Página 162

Japón cambia su postura de defensa

En medio de un escenario geopolítico cada vez más complejo, Japón, la cuarta economía más grande del mundo, se encuentra en pleno proceso de actualizar su doctrina de defensa. Recordemos que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la política de defensa de Japón ha estado centrada en el Tratado de Seguridad con EU y limitada por su Constitución, que restringe a las fuerzas militares japonesas a realizar únicamente acciones defensivas, no ofensivas.

La elección de Sanae Takaichi en octubre, la primera mujer ministra de Japón, es parte de este cambio acelerado de pensamiento, pues Takaichi retoma la visión del finado Shinso Abe, que buscaba revertir la Constitución para que Japón tome un papel más asertivo en la región y en el mundo. Como motor de ese cambio, Japón busca incrementar su presupuesto militar de 1.4% de su PNB en 2025 a 2% en 2030, con lo que espera pasar de 56 mil millones de dólares a 80 MMDD.  Incluso, se ha llegado a mencionar la intención de acelerar este crecimiento para 2027.

La gran mayoría de esta inversión se llevará a cabo en adquisición de armamento, equipo militar, así como proyectos de investigación para el desarrollo de nuevas tecnologías. Japón se encuentra desarrollando un cañón naval electromagnético que le permitirá disparar proyectiles a distancias y velocidades mucho mayores que un cañón convencional y se encuentra desarrollando una panoplia de nuevas tecnologías incluyendo sistemas de propulsión y materiales avanzados para el Programa de Combate Aéreo Global (GCAP), este último en conjunto con Italia y Reino Unido.

Como parte de esta cooperación militar con Reino Unido, Japón planea desplazar un escuadrón de aviones interceptores Boeing F-15 construidos por Mitsubishi, para mejorar la defensa aérea inglesa. Japón también anunció que planea desplazar unidades más pequeñas de interceptores F-15 a Alemania y Canadá, junto con aviones de transporte estratégico Kawasaki C-2 y aviones cisterna. Japón está ejercitando sus músculos.

La doctrina japonesa conlleva otra revolución, tras la compra de 400 misiles Tomahawk a EU. Estos misiles crucero tienen un alcance de hasta 1,600 km y están siendo montados a bordo de buques de superficie, representan un arma disuasoria poderosa, al mismo tiempo que modifica sus buques portahelicópteros para que se conviertan en portaaviones ligeros.

Más señales para Rusia, China y Corea del Norte de que su doctrina está cambiando.  Japón intensificó un programa de ayuda militar a Malasia y Filipinas en un esfuerzo por contrarrestar la influencia de China, mientras que Takaichi se reunió con el representante de Taiwán durante la reciente reunión de la APEC en Sudcorea, anunciando que la cooperación entre ambos va a intensificarse.

La Armada Australiana seleccionó a la clase Mogami, para su programa de fragatas de nueva generación, lo que se convirtió en la primera venta militar al extranjero de una fragata japonesa. Nueva Zelandia anunció interés en la misma clase. Japón está transicionando de un modelo de autodefensa dependiente de EU, a un modelo de Defensa Colectiva que amplía significativamente tanto sus capacidades como su abanico de operación. (El Heraldo de México)

Íñigo Guevara Moyano

Director de la Compañía de Inteligencia Militar Janes

Profesor adjunto en el programa de estudios de seguridad de la Universidad de Georgetown en Washington DC

Reingeniería social-Cristián Stewart

Cuando los gobiernos llegan a su fin, inevitablemente surge la pregunta sobre su legado. Si bien son pocas las cuentas alegres que pueden mencionarse al respecto por parte del gobierno de Boric, es interesante y también preocupante cómo han intentado formular -influidos por el postmarxismo y post estructuralismo- experimentos de reingeniería social a través de insignes proyectos de ley, aunque no todos gocen del mismo nivel de popularidad o conocimiento público.

Ejemplos hay varios.

Partamos con el anunciado gran proyecto de ley que crea el Sistema Nacional de Cuidados. En un acertado diagnóstico sobre la necesidad de mejorar las condiciones para tanto cuidadores como personas que necesitan de cuidados, el proyecto no sólo omite deliberadamente los derechos y deberes de los padres, sino que busca desfamiliarizar los cuidados como si los grandes dolores familiares y sociales pudieran terminarse al quitar “determinadas cargas” de los individuos. Las familias necesitan ayuda, y mucha, pero la solución no va por reconfigurar las relaciones familiares y traspasar al Estado las cargas, sino por generar las condiciones que permitan que estas puedan realizar de mejor manera los deberes que surgen de los vínculos humanos. La soledad que viven los adultos mayores y el creciente sentimiento de aislamiento que viven los jóvenes debiese llevarnos a reforzar los vínculos humanos, y no a insistir en reemplazarlos de forma burocrática.

El FES es otro ejemplo de reingeniería social. En lugar de fortalecer la calidad de la educación superior, se busca reordenarla. Se promete mayor acceso y justicia, a cambio de instalar un modelo cerrado y dependiente, donde las instituciones pierden autonomía para ajustarse a criterios fijados desde el Estado y los estudiantes pierden oportunidades en un modelo de financiamiento que en sí mismo es un experimento. Quienes no lo hagan quedarán fuera o confinados a nichos segregados, y sectores medios -sin alternativas fuera del esquema- terminarán pagando varias veces su carrera. Sin estudios serios sobre su impacto, el FES sacrifica pluralidad, sostenibilidad y libertad académica en nombre de una equidad que solo existe en el discurso. No es una reforma, es una reingeniería del sistema, diseñada para moldear la educación según la narrativa del poder.

Quizás el más ilustrativo -aunque desconocido a su vez- es el caso  del proyecto de ley de Salud Mental Integral. En resumen, pretende eliminar los hospitales psiquiátricos de larga estadía y reemplazarlos por una red comunitaria inexistente. Sin infraestructura, profesionales ni recursos, la medida no fortalece la salud mental, la destruye. Jugando con las expectativas ciudadanas en un contexto marcado por nuevos desafíos en la atención de la salud mental, en lugar de tomar acciones en la prevención, capacitación, atención y financiamiento (inexistente), su implementación podría terminar por abandonar a quienes más necesitan ser acompañados.

Para finalizar, otro tanto puede decirse de convivencia escolar. En lugar de reconocer la importante labor de familias y profesores en la educación de los niños y de facilitar el ejercicio de la autoridad en evitar la violencia creciente que se genera por naturales conflictos, se pretende protocolizar y burocratizar a través de consejos, comités y reglamentos, soluciones que los propios colegios podrían determinar en el legítimo uso de su autonomía.

La ideología consiste en anteponer las propias ideas a la misma realidad. El problema de empujar proyectos ideológicos de reingeniería social no es sólo experimentar con la realidad, forzándola erradamente a que sea distinta, sino que la humanidad termina por desnaturalizarse, y con ello resurgen nuevos desafíos y dolores que fuimos incapaces de prever. El Estado debe actuar para el ser humano, y no para deshumanizar nuestra propia naturaleza. (El Líbero)

Cristián Stewart

¿Polarizados?

La polarización tiene una capacidad exponencial de reproducirse, lo que la transforma en una de las pestes más mortales y difíciles de erradicar cuando penetra con cierta intensidad en el cuerpo social. Si llega a niveles de odio, los mecanismos de curación se tornan improbables y dolorosos.

La polarización no es solo la distancia que nos separa en los temas que nos dividen, sino también y, sobre todo, como bien lo ha apuntado y medido el Estudio Nacional de Polarizaciones 2025 (3xi y Research, disponible en la web), aquella que media entre las posiciones que creemos tienen los que piensan distinto y las que ellos realmente tienen, en los temas que nos importan de la vida en común. Cuando se hace significativa esa distancia entre lo que los otros piensan de esos problemas y lo que nosotros creemos que los otros piensan acerca de ellos, es señal de que no nos escuchamos; ya no solo no intentamos empatizar, sino que no sintonizamos; cuando, raramente, escuchamos a los distintos, solemos hacerlo “interpretados” por un tercero parecido a nosotros, y cuando nos vemos forzados a oírlos directamente, lo hacemos no para comprender lo que dicen, sino para reafirmar el estereotipo que nos hemos hecho de ellos. Solemos “extremar” al otro para así poder reafirmarnos; pero, a una cierta altura de ese “extremarlo”, el otro que hemos inventado se constituye en amenaza. A un cierto nivel de esa pendiente —como ocurrió durante la Unidad Popular y exacerbó el discurso contra el “cáncer marxista” del gobierno militar—, el otro pasa a ser enemigo y se necesita y justifica exterminarlo.

En niveles menos intensos, la polarización dificulta los entendimientos que exige la política. Los ánimos se acaloran entre políticos que creen estar llamados a dar testimonio y no a mostrar logros. Entonces, los gobiernos son cada vez menos realizadores y pasamos de los ciclos largos a la alternancia continua y, luego, a los vaivenes pendulares.

No es malo entonces medirnos en esta materia y tomar conciencia del riesgo país que enfrentamos. El estudio que comentamos muestra que las mayores brechas —y que van en aumento— entre lo que piensan los de derecha y los de izquierda se dan en las percepciones sobre el gobierno militar, en la carga tributaria conveniente para activar la economía, en el debido equilibrio entre productividad y medio ambiente, y en las facultades que deben tener los carabineros para combatir la delincuencia. Estas son las diferencias reales. En las tres últimas, necesitamos con urgencia políticas de Estado, que sean estables.

Otras son las brechas subjetivas; los prejuicios falsos acerca de lo que piensan los otros. Los de izquierda piensan que los de derecha son mucho más conservadores en materia de aborto, partidarios de la autodefensa y de la privatización de lo que en realidad son. Por su parte, los de derecha piensan que los de izquierda son mucho más permisivos con la migración y más partidarios de subir los impuestos a todo trance de lo que estos mismos lo son. Se trata de equívocos capaces de subir artificialmente la animadversión.

La última encuesta CEP también muestra que aumentan levemente en relación con el 2021 las personas de derecha con opiniones negativas acerca de la gente de izquierda (de 50 a 54%) y algo más significativamente las de la gente de izquierda con opiniones negativas acerca de la gente de derecha (de 30% a 41%).

Aumenta la polarización, pero, a un tiempo, grupos inmensos de votantes han oscilado en sus preferencias en los últimos años de un extremo a otro del espectro político. Cambiamos de idea, pero aumentamos la intolerancia. Es posible entonces que lo que esté aumentando no sea tanto la polarización como la frustración hacia la política y la consecuente rabia; que los chilenos estén dispuestos a cambiar de opinión, pero aun así aumenten su distancia con los que piensan distinto. Si ello fuere el caso, la demagogia y la insustancialidad que hemos visto en esta campaña en los temas de seguridad volverá a pasarnos la cuenta.

A pocos días de las elecciones, tal vez la pregunta más relevante para los electores no sea tanto con quién nos identificamos, sino quién nos parece más confiable para conducirnos, en un clima de mayor concordia, serenidad y franqueza, hacia el logro posible de lo que nos une. Por mi parte, confieso no tenerlo aún del todo claro. (El Mercurio)

Jorge Correa Sutil

Tensiones en la derecha: incierta unidad para la segunda vuelta

A solo once días de la primera vuelta, el ambiente en la oposición se ha vuelto turbulento, evidenciando profundas fisuras y la complejidad de una futura unidad. El último foco de conflicto lo generó el video musical de Evelyn Matthei, una mezcla de trap y reguetón, cuya letra —»No soy Kast, no soy Jara, soy Evelyn mirando pa’ delante»— molestó profundamente a sus socios del Partido Republicano. La crítica explícita a José Antonio Kast reenfocó la atención en la «primaria de la derecha», justo cuando Matthei había intentado apaciguar controversias previas sobre el uso de bots.

El propio Kast reaccionó al material audiovisual, señalando que el video «se hace mal ella misma» y daña la posibilidad real de derrotar a la candidata de la izquierda, Jeannette Jara, en primera vuelta. Aunque el comando de Matthei defendió el video como una estrategia para conectar con los jóvenes y generar conversación, en la interna de Chile Vamos también generó malestar, con dirigentes cuestionando la utilidad de criticar a Kast a estas alturas de la campaña, a pesar de que el material fue visado por el comité político. Matthei defendió la decisión, afirmando que «estamos marcando las diferencias y no hay nada de malo en ello».

La inminente primera vuelta ha convertido el balotaje en una conversación obligada, con todos los sectores asegurando su apoyo al candidato opositor que enfrente a Jara, pero con condiciones y desconfianza. El presidente del Partido Republicano, Arturo Squella, afirmó que la canción «por supuesto que no ayuda» y llamó a concentrar el voto en Kast para asegurar su paso al balotaje. Squella insistió en que el sector debe unirse para derrotar a la «candidata de la continuidad». En el Partido Republicano sospechan que Matthei busca «excusas» para tomar distancia de Kast, cuyo apoyo en segunda vuelta la exalcaldesa ha eludido confirmar, postergando la decisión para el 17 de noviembre.

Pese a las tensiones, los republicanos aseguran que ya hay contactos con gente de Chile Vamos, incluyendo parlamentarios y dirigentes, que han transmitido su disposición a sumarse a Kast en segunda vuelta. En Chile Vamos, por su parte, confían en que será Matthei quien pase al balotaje, gracias a la existencia de un «voto oculto» y un empate técnico entre los tres candidatos, y aseguran que los republicanos no dudarán en apoyarla. Tanto en Chile Vamos como en Republicanos esperan que la noche del 16 de noviembre sea una «fiesta» para el candidato ganador, aunque ambos aspiran a que haya gestos de unidad.

Un tercer factor de tensión es la candidatura de Johannes Kaiser, cuyo crecimiento en las últimas semanas está peleando voto a voto con los otros candidatos de derecha. El jefe de campaña de Kaiser, Cristián Labbé, advirtió que si sus contendores quieren sumarse a Kaiser en segunda vuelta, «van a tener que llegar más humildes» y aceptar que la columna vertebral de la campaña de Kaiser no sea modificada. El propio Kaiser confirmó su posición anticomunista: «Si no pasamos a segunda vuelta, los Nacional Libertarios vamos a apoyar a quién sea que compita con Jara. El anticomunismo es a cualquier precio».

La UDI, a través de su presidente Guillermo Ramírez, ha insistido en que su partido apoyará a quien enfrente al PC, aunque figuras de RN, como el senador Manuel José Ossandón y Mario Desbordes, se han mostrado reacios a un eventual apoyo a Kaiser. Ramírez replicó a Kaiser que la actitud de poner «condiciones, conspira contra ese propósito» de unidad. Finalmente, Kast intentó bajar el tono a las polémicas, atribuyéndolas a la «ansiedad» de los últimos diez días de campaña, y afirmó estar convencido de que el «llamado patriótico» obligará a todos a unirse para derrotar a la izquierda radical. (NP-Gemini-Emol-Agencias)

Construyendo nuestro futuro común

Europa, América Latina y el Caribe siempre han sido socios naturales. Hoy, en un mundo cada vez más inestable, nuestra determinación es acercarnos todavía más y reforzar nuestros lazos de amistad. La próxima Cumbre Celac-UE, que tendrá lugar el 9 de noviembre en Santa Marta (Colombia), nos brinda una oportunidad única para hacerlo.

Nuestra amistad se asienta sobre valores comunes, fundados sobre la democracia y la libertad. Todos defendemos la apertura, la cooperación y un orden multilateral basado en reglas. Y, cuando pensamos en el futuro de nuestros hijos, compartimos las mismas esperanzas y responsabilidades: garantizar su seguridad y su prosperidad, y proteger el planeta que heredarán.

Esta es la visión que debe guiarnos en esta cumbre. Reforcemos nuestros lazos. Tendamos puentes entre nuestros pueblos, que tanto comparten: un rico patrimonio cultural, lenguas y valores. Y, sobre todo, sigamos integrando nuestras economías.

Partimos de una sólida base. Europa es el principal inversor extranjero en la región. Las empresas europeas sustentan directamente unos tres millones de puestos de trabajo en América Latina y el Caribe. Y hay potencial para mucho más.

El comercio entre la UE y los países de la Celac ha crecido más de un 45% desde 2013. Y vamos a seguir expandiendo nuestra red de acuerdos comerciales hasta que prácticamente toda América Latina y el Caribe comercien libremente con la Unión. Aunque otros en el mundo hoy puedan sentirse tentados por el proteccionismo, que cierra puertas y plantea el comercio como una amenaza, nosotros apostamos por lo contrario: más comercio, más inversión y más cooperación.

Juntos somos fuertes. Juntos combinamos innovación tecnológica, una biodiversidad excepcional, conocimientos técnicos y un enorme potencial en el terreno de las energías renovables. Juntos construiremos industrias estratégicas en sectores como el hidrógeno verde, las tecnologías limpias, las materias primas críticas y la economía circular. La UE va a seguir trabajando para invertir más fondos y atraer más capital privado. Podemos ayudar a convertir la Celac en una de las regiones más atractivas del mundo para hacer negocios, creando empleos de calidad y crecimiento sostenible a nivel local. Así es como Europa construye sus alianzas: pensando en el beneficio mutuo y en la prosperidad compartida.

Ese es el espíritu de Global Gateway, el plan de inversiones de Europa para el mundo. A través de sus más de cien proyectos en la región, estamos desarrollando los mercados e interconexiones de electricidad regionales para ofrecer a los ciudadanos una energía más limpia y más asequible. Estamos avanzando en la conectividad digital, llevando internet a las zonas más remotas del Amazonas y reforzando la soberanía tecnológica en la región.

Finalmente, queremos intensificar nuestra cooperación en materia de seguridad y de lucha contra la delincuencia organizada y el tráfico de drogas, reforzando las operaciones conjuntas y la colaboración entre nuestras fuerzas del orden y sistemas judiciales. También nos comprometemos a estrechar nuestra cooperación en el mar para desmantelar redes delictivas.

Además, estamos colaborando para paliar los devastadores efectos del cambio climático. La destrucción ocasionada por el huracán Melissa ha sido un doloroso recordatorio de esa realidad. Estamos totalmente comprometidos a seguir trabajando juntos para mejorar la preparación frente a estos fenómenos, invertir en su monitoreo y aprender de nuestras respectivas experiencias para afrontar este desafío mundial.

Emprendo mi viaje a Santa Marta con una firme convicción: América Latina, el Caribe y Europa pueden enviar un potente mensaje común al mundo, el mensaje de que la apertura y la asociación son auténticos motores de oportunidades y prosperidad para nuestros ciudadanos. Hagamos realidad esa visión. Por nuestros ciudadanos. Por el futuro que compartimos. (El Mercurio)

António Costa

Presidente del Consejo Europeo y copresidente de la Cumbre Celac-UE.

El costo político de no planificar-Magdalena Vicuña

A días de una nueva elección presidencial, vale recordar que planificar la ciudad es una de las formas más efectivas de hacer política pública. En el espacio urbano se acortan o profundizan las brechas de equidad y se reconstruye la pertenencia de los grupos postergados. Una vereda ancha, segura e iluminada es política social; un barrio mixto, con vivienda asequible, servicios, equipamiento y transporte es política de seguridad; un plan regulador que protege áreas verdes y zonas de valor ecológico es política climática.

Planificar permite definir una hoja de ruta que coordine instituciones, priorice recursos y articule vivienda, transporte, medioambiente, desarrollo económico, equidad social y sostenibilidad. No hacerlo supedita la ciudad a los intereses del mercado. ¿Resultado? Barrios segregados, personas viviendo lejos de sus empleos, centros históricos desvalorizados, bordes costeros presionados por la expansión inmobiliaria y periferias abandonadas.

Pese a los avances de municipios, gobiernos regionales y gobierno central, aún estamos lejos de ver la planificación como parte esencial de la gestión del territorio. ¿Serán capaces las futuras autoridades de pensar la ciudad más allá de su mandato?

Ello implica, además, reconocer nuevas tendencias: la inteligencia artificial que redefine los lugares de trabajo; el envejecimiento de la población y del parque habitacional; la baja natalidad y el decrecimiento del tamaño de los hogares; un déficit habitacional crítico; una creciente diversidad cultural; territorios ecológica y productivamente frágiles, y un cambio climático que incrementa la vulnerabilidad frente a amenazas naturales.

El 8 de noviembre, Día Mundial del Urbanismo, ofrece la oportunidad de subrayarlo: planificar es vital para el bienestar social. La ciudad puede ser aliada en la mejora de la calidad de vida y la sostenibilidad ambiental si se aborda desde una mirada articulada y de conjunto. Urbanismo es decidir hoy cómo queremos vivir mañana. (La Tercera)

Magdalena Vicuña

Decana Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos UC.

La voz de Taiwán en Europa y lo que América Latina debe considerar

La intervención de la vicepresidenta taiwanesa Bi-khim Hsiao en Bruselas no solo evidenció la presión constante que China ejerce sobre Taipéi. Lo relevante es que Europa mostró disposición a ejercer su autonomía diplomática sin subordinar su agenda a la sensibilidad política de Beijing. Este cambio merece atención en América Latina, especialmente en un momento en que la región necesita definir una política exterior coherente y de largo plazo.

Un mensaje dirigido al mundo, no solo a Asia

Hsiao sostuvo ante parlamentarios europeos que la estabilidad del Estrecho de Taiwán es esencial para el comercio global y para el funcionamiento de las cadenas tecnológicas que sostienen sectores industriales clave. Según reportó Jornal do Comércio, la disputa en torno a Taiwán afecta directamente a las economías conectadas al mercado global, incluida América Latina. No se trata de una cuestión lejana. El impacto es concreto.

Europa tomó una decisión política, no simbólica

Durante años, varias capitales europeas evitaron otorgar visibilidad oficial a autoridades taiwanesas para mantener relaciones fluidas con China. La decisión del Parlamento Europeo de abrir espacio a una vicepresidenta taiwanesa marca un giro. No es una expansión diplomática de Taipéi. Es Europa afirmando su capacidad de definir interlocutores sin aceptar restricciones externas.

Esto refleja algo clave: la política exterior vuelve a ser un ejercicio de soberanía, no una administración de temores.

Dependencia estratégica y autonomía tecnológica

Hsiao insistió en que la cuestión central no es militar, sino tecnológica. Cuando un país depende de un único actor estatal para insumos críticos o infraestructura digital, renuncia a parte de su capacidad de decisión. La autonomía tecnológica es hoy un componente directo de la autonomía política. Las democracias que no lo comprendan enfrentarán vulnerabilidades estructurales.

La reacción de Beijing ya no determina el resultado

China criticó la intervención, como lo ha hecho durante décadas ante todo contacto oficial con Taiwan. Pero esta vez la reacción no modificó el curso de los hechos. Europa no retrocedió. Lo significativo no es el reclamo, sino el límite de su eficacia.

Un cambio en el sistema internacional

La competencia entre China y las democracias no se define por aranceles ni fotografías diplomáticas. Se expresa en quién establece estándares tecnológicos, quién controla los datos y quién sostiene las reglas del comercio global. La eventual incorporación forzada de Taiwán alteraría esa ecuación y enviaría una señal visible sobre el costo de defender una democracia en el siglo XXI.

Lo que América Latina debe considerar

China es un socio económico relevante para la región, desde el cobre chileno hasta la soja brasileña y la manufactura mexicana. Pero la política exterior de Estado no se construye sobre dependencia coyuntural, sino sobre interés nacional sostenido en el tiempo.

Relacionarse con Taiwán no implica romper con Beijing. Implica ejercer autonomía estratégica. La experiencia comparada muestra que, cuando un país sostiene una posición clara y predecible, China continúa dialogando, porque también tiene intereses en juego.

Conclusión: definir antes de reaccionar

El caso de Taiwán evidencia que las regiones que definen sus propias prioridades influyen en el orden internacional. Las que solo reaccionan, lo padecen.

América Latina tiene margen para actuar. La cuestión es si tiene la voluntad política para ejercerlo.

Andrés Liang

Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica

Presidente Boric va a Bolivia

Tras el anuncio de que el Presidente Boric decidió asistir a la toma de posesión del Presidente electo Rodrigo Paz, en Bolivia, parece oportuno dar a conocer algunas reflexiones sobre su participación en la transmisión del mando de nuestro vecino.

En primer lugar, se constata la genuina satisfacción (no exenta de ironía), que genera en la oposición chilena la presencia de Boric en La Paz, en un momento histórico que pone fin a 20 años de predominancia del MAS (Movimiento al Socialismo). Será especialmente significativo vernos representados al más alto nivel, cuando el mando pase de manos del Socialismo del Siglo XXI,  al Presidente Paz, quien ganó la elección teniendo como promesa central de su campaña, el lema “capitalismo para todos”. Para quienes adscriben a las ideas de derecha, es más gratificante aún estar representados por quien ha sostenido tener el sueño no cumplido de “terminar con el capitalismo”.

Será asimismo muy emblemático enviar al mandatario como testigo privilegiado de las primeras medidas que indican el cambio de ciclo en Bolivia, entre las cuales se cuenta -en lo simbólico-, la reinstalación del tradicional escudo nacional boliviano y -entre los asuntos de fondo-, la liberación de la expresidente Jeanine Áñez, cuya calidad de presa política fue ignorada por la izquierda del castrochavismo latinoamericano por años, escudándose tras la falsa acusación de “golpismo” con la cual escondieron toda la manipulación del voto popular que llevó a la caída del gobierno de Evo Morales en 2019. Hacernos representar por el jefe de Estado operará como una manera de hacerle expiar la culpa de nunca haber hecho saber su preocupación por la injusta situación de Jeanine Áñez, pese a ser un férreo defensor de los derechos humanos. 

Finalmente, el mayor significado de la presencia de Boric en La Paz será la de poner fin a la influencia del sistema bolivariano en la política chilena, como lo hizo Álvaro García Linera en los inicios de su gobierno directamente en calidad de “referente” o por interpósitas personas, al introducir el concepto de la “Plurinacionalidad”, en la fallida Convención Constitucional. ¡Sin duda, un éxito asegurado y resonante! (El Líbero)

Embajador (R), investigador Instituto Libertad

Haití: saber decir que no

Llegué por primera vez a Haití en 1997, durante la presidencia de René Préval, el sucesor liberal de Jean-Bertrand Aristide, un ex-cura salesiano, carismático, caudillista, próximo al vudú, que había sido el mentor del Presidente. En la época, Aristide actuaba, inevitablemente, como el verdadero poder detrás del trono. Préval quiso crear una sociedad y economía libres en un sistema corrupto, caótico, clientelar. Aristide, en cambio, enraizaba sus ideas en la teología de la liberación, la lucha de clases y era seguido ciega y fanáticamente por sus partidarios de Lavalas, el movimiento político que creó con el aval de la socialdemocracia europea y latinoamericana.

Chile ensayaba sus primeros pasos para cooperar con Haití en la idea de sembrar en ellos rudimentos de instituciones y la semilla de la democracia como parte de un nuevo catecismo de virtudes de exportación, mientras difundíamos una imagen de éxito en todos los campos. Sin embargo, aquellos eran proyectos mínimos, voluntaristas, gotas de agua en un torrente de necesidades. Estaban apoyados por figuras y no por diagnósticos. Se pensaba ingenuamente que generarían, casi por inercia, políticas públicas virtuosas, en tanto nuestra propia propaganda despertaba en el gobierno de Préval expectativas de fábula, en línea con su rica mitología. Eran proyectos que, luego, no se evaluaban como era debido.

Al regresar, emití un informe políticamente incorrecto que no encajaba con el ideario que nos habíamos construido: no sólo debíamos dirigir la cooperación hacia áreas concentradas y orientadas a la sustentabilidad del país sino, incluso, había que estudiar en serio el cierre de la embajada. Por supuesto, no tuvo eco.

Entre el 2004 y el 2017, Chile participó activamente en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), donde hubo episodios heroicos como el protagonizado por el general Ricardo Toro, donde el deber y la responsabilidad se antepusieron a los legítimos y naturales sentimientos personales, hubo aprendizajes valiosos para nuestras Fuerzas Armadas en el concierto de las operaciones de Naciones Unidas, hubo esfuerzos de reconstrucción pero, en lo sustancial, es decir, para Haití, no contribuimos a generar un capitulo útil para su vida futura. Es más, prolongamos demasiado nuestra partida para que todo siguiera igual.

Fue durante esos años de MINUSTAH cuando visité Haití por segunda vez. Habían sufrido uno o dos años antes el espantoso terremoto del 12 de enero de 2010, que produjo 316 mil muertos, un número similar de heridos y dejado a millón y medio sin techo. El sismo destruyó incluso el Palacio Presidencial, cuyas ruinas eran una especie de símbolo de las desgracias del país. Cuando llegué, las labores de reconstrucción aún no se apreciaban. La ayuda llegaba sin orden ni concierto. Es más, la generosidad mundial, ante la ausencia de Estado, entorpecía y no ayudaba al levantamiento de ciudades e infraestructuras.

Capítulo aparte era la labor de la MINUSTAH, que mantenía un orden sumamente precario, pero que constituía un esfuerzo gigantesco y carísimo que no interactuaba con la reconstrucción de instituciones. Simplemente, aquello no estaba dentro de su mandato. La exclusividad de la Misión de la ONU era chocante incluso, como cuando cerraban playas al acceso de haitianos para el uso exclusivo de las tropas de la Misión. Inaceptable entre nosotros.

Durante esa segunda visita, que comprendió recorrer algunos proyectos de cooperación, la idea de clausurar nuestra representación se hacía imposible. Ambos países estábamos embarcados, mal que bien, en un esfuerzo conjunto de mantención de un orden ante el caos, nos habíamos hermanado en la desgracia sísmica y debíamos enfrentar la quimérica construcción de un Estado, donde no había. Sin embargo, los proyectos de cooperación seguían siendo mínimos, plagados de buena voluntad, faltos de realismo, desconectados del mundo.

En esa ocasión recuerdo haber descubierto al menos tres cosas sorprendentes. La primera, la generalizada desconexión entre las élites locales y el pueblo que alimentaba su bienestar. Se trataba de grupos enclaustrados en un barrio que los acogía, de lunes a viernes, donde ejecutaban sus negocios y jugaban a conspirar. El fin de semana, escapaban en American Airlines. La segunda, la esperanza generalizada de la gente en el poder de la educación, a pesar de su mala calidad. Para acudir a la escuela nadie escatimaba en lo estético y así se dignificaban a sí mismos y a la enseñanza. La tercera, la capacidad oculta de organización cuando existía un liderazgo de verdad. Una sencilla misa en el pueblo de Aquin, perfecta y respetuosamente articulada, daba cuenta de esta realidad. Es decir, había (y a lo mejor sigue existiendo) una fórmula para desconectar la interesada interferencia de las élites de los masivos anhelos de enseñanza y organización que subsistían en la base social, pero esa fórmula era políticamente incorrecta y pasa por la palabra autoridad.

Volví una tercera vez a Haití en enero de 2016, en el ocaso de la MINUSTAH, a una reunión internacional irrelevante. Ninguno de los problemas básicos del país se había resuelto. Peor aún, advertí que nuestra cooperación policial, orientada a crear una institución básica del Estado, había generado oportunidades en el lucrativo negocio de la seguridad privada. Al menos quedaba el consuelo que nuestros impuestos habían servido para capacitación.

Esta semana, el huracán Melissa dejó tras de sí unos 43 muertos además de una epidemia de cólera en el sur del país, lo que augura el fortalecimiento de las bandas armadas que arrasan Haití. Estos últimos son hoy día los verdaderos dueños del poder. Hace pocos meses atrás la Jefa de la Oficina Integrada de Naciones Unidas en Haití, María Inés Salvador, denunciaba que como resultado de la virtual guerra civil que se vive como producto de los choques territoriales entre bandas armadas, entre febrero y marzo de este año 1.086 personas murieron, varios cientos fueron heridos y 60.000 desplazados, que se suman al millón de desplazados del 2024.

Escribo estas líneas después de leer la columna de Iván Witker en este mismo medio, que plantea el próximo llamado de la ONU a que colaboremos en la formación en Haití de capacidades policiales. Estoy totalmente convencido, como él, que no debemos involucrarnos nuevamente allí, y menos por presiones externas. Concuerdo en calificar el desgraciado conflicto que viven de “una nueva fatalidad”, “herida imposible de cicatrizar”.

Nosotros seguimos en ese querido e infortunado país con una misión diplomática que consume -a ojo- más de un millón de dólares cada año, entre funcionarios diplomáticos y de la PDI, personal local y mantención de los servicios básicos, para mantener presencia solamente. Gran parte del coste tiene que ver con seguridad. Concuerdo en que tenemos que ser un actor internacional responsable, pero tampoco a cualquier precio.

No creo que nuestra presencia diplomática en el Haití fracturado de hoy contribuya en lo más mínimo a mejorar nuestra imagen ante grandes actores mundiales. Varios países latinoamericanos de tamaño y capacidades similares no están allí. Creo, más bien, que debemos re-dirigir ese millón de dólares a capacitar a los refugiados haitianos en República Dominicana o en otro lugar, a los que lograron huir del horror, para que puedan reconstruirse a sí mismos. Lo otro está perdido. (El Líbero)

Fernando Schmidt

La banalidad del mal en la lucha contra el crimen

Cuando no reflexionamos sobre las consecuencias morales de nuestros actos, seguimos órdenes sin reflexión o pensamos que las responsabilidades no son propias, sino de un sistema que nos protege, crece lo que Arendt llamó “la banalidad del mal”. Somos capaces, los seres humanos, de justificar e implementar acciones de profunda violencia, incluso sadismo, bajo la justificación de seguir órdenes superiores. Imágenes que nos podrían parecer inenarrables terminan siendo justificadas bajo la sensación de que el sistema las requiere para fortalecerse.

La información que emana de las cárceles salvadoreñas, donde más de 400 personas habrían muerto debido a negligencia, violencia e incluso tortura desde el inicio del estado de excepción, es para muchos un “daño colateral” de la lucha contra las pandillas. De igual forma, el 29 de octubre más de 100 jóvenes (principalmente hombres y negros) fueron asesinados en Río de Janeiro, en el marco de un operativo policial que buscaba personas con órdenes de detención pendiente. Todo parece indicar que fue una acción política diseñada más que un enfrentamiento armado. Muchos encontraron, sin embargo, que eran “las consecuencias de la vida en el delito”. No olvidemos que anualmente más de seis mil personas mueren en manos de la policía en Brasil (en su mayoría hombres, jóvenes, negros y pobres).

El terror que generan los diversos grupos criminales presentes en las zonas más pobres y abandonadas por el Estado de las ciudades latinoamericanas es cotidiano. Frente al control territorial, la presencia de violencia letal, el enfrentamiento entre bandas, el masivo cobro de extorsiones y la constante percepción de amenaza, no parece haber solución alguna. Tal vez las iniciales respuestas de apoyo de buena parte de los salvadoreños y ahora de brasileños (incluso habitantes de favelas) respondan a esta frustración cotidiana de abandono, carencia de autoridades, corrupción e ineficiencia. El mal se justifica.

Seamos claros, estos ejemplos muestran acciones que no deberían ser justificadas y en muchos casos pueden ser incluso ilegales. Pero frente al miedo o a la percepción de amenaza, logramos justificar todo tipo de actos que consideramos no podrían tenernos como sus víctimas. Porque rápidamente colocamos a todos estos jóvenes en una categoría donde los derechos humanos e incluso el Estado de Derecho pierden importancia. La banalidad y normalización del mal.

La política tiene una gran responsabilidad. Reconocer la importancia del poder ilegal y enfrentarlo, la construcción de medidas que efectivamente protejan a las personas y castiguen a los criminales, el compromiso por una presencia efectiva del Estado y sus políticas públicas para enfrentar el abandono, la precariedad y la violencia. Esto en el marco del respeto de los derechos de todos y del reconocimiento que incluso los criminales más abominables tienen que pasar por la justicia.

El discurso electoral aguanta cualquier cuña. Cuando justificamos la violencia, el maltrato, la segregación, la discriminación y el abandono de algunos como políticas efectivas, no nos sorprendamos de que ante la frustración por su esperado bajo desempeño muchos se pregunten si terminar con la política democrática no sea otro daño colateral para contemplar. La irresponsabilidad tiene consecuencias. (La Tercera)

Lucía Dammert

Académica de la Universidad de Santiago de Chile.