Maduro “forever”

Maduro “forever”

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La campaña presidencial en Venezuela ya está lanzada. María Corina Machado recorre el país con un mensaje de esperanza a miles de venezolanos que quieren un cambio y que la reciben con entusiasmo, a pesar de que ella no va en la papeleta. Eso no tiene importancia. María Corina muestra en los mítines una gran foto de Edmundo González, un poco conocido diplomático que sí está inscrito y que recibió el apoyo de toda la oposición que la eligió a ella en primarias. La multitud aplaude y acepta al sustituto. Ya se verá si votan por él, una incógnita que solo se despejará el 28 de julio, si es que el gobierno no echa pie atrás. Nadie descarta que pueda suspender los comicios.

Por ahora, Nicolás Maduro también está en campaña, y presentó su comando al grito de “Victory forever!, para que lo entiendan en Washington”. Echó a andar lo que ha llamado su “maquinaria electoral”, con Diosdado Cabello, el segundo de a bordo, como gran coordinador, porque “es el que más sabe de eso”. También están a cargo su mujer, Cilia Flores, “la primera combatiente” (como a Irina, no le gusta eso de primera dama); la vicepresidenta, Delcy Rodríguez; su hermano, Jorge Rodríguez, presidente del Legislativo, y cómo no, Nicolás Maduro Guerra, el hijo del dictador, junto a otros tantos funcionarios incondicionales del régimen, gobernadores, diputados y amigos. La tarea es enfrentar a una oposición convencida de poder triunfar porque una mayoría de venezolanos ya no quiere más penurias económicas, represión ni mentiras.

A pesar de que el chavismo aún tiene arraigo popular, Maduro está asustado. Si los sondeos valen, más del 70 por ciento de los venezolanos no quiere que continúe en el gobierno. Intenta suavizar su imagen; por ejemplo, pone una foto suya sonriente en la papeleta. Está dedicado a las redes sociales: podcast (le ha costado pronunciar eso, “póscas”, dice), videos en Youtube y hasta un reality show musical. Todo esto para mostrar supuestos logros y ensalzar su figura, de la mano de Hugo Chávez, omnipresente, y de una corte de aduladores que lo encumbran a “estadista”.

Para Maduro, todo vale. Lo dijo en febrero: “El equipo ganará por las buenas o por las malas”. Se sabe que las elecciones no serán ni justas ni libres; parten con la cancha dispareja, con candidatos inhabilitados y otros que no pudieron inscribirse. Y sigue con hostigamiento a los opositores, a veces burdo, como clausurar los hoteles donde se alojan, o el modesto restaurante que los recibió, camino a una manifestación. Las descalificaciones y acusaciones son parte de la campaña de desprestigio (“agentes del imperialismo” es lo mínimo) y, con todos los recursos del Estado disponibles, hay que esperar que sea cada vez más agresiva.

La oposición está decidida a llegar hasta el final, pero depende mucho de la voluntad del régimen dejarlos seguir adelante. Hay que ser realistas: aun perdiendo las elecciones, Maduro y su camarilla no dejarán el poder sin tener garantías de impunidad. Y para eso, se necesita negociar una salida. Algo que todavía no se ve en el horizonte. (El Mercurio)

Tamara Avetikian