. ¿O es que los derechos sociales universales de los que tanto se habla serán solo para los y las que hayan logrado nacer? (El Mercurio)

Hernán Corral