Opinar, informar y mentir

Opinar, informar y mentir

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¿De qué depende la licitud del contenido de una campaña política? Las campañas políticas existen, en esencia, para influir en el voto ciudadano. Ellas están llamadas a informar, pero sin duda su objetivo primero es inducir. Por eso, si bien podemos esperar que su contenido incluya información, lo realista es que en ellas predomine la opinión política. La opinión es un conocimiento intermedio entre la ignorancia (que desconoce) y la ciencia (que conoce con pericia). Que los actores políticos expresen sus opiniones sobre el contenido de la propuesta constitucional es entonces lo esperable. Quisiéramos información, pero muy probablemente recibamos solo opinión, y eso debemos asumirlo.

Lo que no es lícito, en cambio, es mentir. La mentira coquetea con la opinión, sobre todo en el ámbito político, pero es diferente. ¿Qué las distingue? No es la radicalidad o mesura, ni la pasión o tibieza de la opinión política, lo que la convierte en mentira. En realidad, la mentira aparece cuando deliberadamente se omite informar, se entrega información falsa, o se presenta a la opinión como si fuese información (en este caso, jurídica). Y esto es lo que ha ocurrido con la campaña de la opción En contra, lo que paradojalmente alcanza a sus distintos y antagónicos representantes.

El PC y los partidos de gobierno mienten descaradamente en la campaña del En contra cuando afirman que el nuevo texto omite el derecho a la salud, y que, en caso de aprobarse, las personas perderán sus ahorros previsionales y serán despedidas sin motivo, se desprotegerá la niñez y permitirá “que los papitos corazón se salgan con la suya”, se bloqueará el combate a la delincuencia, y se aumentará la inestabilidad económica y social. Este sector nos muestra, nuevamente, un desprecio por el civismo y la institucionalidad, algo a lo que desgraciadamente nos tienen ya acostumbrados.

Y ¿qué ocurre con la campaña comunicacional de algunos personeros hoy alejados de republicanos por el En contra? A mi juicio, no se trata de que sus opciones no sean válidas por poco estratégicas (aunque lo sean), o porque “la gente de derecha” no puede coincidir en su voto con el PC (como se afirmó en un reciente debate epistolar). Es lícito para ellos disentir de la propuesta y manifestar su opinión al respecto. La opción de algunos de ellos, en cambio, no es válida, porque mienten en una serie de afirmaciones respecto del tenor y alcance del texto. No es verdad que el texto incorpore en acto el estatuto internacional de derechos humanos integralmente, ni que la redacción en materia de Estado social y democrático de derecho someta la dignidad de la persona al colectivo Estado, ni que la penalización del narcotráfico devenga en inconstitucional.

Sin duda, cuando la mentira política (sea como omisión, falsedad o travestismo de opinión) es obra de agentes del Estado o de partidos de gobierno, el reproche se agrava. Pero aun cuando ello no sea así, la mentira política necesita denunciarse porque atenta en contra de uno de los pilares fundantes de nuestra democracia: la libertad de conciencia. Esta consiste en la capacidad de cada persona de formar sus ideas y hacer sus propios juicios; es un espacio originario de autodeterminación y prerrequisito para la existencia verdadera de toda forma ulterior de libertad. El voto libre desaparece cuando quien lo ejerce no tiene acceso a un mínimo de información suficiente que le permita formarse una opinión personal. No hay libertad de conciencia si el voto no es informado por causas que el votante no puede remediar, y eso ocurre cuando la opinión política da paso a la mentira en líderes de opinión.

¿Cómo votar en el plebiscito de salida? Esa pregunta no puede contestarla nadie por usted, y no solo porque el acto de votar es personal y secreto. Solo usted puede decidir su voto porque como persona está dotado de razón y es libre. A partir de esa libertad, usted puede elegir votar por pasión, impulso o emoción, y eso, aunque poco razonable, sigue siendo racional al menos en tanto lo ha elegido soberanamente. Deja de serlo, en cambio, cuando mediante engaño es privado de la posibilidad de conocer la realidad. Ahora, entonces, de usted depende.

Fernanda García G.
Abogada e investigadora de Faro UDD.