Los mendigos cubanos o la cuadratura del círculo

Los mendigos cubanos o la cuadratura del círculo

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Para comprender la revolución cubana, aquel episodio que tanto ha marcado los asuntos regionales en las últimas décadas, bien se puede hacer un inventario de ciclos temáticos; los largos y breves. Eso permite apreciar su sinuosa trayectoria y entender el significado que tiene haber reconocido ahora la amplia existencia de mendigos.

Los ciclos de largo alcance fueron los primeros y se moldearon en el fervor revolucionario. Ciclos con promesas de un futuro radiante. Fueron los momentos en que La Habana era la capital imaginaria de prácticamente toda la izquierda latinoamericana, cuyo cerebro y corazón estaban en frecuencia fidelista o guevarista. Les asistía el convencimiento que, armados con tal causa, acabarían con los menesterosos y desamparados que abundaban por toda la región.

Sin embargo, cuando la idea de ir creando uno, dos, tres Vietnams se atemperó, los ciclos se hicieron más breves y La Habana dejó de producir ideas. Esas revolucionarias, se entiende. Cada vez menos intelectuales siguieron peregrinando hacia allá.

Es muy probable que la toma de la embajada de Perú en La Habana en 1980 y la posterior estampida migratoria de Mariel puedan ser tomados como el big bang de estos ciclos más breves. Sin embargo, de lo que cabe duda es la fuerza de la implosión soviética la que otorgó a estos ciclos una elevada dosis de dramatismo. Cada vez más más breves y sobrecogedores.

El inventario muestra estos últimos años una secuencia de mini-ciclos, dominados por una fuerza energética caótica. Es como si la élite olfateara que en el minuto más inesperado el castillo de naipes se derrumbará.

Estas últimas semanas irrumpió uno de los detalles más desconocidos de Cuba, marcando a fuego un nuevo mini-ciclo. Es el debate sobre el tema de la pobreza imperante en la isla. La nomenklatura cubana se ha visto confrontada de improviso a una agobiante discusión interna.

Notoriedad alcanzó el tema tras la renuncia de la ministra del Trabajo, Marta Elena Feitó, quien aseguró que en el país los mendigos no existen y que quienes rastrean los basureros en busca de comida es gente que anda disfrazada de tales. Añadió que a los limpiadores de parabrisas de automóviles en las esquinas sólo les interesa la vida fácil.

No hay antecedentes de declaraciones de dicho tenor con anterioridad. Pese al esquema hermético que rodea todo lo gubernativo, las expresiones ministeriales fueron consideradas un exceso. La señora Feitó dio un paso al costado, aunque nada se sabe qué la motivó. Quizás todo sea producto de una molestia en el gabinete al tocar un tema tabú. O bien fue tomado como un comentario “comunicacionalmente” innecesario y potencialmente explosivo.

Difícil adivinar. Sin embargo, la hipótesis más plausible podría ser un enojo presidencial ante lo impertinente de llevar a la luz pública un tema, que, si bien es innegable, no tiene solución. ¿Si la crisis energética es irreversible, si existe inflación, si faltan de dólares y alimentos, y si se murmura el peligro de nuevas oleadas migratorias, para qué hablar sobre pordioseros? Pregunta bastante razonable que se pudo haber planteado el presidente.

Por lo tanto, a este desliz verbal se debe agradecer haber abierto la puerta a un debate muy interesante y que habla de la naturaleza de lo que se vive estos últimos años en la isla. La afirmación ministerial sugiere que el país se encuentra inmerso en un mini-ciclo dominado por cuestiones de profunda raigambre social. Por aquellas referidas a la médula de la revolución y a su razón de ser.

Y es que, hasta ahora, los elementos traccionadores de los ciclos temáticos tenían la gracia de poder discutirse ad infinitum y dilatar respuestas. Por ejemplo, el tema migratorio es lo suficientemente diverso y multifacético como para tomárselo con cierta calma y siempre podía imaginarse alguna respuesta aceptable, por delirante que pudiese ser. De esa ecuación surgió decir que quienes se iban por Mariel eran locos, delincuentes o desadaptados a la revolución. Fidel Castro los bautizó como la gusanera.

Con el tema de la libertad de expresión, sea verbal, artística o de creación, de reunión y asociación en general, pasa algo similar. El régimen ha podido darse el privilegio hasta ahora de restringirlas con costos relativos. Ahí están los casos de Guillermo Cabrera Infante, Heberto Padilla o el de los músicos disidentes como el rapero Maikel Osorbo. La guillotina a la vista ha sido siempre un disuasivo.

Incluso, tanto la crisis energética como la derivada de la inestable conexión a internet, pueden ser achacadas a la perversidad imperialista. Ahí están el bloqueo, el bloqueo y el bloqueo. Ad nauseam. Nadie quiere recordar hoy que cuando los Castro y Guevara nacionalizaron los bienes estadounidenses repetían que nada querían del nefasto imperialismo. Ni sus bienes ni su moneda.

Así han podido sobrevivir 66 años. Sin embargo, el debate sobre la mendicidad masiva está significando un descrédito total. En la base misma que sustenta la revolución. Es un problema “inendosable”.

¿Quién podría negar que una pobreza lacerante aflije a la población cubana? Resulta imposible hacer la vista gorda frente a la tremenda proliferación de pordioseros en las calles de las principales ciudades. Incluso de los pueblos apartados, según informan personas en el exilio con familiares en esos lugares. El nuevo dicho popular confirma todo: para salvarse en la Cuba de hoy hay que tener FE (Familiares en el Extranjero).

No deja de ser impactante el comentario que ha empezado a generalizarse y que compara Cuba con Haití en materia de pobreza. Es cierto que son comparables. Pero hay una pequeña diferencia. Los gobiernos haitianos podrán ser igual de ineptos, pero nunca han pontificado sobre presuntas motivaciones sociales. Jamás han planteado una cierta idea de un porvenir mejor. Ni siquiera Francois Duvalier.

El punto central de los comentarios de la ministra es tocan un temple empírico. Los mendigos cubanos se han hecho visibles ahora en el exclusivo barrio Vedado, donde vive la élite y el grueso de los diplomáticos acreditados. Es decir, donde la basura es apetitosa y llamativa. El único lugar donde puede haber restos de comida.

El presidente Díaz-Canel, habitualmente parco en las escasas apariciones públicas, terció en el debate y admitió la situación de “vulnerabilidad”.

Se trató de un extraordinario reconocimiento. Oficialmente, el gobierno admite 310 mil “deambulantes”, como llama a los pordioseros. O sea, 3% de su población.

Sin embargo, para la correcta interpretación de esas cifras debe tenerse en consideración el cambiante universo poblacional. Según cifras oficiales, 850 mil personas han logrado irse a EE.UU. en los últimos dos años. A los otros países (incluido el Chile neoliberal), otra buena cantidad también. A partir de ese contexto es que medios independientes refutan los datos oficiales y hablan del 80% de la población en situación de pobreza; obligados a mendigar. Siete de cada 10 cubanos no desayunan o no almuerzan o no cenan. El salario mensual es de 54 dólares y la pensión para jubilarse cinco dólares. Cifras pavorosas. Una clara advertencia que el modelo de los Castro conduce inexorablemente a otro Haití.

En conclusión, el debate abierto sobre la mendicidad cubana es quizás el último recoveco de la fantasía iniciada en 1959. Justamente, en nombre de los menesterosos. (El Líbero)

Iván Witker