Lautaro Carmona, presidente del PC, dijo a La Tercera que quienes asocian el régimen de Maduro a una dictadura “están blanqueando la dictadura de Pinochet”. Qué estrambótica manera de razonar. ¿Por qué la denuncia de una dictadura tendría que blanquear a otra? ¿Vale también esa lógica para la dictadura cubana, la más prolongada en la historia de América Latina? O sea, ¿si alguien denuncia los abusos del régimen despótico fundado por Fidel Castro, lo que hace es absolver los abusos de un dictador de otro país? Es el absurdo completo.
El asunto ineludible es si rechazamos o no a todas las dictaduras, independientemente de la excusa que levanten o la bandera que agiten, si defendemos o no los derechos humanos, independientemente de quiénes sean las víctimas y quiénes los victimarios. Ya hemos visto que lo más parecido a una dictadura de derecha es una dictadura de izquierda, y viceversa.
Pueden tener símbolos distintos, pero se igualan en términos morales. Su punto de partida es el avasallamiento de los seres humanos. Es patético que Maduro diga que su régimen se prepara para combatir al fascismo en circunstancias de que su propio régimen lo representa.
Así las cosas, es simplemente obsceno poner en duda que el régimen de Maduro sea una dictadura en el mismo momento en el que reprime brutalmente a quienes protestan en Venezuela por el fraude electoral con el que busca tapar su apabullante derrota, y que la ONU acaba de denunciar. Son muchos los crímenes cometidos en 25 años por la camarilla corrupta que intenta hoy mantenerse en el poder a cualquier precio. Precisamente por eso es tan esencial el apoyo de Chile a la admirable lucha del movimiento democrático encabezado por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia.
En este contexto, es inevitable que mucha gente se pregunte de qué naturaleza pueden ser los compromisos del PC chileno con un régimen tan abyecto como para seguir defendiéndolo y, al hacerlo, incrementar en los hechos las dudas sobre sus propios objetivos. (El Mercurio Cartas)
Sergio Muñoz Riveros
