Mezclando peras con manzanas-Pilar Lizana

Mezclando peras con manzanas-Pilar Lizana

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Las urgencias en Chile son bastante claras: seguridad y crecimiento. Ambas requieren de todos los actores, sin embargo, uno de ellos no puede mantenerse al margen: el Estado. Es éste quien debe ordenar la casa, agilizar procesos, alivianar cargas administrativas, en otras palabras, debe generar el contexto para el crecimiento. En seguridad, es el responsable de entregarla a los ciudadanos.

El solo hecho de que esta semana se haya generado una polémica por los dichos de la Seremi del Trabajo de Biobío sobre los aserraderos y el robo de madera evidencia que en la práctica lo anterior no es tan claro, al mismo tiempo que aparece como una excelente excusa para reflexionar sobre cómo la inseguridad impacta directamente en el crecimiento.

Hay hechos que no se pueden negar: La Macrozona Sur vive un problema de violencia que se expresa a través de economías ilícitas y terrorismo, en el mercado ilegal de la madera se requiere de una cadena logística que entre otras cosas incluye a aserraderos y, de alguna manera, la madera sigue siendo un motor clave para la inseguridad de la zona.

Relacionar el cierre de aserraderos con la reducción del robo de madera demuestra una falta de comprensión del problema de fondo. La violencia en el sur de Chile no empieza con el robo de la madera, la violencia en el sur, la que conocemos hoy, se remonta al año 90, al retorno de la democracia y a la constante instrumentalización de un pueblo originario para fines políticos e ideológicos. El robo de madera es la expresión de la necesidad de financiamiento de la causa terrorista o el objetivo económico de los grupos criminales organizados que se dedican a ese negocio ilegal. El robo de madera es el mejor ejemplo del abandono del Estado de una zona del país donde el control territorial se traslada lentamente desde la institucionalidad legítima a los grupos violentos organizados que buscan expulsarla.

El robo de madera impacta, por supuesto, a las grandes forestales, pero, también a las pequeñas, a los agricultores, a los contratistas cuyas máquinas ya no son aseguradas. El robo de madera impacta, directamente, en las oportunidades de empleo en una zona de Chile que el siglo pasado ocupaba los primeros lugares en los indicadores de desarrollo regional.

La violencia e inseguridad tiene a una población viviendo con miedo y, a un sector económico dejando de invertir en el país. Por lo que, reducir el cierre de aserraderos a la baja en el robo de la madera es, no ver que si hoy no se roba esa materia prima es porque se extorsiona por circular con ella. El robo de madera no desapareció, el delito mutó, se adaptó al nuevo entorno y siguió siendo lucrativo.

Las palabras de la Seremi son muestra de un problema que va más allá de las diferencias política, son la prueba de que el Estado de Chile, durante este gobierno, no ha aprovechado los éxitos de un estado de emergencia que se transformó en permanente. El Estado de Chile, en este período no ha desarrollado las capacidades para devolver la paz a una parte de su territorio, para ordenar la casa y atraer inversión. No ha sido capaz de responder a las dos urgencias principales: seguridad y crecimiento. (El Líbero)