Pocas veces se recordará tantas predicciones fallidas como las previas a la visita a Venezuela de la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet. Habrá que recordar las críticas del excantante Miguel Bosé sacándole un último partido a su voz enronquecida. También los cuestionamientos desde La Moneda, o las toneladas de posverdad en redes sociales donde la catalogaban como amiga, compañera y socia de Maduro, pese a la evidencia del hecho que el canciller del gobierno de la actual comisionada fue uno de los impulsores del Grupo de Lima.
El documento firmado por Bachelet muestra sin metáforas el horror de la dictadura de Maduro. Las descripciones de los métodos de tortura aplicados a miles de venezolanos recuerdan lo peor de la DINA en Chile. Identifica claramente los organismos chavistas, que mantienen el terror con métodos parecidos a los Tontons Macoutes de Duvalier. El valor como documento histórico develando la crudeza de lo que viven los venezolanos es mucho mayor que el tapabocas a todas las predicciones previas.
Para el gobierno de Maduro, dada la calidad de la persona a cargo, es un golpe mayor. No sirve esta vez a la letanía del antiimperialismo, que le había funcionado con embestidas anteriores. El informe, y la propia línea de pensamiento de Bachelet, está más en la línea europea que busca un acuerdo para salir de la crisis humanitaria que asola a Venezuela. El gobierno actual funciona más en la lógica de la actual administración Trump, que busca mediante todo tipo de presiones la caída del régimen. Pareciera que el camino europeo será más efectivo para terminar con la crisis. Fuera de toda duda, el informe Bachelet ha sido más complejo para la dictadura de Maduro que la opereta montada en Cúcuta.
Hay que recordar que el Presidente Piñera no puede evitar compararse con su antecesora. Por ello, el informe también lo ha dejado en silencio. No está en su composición genética deshacerse en halagos hacia su antecesora, por lo que el oficialismo ha ido más bien por criticar la demora. El descuelgue vino del nuevo canciller, quien fue claro en aplaudir el informe, plenamente consistente con la posición de Chile y el Grupo de Lima, que llevan varios años advirtiendo la situación de Venezuela. El ministro Ribera no ha sido nunca converso y, por lo tanto, no tiene que andar demostrando a cada rato su nueva fe y le es más natural jugar roles de Estado.
La nueva aparición de la expresidenta, mezclado con el paupérrimo desempeño de la ex Nueva Mayoría en las encuestas, hizo que algunos pensaran en una tercera vuelta a La Moneda. En la historia de Chile, desde Alessandri en adelante, las segundas presidencias no han sido nunca buenas. Aunque no hay evidencia de un tercer caso, cada período podría ser peor, parafraseando a la propia Bachelet. En todo caso, ella misma ha dicho en público y en privado que no hay ninguna posibilidad de que vuelva a postularse, pero, aun así, crecerá el fervor. La crisis del PS, respecto a la cual la exmandataria y su entorno han guardado silencio, podría hacer que algunos le pidieran que mediara en el asunto y así meterla en la contingencia nacional. La ineptitud de los dirigentes de ese partido en el manejo de la crisis es también una tentación para Piñera, que se siente siempre cómodo confrontando a Bachelet. Hasta ahora, la expresidenta ha mantenido la distancia suficiente con la contingencia que permite que la centroizquierda pueda construir otros liderazgos.
Carlos Correa/La Tercera



