A VECES uno se topa con una frase o un dato que aunque se remitan a algo muy particular, describen muy bien una situación o sentimiento general. Bueno, hace unos días, hojeando distraídamente el diario, me encontré con el siguiente titular. “Hay que superar a Lima y Guayaquil para ser el mejor aeropuerto de Sudamérica”. Fue como un balde de agua fría. No porque tenga una idea superior de nuestro terminal -es verdaderamente malo-, sino porque de alguna manera la frase resume una suerte de estado de ánimo que recorre el país. No vamos por buen camino.
Vivimos por mucho tiempo con la idea de que éramos los reyes de la región. Las cosas no eran perfectas, pero íbamos bien. Afuera, por lo pronto, todos alababan nuestra situación. Incluso nuestros vecinos, a regañadientes, lo reconocían. Tampoco era que nos quisieran mucho. Nos acusaban de arrogantes, de andar predicando más de la cuenta. Puede ser, pero igual, poco a poco, se fueron sumando a nuestro modelo. Bueno, cuando eso sucedía, ante la sorpresa de todos, nosotros hicimos lo inesperado: nos bajamos de la competencia. Llegó al poder un grupo que dijo que la cosa no iba por ahí. Que había que empezar de nuevo.
Esta vez, nadie nos siguió. Chile emprendió en solitario la búsqueda de un nuevo modelo, con las consecuencias que conocemos. Hoy nadie nos mira como referente. Martín Redrado, expresidente del Banco Central de Argentina, lo dijo muy fuerte. “Chile siempre fue un faro de ejemplo para cualquier nación de A. Latina y el mundo emergente. Ese faro de ha desdibujado en el último tiempo”. Que lo diga un argentino ya es mucho, con todos los problemas que ellos han tenido.
Pero claro, Argentina con Macri, y Perú con Kuczynski, tienen razones para estar confiados. Nadie duda que ellos le darán impulso a sus países. Y para eso, no vacilan en seguir las antiguas recetas de Chile. Los resultados están a la vista. Ahora ellos tienen mucho más que mostrar que nosotros. Perú, hace rato que anda mejor que Chile. Argentina, luego de años de estancamiento, hoy tiene proyecciones de crecimiento mejores que las nuestras. Es más, salvo muy pocos casos, somos el país de peores perspectivas de América Latina.
Y todos sabemos que es así. El faro se apagó. De ahí nuestro estado de ánimo. La mayor parte de los chilenos cree que el país está retrocediendo. La gente está cabreada. Los problemas se acumulan y nadie cree en nada. Ni en nadie. En suma, estamos en crisis. Una frente a la cual no hay muchas respuestas.
Salir de esto no será fácil. La cosa se enredó más de la cuenta. Nos dijeron que íbamos mal, y resulta que ahora estamos peor. Ricardo Caballero, uno de nuestros economistas más prestigiados, dijo esta semana que lo que vivimos es una pesadilla, producto de la ignorancia y arrogancia de nuestros gobernantes. Puede ser. Hay que ser muy soberbio para nadar contra la corriente del mundo y predicarlo como una suerte de iluminado. Pero hay una diferencia. Las pesadillas terminan. Uno despierta, angustiado, y se da cuenta de que no era más que un sueño. Nada de eso ocurre ahora, porque lo que nos pasa es real. Y no es bueno.
Fuente: Edición Origina La Tercera
Fotografía: La Tercera


