Not autocrítica-Roberto Astaburuaga

Not autocrítica-Roberto Astaburuaga

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Termina el 2025 y los partidos sacan cuentas. La moda es la autocrítica. Todos tienen que hacer autocrítica, principalmente en la izquierda. No lo hicieron con el Rechazo ni con la segunda vuelta presidencial de 2021. No han querido o no han podido. Pero lo que hemos visto hasta el momento está lejos de ser una autocrítica.

Por un lado, la rapidez en la publicación de algunos análisis hace dudar de su seriedad y valor, intuyendo que responden más a desahogos personales y posicionamientos políticos. A río revuelto, ganancia de pescadores.

Por otro lado, el alcance de la autocrítica, ¿comprende solo la gestión presidencial o incluye el diagnóstico? La excusa “Mamá, él empezó” para evadir responsabilidades por mala gestión (como la reciente revisión de la Contraloría General de la República) y echarle la culpa al gobierno anterior se convirtió en la salida fácil y barata del Frente Amplio y sus socios.

Los fallos en la gestión son innumerables, graves y, muchos de ellos, ideológicos y vergonzosos. Sin embargo, poco sentido tiene reconocer errores en la gestión, si el diagnóstico sigue siendo el mismo. Algunos de los análisis son una muestra de esto: la autocrítica solo comienza al analizar el desempeño del Ejecutivo en 2022, pero relatan los hechos desde 2010 como lo han hecho durante todos estos años.

Al igual que la Convención, creen que la derrota o fracaso se explica por la forma, por lo que la autocrítica no va por el fondo. Las causas identitarias son un ejemplo. El problema, para ellos, no es incluirlas o no, analizando el mérito de las mismas, sino la profundidad de los cambios radicales que proponían. Las demandas indigenistas, feministas y ecologistas no serán abandonadas. La elitización provocó una desconexión (ejemplo nada más alejado de las demandas de la mujer esforzada y de clase media que una ley que asigna cupos reservados a mujeres en los directorios de sociedades anónimas) de la cual aun no despiertan y tiene toda la pinta de que se hundirán con ellas.

El precio de no haber hecho una autocrítica en serio luego del Rechazo quizás explica las derrotas consecutivas y en especial la última. Si no lo hacen de forma seria, probablemente desaparezcan o se conviertan en el vagón de cola del Partido Comunista hasta el fin de sus días, que es lo mismo.

A nivel de Gobierno, la autocrítica está lejos de llegar. La Ley de amarre y el apitutamiento de les amigues son la mejor muestra de que cualquier ejercicio de autocrítica a nivel partidario será inútil hasta que se produzca el cambio de mando.

Luego del próximo 11 de marzo está claro quién ganará el gallito entre defender el legado y hacer autocrítica. (El Líbero)

Roberto Astaburuaga