Nosotros, que no nos queremos tanto

Nosotros, que no nos queremos tanto

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Se acabó el tiempo destinado a los ajustes internos. Los problemas se habrán solucionado, administrado o se quedan como están, pero ya no hay espacio para poder interesarse en ellos. Los comandos presidenciales se vuelcan hacia fuera.

En el oficialismo, por ejemplo, se ha llegado a la conclusión de que lo que no se puede solucionar a lo menos se puede contener. Es lo que se ha definido en la relación entre Jara y el PC. Es un entendimiento práctico porque una contienda abierta, incluso una mala relación, es perjudicial para ambos.

Cuando se firma un armisticio, no hay que preguntarse quién ganó, porque ambas partes han decidido no seguir perdiendo. No se les dice adiós a los conflictos, se decide dirimirlos después, cuando no afecten la competencia abierta. Lo que sucede con la candidatura de Jara acontece a su manera en cada una de las candidaturas.

Sea lo que suceda puertas a dentro, el corto tiempo de campaña obliga a una concentración completa en la comunicación con los ciudadanos, los debates con los otros candidatos y las acciones para conquistar nuevos adherentes.

Lo que distingue la contienda presidencial de las campañas parlamentarias es que, en estas últimas, la necesidad de llamar la atención hace que se ponga el énfasis en actividades llamativas, aptas para el consumo en tiempo de elecciones, antes que en los focos de interés nacional.

Es una licencia que las campañas presidenciales no se pueden dar. Una de las diferencias más evidentes es la continuidad que se le da a los temas. Se puede decir que, en la campaña presidencial, los debates entre candidatos retomarán la discusión allí donde la dejaron en la primera oportunidad que se vieron las caras en televisión. Es tiempo de réplicas y contrarréplicas.

Lo que hay que preguntarse en esta etapa es si las tres candidaturas principales están dando los mejores pasos para potenciar sus posibilidades de éxito y, por supuesto, cada una de ellas tiene un error importante que evitar.

Decir que todo está decidido es una estrategia, no un hecho

Matthei busca conquistar votantes de centro ahora, entre quienes no quieren apoyar a Jara. Kast cree que este esfuerzo tendrá algún resultado, pero que ese mismo intento le permite consolidad su predominio en la derecha, manteniendo posiciones duras. A mitad de camino, Jara busca representar ampliamente a su sector y dejar la puerta abierta para consolidar después el voto moderado para lo que se presentó un programa que lo puede convocar.

Todos los caminos conducen al centro, pero sólo Matthei se enfoca en este segmento en primera vuelta; tanto Kast como Jara han optado por consolidarse en sus sectores de origen para hacer el giro con posterioridad. El potencial de crecimiento de cada opción está por verse.

Durante lo que va del año, las posiciones en el primer lugar no han estado fijas, y pensar que dejarán de presentar variaciones sería una rareza a juzgar por las últimas competencias presidenciales.

Todo va a depender de las acciones de campaña, el desempeño en los debates y del éxito que se tenga en evitar la mayor cantidad posible de errores.

Kast permanecerá a la cabeza de las preferencias mientras el descontento siga siendo el factor determinante de la conducta de los electores. Si en los días previos a la primera vuelta la atención principal cambia a la certeza de dar un buen gobierno, quienes se fortalecen son las otras dos candidaturas.

Si el tema es garantizar la mejor gestión, el republicano es quien menos puede ofrecer porque su experiencia es deliberativa, no ejecutiva.

Pero hacer un giro en las motivaciones ciudadanas requiere de un esfuerzo extraordinario que no se ha hecho.

Desde el punto de vista estratégico, quien más éxito ha tenido en imponer sus términos ha sido Kast. Quien ha tardado más en completar los preparativos de su campaña ha sido Jara. Quien más oscilaciones ha tenido en su campaña ha sido Matthei. Por eso el momento decisivo de la elección está por venir.

¿Está compitiendo o haciendo como que compite?

Ante la rotundidad de la apuesta del republicano, las respuestas tibias, apocadas o a medias tintas tienen todas las de perder.

Si la candidatura de Matthei no se presenta a sí misma como una opción necesaria y preferible, lo que hará es trabajar a favor de su contendor. Si son medianamente lo mismo, básicamente la elección está decidida.

Hasta este momento la candidatura de Chile Vamos no ha logrado encontrar el tono para hacer frente a su principal contendor. Sus emplazamientos adoptan el tono de una petición que se puede tomar o dejar.

Esta desigualdad en el trato mutuo trabaja en contra de la centroderecha. La diferencia en la voluntad de poder es manifiesta. Republicanos sigue horadando los apoyos ya obtenidos por Matthei lo que constituye un rudo intento de desgaste a plena luz del día.

Si se aplica una activa estrategia de socavamiento de otra candidatura, la respuesta que corresponde es un emplazamiento sobre las diferencias programáticas y comparar la viabilidad de las mismas. Quejarse por la no participación en los debates no es para nada una forma “valiente” de aceptar un reto.

El mensaje que se entrega es que nada decisivo ocurre si la exalcaldesa pierde. Su comando actúa como si fuera meramente deseable su triunfo, pero en ningún caso como algo necesario.

Si, a fin de cuentas, da lo mismo quien represente a la derecha, la única actitud razonable es apoyar a quien está en la primera posición. No hay que cortarse las venas por diferencias de estilo.

Las vocerías de la UDI dan la impresión de estar más preocupadas de no enojar a Kast que en convencer a sus electores de que prefieran a Matthei. Le regalan al republicano la iniciativa al dejar en sus manos la respuesta al emplazamiento. Es la imitación poco convincente de réplica del que sigue hablando mientras retrocede.

La fuerza de atracción de Chile Vamos está siendo mínima porque donde sus adversarios ponen guerreros, ellos ponen diplomáticos. Por este camino perderán la elección, pero sacarán un premio a los mejores modales.

Competir en serio consiste en hacer visible las discrepancias, declarar que las diferencias son políticas, que se expresan en el estilo, en la capacidad de dar gobernabilidad y que no promover acuerdos amplios nos lleva a la polarización. Si no se creen necesarios, mejor que agiten una bandera blanca y acortemos camino. (El Líbero)

Víctor Maldonado