El planeta mira a Chile como un ejemplo de democracia en Sudamérica. El ex Presidente argentino Mauricio Macri se refirió a nuestro país como el único de primer mundo en América Latina. Somos la segunda democracia más estable de la región y la número 17 a nivel global, según el índice de democracia 2020 que publica The Economist.
Por décadas hemos sido un ejemplo. Nuestro proceso político ha sido admirado incluso desde países como Zimbabue. Recuerdo muy bien cuando en el 2009 tuve la oportunidad de recibir a una delegación de esa nación que buscaba conocer la experiencia chilena para poder aplicarla en una eventual transición política.
Sin embargo, los buenos augurios internacionales contrastan con la sensación interna. Pese a que nuestras instituciones de seguridad y orden han mostrado avances importantes, la percepción de inseguridad sigue aumentando.
Tuvimos una semana movida. Se incautó armamento de alto poder de fuego en La Araucanía, la Armada decomisó 3 toneladas de marihuana creepy y la PDI desbarató a una banda narco que se hacía llamar Jalisco Melipilla Nueva Generación.
Desde el mundo nos miran expectantes. El milagro chileno está siendo puesto a prueba. El narcotráfico avanza mientras el estado hace lo propio para combatirlo. La tendencia en esta materia no es buena. Se consolidan rutas de tráfico internacional y las bandas alcanzan mayor poder y niveles de organización. El ambiente estable y sin peligros, donde los chilenos de manera libre y en igualdad ejercen su derecho al voto, está en jaque por el avance del crimen.
La experiencia extranjera es clara en esta materia. No hay que ir muy lejos para darnos cuenta cómo el avance del narcotráfico y el crimen organizado amenaza a la democracia. En México, este 2021, se vivió el proceso electoral más violento de la historia de ese país. Más de 30 candidatos fueron asesinados. El motivo principal: oponerse al narco.
La buena noticia es que Chile no es México. Si bien se aprecian tendencias preocupantes, las instituciones funcionan y la seguridad es parte importante de la agenda política. No hay que dormirse en los laureles, como dice el dicho popular. Los buenos resultados, más que dejarnos tranquilos, deben ponernos en alerta para seguir combatiendo con fuerza una amenaza que ha debilitado a grandes gobiernos democráticos en América Latina.
En una democracia saludable las instituciones y el Estado de Derecho son importantes, pero la piedra angular es la participación ciudadana. En el gobierno del pueblo, como le llamaban los griegos antiguos, sin participación no existe real democracia. Pero, sin un entorno estable esa participación se hace más difícil. Las instituciones y el Estado de Derecho deben velar para que ese “entorno estable” se mantenga en el tiempo.
En unas semanas más los chilenos elegiremos a nuestro próximo líder. Depositaremos en él todas nuestras esperanzas y sueños. Pero, para una participación plena necesitamos estabilidad, un entorno en paz que nos permita ir a votar si miedo. Nuestra democracia es el gran tesoro que tenemos, enfrentemos a quienes puedan atentar contra ella, fomentemos la participación y exijámosle a nuestros líderes combatir con fuerza el crimen. De lo contrario, corremos el riesgo de debilitarla. Y, si esto pasa, incluso podemos llegar a perderla. No es posible mantener la democracia sin seguridad. Aprendamos de los errores de otros y evitemos cometerlos. ¡Demostrémosle al mundo que Chile sigue siendo un ejemplo de democracia en Sudamérica! (El Líbero)
Pilar Lizana



