Pasadas algunas semanas desde la decisión de la Corte Internacional de Justicia sobre la cuestión de competencia planteada con Chile,es momento de reflexionar serenamente sobre el futuro de este proceso.
Los ecos que llaman a cambiar de estrategia disminuyen, pero aún quedan quienes insisten en revisar nuestra pertenencia al Pacto de Bogotá; otros exigen una actitud más agresiva para explicar nuestra posición al mundo, otros cuestionan la “estrategia comunicacional”. Al clima enrarecido contribuye Bolivia, alguno de cuyos personeros llegó a decir ante escolares que la Corte “nos ha devuelto el mar”, lo cual es al menos una exageración imprudente.
Me cuento entre quienes creen que la decisión de la Corte, aunque no aceptó la excepción, fue la mejor segunda opción que podíamos esperar. Alguien dirá que habría convenido que dejara la decisión para la sentencia definitiva; no es así, porque hay muy pocos casos en que la Corte se haya declarado incompetente en esa instancia. y por tanto es mejor que la Corte haya acotado ahora lo que puede decidir. Nunca hemos creído ni aceptado que se pueda decir a Chile que está obligado a ceder soberanía y eso ya no va a ocurrir.
El paso que sigue en este juicio es la presentación de nuestra contra-memoria. Tenemos un buen equipo de abogados chilenos e internacionales, acuerdo interno y respaldo unánime de la ciudadanía. Debemos reforzar, y a ello apuntan los recientes anuncios del Canciller, nuestra argumentación histórica y política y nuestra acción diplomática para divulgar con claridad nuestros derechos y argumentos, sin ofender a nadie.
Nuestra posición jurídica es cómoda. Esperamos demostrar que Chile no tiene ninguna obligación de negociar pendiente; pero la Corte ya ha dicho que no está llamada a pronunciarse sobre el resultado de una supuesta negociación. Como ha dicho la Presidenta, Chile no puede ser obligado a ceder soberanía y hay que explicar eso una y otra vez, para que la mala información no genere confusiones.
Nuestra posición política, en cambio, es incómoda. Hay gente en el mundo que ha sido cautivada por argumentos falaces, que hablan de una conquista en lugar de referirse a un Tratado suscrito 25 años después de la guerra, sin presión militar alguna y firmado por un Presidente boliviano que fue reelegido a continuación. Pero también hay quienes, de buena fe, anhelan una solución entre países hermanos, y a ellos debemos explicarles que siempre hemos querido el diálogo, pero que obligarnos por medio de un Tribunal irrita a los chilenos y es un callejón sin salida.
Debemos ser prudentes en nuestra acción política internacional. Nada sacamos con hablar de salir del Tratado, si sabemos que el tema lo verá la Corte en todo caso; nada logramos con excesos retóricos ni amenazas. Pueden inflamar el fervor patriótico de algunos, pero son contraproducentes para una nación que proclama su respeto al derecho y su disposición al diálogo.
Nuestra estrategia debe ser la misma de antes del 24 de Septiembre, No estamos en guerra, sino en un litigio ante la Corte provocado unilateralmente por una nación con la cual nos unen muchos lazos. Mantener una línea de conducta acorde con nuestras mejores tradiciones es lo mejor para nuestro éxito en La Haya, para nuestra imagen internacional y regional y para enfrentar la situación después del fallo, retomando un diálogo sustantivo con Bolivia, que ojalá ese país nunca hubiera interrumpido.


