Los costos de apoyar a una pareja presidencial fashion

Los costos de apoyar a una pareja presidencial fashion

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Buscar una imagen cool utilizando la prensa del corazón es un tema recurrente en la vida política de los países. Con frecuencia suscitan agrias discusiones públicas. Por lo mismo, quienes ventilan detalles de su vida privada por esta vía, suelen correr riesgos. No pocas veces terminan explicando fiascos y los balances finales tienen muchos claroscuros. El caso más famoso de los años recientes en nuestras cercanías fue sin dudas Carlos Saúl Menem.

Estas últimas semanas se ha sabido de un polémico foto-reportaje del matrimonio presidencial de Ucrania en la revista Vogue. Los Zelensky han decidido posar para la cámara de Annie Leibowitz, fotógrafa favorita de las celebridades de Hollywood, en medio de la destrucción y escombros en Kiev. Imposible permanecer indiferente.

Aunque las fotos se conocerán en su totalidad en octubre, ya han trascendido algunas imágenes, donde se les ve abrazados o en pose de great stars. Una conclusión preliminar invita a pensar que para el matrimonio presidencial, guerra y vida privada son algo más que compatibles.

Sin embargo, el asunto no parece tan sencillo. Si en tiempos de paz (como fue el caso de Menem), estos aprovechamientos mediáticos desatan controversia, rozan niveles de escándalo en tiempos bélicos. Las sociedades abiertas son en general bastante susceptibles, ante lo cual, la evidencia de grandes costos humanitarios debería ser suficiente para imponer aquello que los antiguos griegos llamaban fronesis. Una prudencia virtuosa, que permite entender el por qué y para qué de las cosas. Evitar la hibris.

Para ahondar en este interesante asunto conviene plantearse algunas preguntas previas. ¿Merece reproches morales utilizar espacios devastados por los bombardeos como set fotográfico?, ¿actúan, Olena y Volodymyr, con una especie de frivolidad sádica u operan simplemente con una astucia mediática extrema?, ¿es digerible para las democracias occidentales reportajes sobre esta “diplomacia de primera línea”, como la calificó Vogue?.

En primer lugar, habría que admitir lo obvio. Esta conducta presidencial contribuye a una comprensión más integral de este conflicto, cuyas raíces, progresión y futuro son extremadamente complejos. Constatar la cierta naturalidad con que la pareja presidencial ve el conflicto armado confirma la cantidad de cuestiones subyacentes que le otorgan más de una particularidad a esta operación especial de Putin.

Una de ellas son los límites aceptables de las destrezas actorales de un Presidente como Zelensky. Al final de cuentas, parece que su oficio previo a incursionar en política, es mucho más poderoso de lo imaginable. Hasta ahora sorprendía la focalización, algo desmedida, que empleaba para dirigirse a distintas audiencias, siempre explotando con indisimulada exageración temas específicos para cada una de ellas. Así se percibieron sus mensajes a entes multilaterales y a órganos políticos de diversas partes del mundo occidental. Costaba diferenciar esa línea tenue entre el actor y el político.

Lo de Vogue confirma que prima en él la cualidad de actor y parece claro que Zelensky aprovecha con astucia extrema su fuerte dominio escénico.

Luego, viene algo más individual. Su preocupación por los detalles también ronda la exageración. Basta ver el dress code escogido. Su camiseta verde oliva (y en algunos casos una parka del mismo color y tono) ha quedado instalada como marca personalísima. Son evidentes los objetivos. Por un lado, transmitir una imagen de cercanía con sus conciudadanos en momentos difíciles, incluido un toque militar, y, por otro hacia el exterior, como un mandatario en procura del heroísmo. Siempre en campaña. Siempre sobre el terreno. Nada mejor entonces que repetir la fórmula ante las cámaras de Vogue.

Zelensky, en todo caso, no está haciendo nada nuevo ni original.

Churchill ya lo hizo, y con éxito. Muy recordado son su sombrero Homburg de ala corta y su típico corbatín, así como su inseparable habano marca “Romeo y Julieta”. Eso le ayudó a transmitir una imagen nítida de estadista, con aura de autoridad, pero cercana. Mao también hizo lo suyo, y también con éxito. Popularizó desde la lejana China de los años 50 y 60, una camisa sin cuello, como símbolo de su no aceptación de las formalidades occidentales. En la misma línea, la barba hirsuta, aspecto desgarbado y look partisano hicieron famosos internacionalmente a los comandantes de la revolución cubana. Pero todo tiene límites, como lo comprobó el mismo Fidel Castro, quien concurrió a sus reuniones internacionales en la década de los 90 premunido de corbata y un traje a la medida. El comunismo había desaparecido y los espacios contestatarios se redujeron.

A su vez, los líderes no clericales y moderados de la revolución iraní también eliminaron la corbata como atuendo obligatorio. Su deseo fue congraciarse con el fanatismo anti-occidental de Khamenei, creyendo que el experimento shií sería breve.  Finalmente triunfaron los ayatollahs, quienes procedieron a fusilar o ahorcar a estos allegados que se querían pasar de listos. A inicios de este siglo, el premier griego Alexis Tsipras y su ministro de Economía, Yanis Varoufakis también mandaron un mensaje de “firmeza antioccidental”, abandonando la corbata. La convicción anti establishment duró hasta que se vieron obligados a ir a Bruselas a pedir ayuda financiera de la Unión Europea ante la quiebra de la economía helénica.

Pero los Zelensky han llevado las cosas a extremos. Olenska también ha dado muestras de aprovechar hasta las mínimas circunstancias para transmitir mensajes aparentemente nacionalistas, utilizando los colores patrios (azul y amarillos) en sus atuendos, preparados especialmente para cada ocasión por uno de los modistos ucranianos más célebres, Ivan Frolov. Lo mismo hace con sus joyas. Sólo usa de la casa Guzema, una firma ucraniana reconocida por privilegiar temáticas y colores nacionales en sus diseños. Incluso el nombre de la línea de la colección que usa es muy sugestivo, Nezalezhna (Independencia). ¿Hasta dónde llegará la convicción en su caso?

Desde luego que el foto-reportaje de Vogue agrega más incertidumbre a las potencias occidentales acerca de si vale la pena seguir invirtiendo en la causa ucraniana.  En el plano personal, el asunto choca con datos de los Archivos Pandora poco auspiciosos. Su jefe de gabinete de los últimos años, un tal Serhiy Shefir, sería el operador de sus inversiones en el extranjero a través de empresas offshore basadas en Chipre, Belice e islas Vírgenes.

Zelensky tendría además costosos bienes inmobiliarios en Londres. La central de sus redes comerciales parece ser Kvartal 95 Studio, manejada por Olena. Parece obvio suponer que con su carrera de comediante es imposible alcanzar tal fortuna. Su esposa es arquitecto, y sus críticos aseguran que no se le conoce una carrera laboral fuera de Kvartal 95 Studio. Al parecer poco quedará del bravo estadista, heroico soldado, político con sentido de trascendencia y líder íntegro.

¿Dónde recaen finalmente las responsabilidades de este foto-reportaje?. Al parecer, business is business. Mientras los Zelensky están construyendo su imagen, Vogue es conocida por aprovechar mediáticamente a figuras políticas y por tomar posición por unos u otros. Apoyó con firmeza, por ejemplo, la campaña presidencial de Hillary Clinton y le hizo un extenso foto-reportaje a Kamala Harris cuando obtuvo la Vicepresidencia incurriendo en un detalle bastante criticado en su momento. Le pixeló el rostro a Harris para aclararle su cutis. ¿Qué buscará ahora en este caso de los Zelensky?

Vogue no la única revista del corazón que recurre a políticos. Marie Claire hizo en su momento un reportaje completo al Presidente mexicano, Enrique Peña-Nieto y su esposa, la actriz Angelica Rivera. La anterior primera dama mexicana, Margarita Zavala posó para Vanity Fair. El Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez lo hizo para Bazaar. John Kennedy y su célebre esposa Jackie para la popularísima revista de antaño Life. Salvo este último, los resultados no fueron felices.

En síntesis, podría discutirse si ha sido buena idea o no para la causa ucraniana esta decisión de la pareja presidencial. Más preguntas que respuestas deja este interesante episodio de la guerra. (El Líbero)

Ivan Witker