Los contrafactuales del golpe-Claudio Hohmann

Los contrafactuales del golpe-Claudio Hohmann

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Una de las frases más repetidas en las últimas semanas es la siguiente: el golpe de Estado no fue un acontecimiento inevitable. Dicho de otra forma, la dramática interrupción de la democracia en 1973 se habría podido evitar si los hechos que la antecedieron hubieran transcurrido de una forma distinta.

El problema de esta idea es que implica un complejo análisis contrafactual, esto es, la simulación de alternativas distintas a los hechos que tuvieron lugar en esa encrucijada histórica de intensa convulsión social y política. ¿Cuáles de todos los acontecimientos de ese tiempo, de haber ocurrido de otra forma, habrían modificado el devenir de la historia? Se trata de un esfuerzo intelectual de la mayor complejidad cuyas conclusiones terminan poseyendo casi siempre un alto contenido especulativo.

¿Se habría evitado la tragedia si, por ejemplo, Carlos Altamirano no hubiese pronunciado su fatídico discurso en el Estadio Chile dos días antes del golpe de Estado? ¿O apenas se habría postergado por un tiempo? ¿Habría modificado el curso de los acontecimientos el plebiscito que el Presidente Allende reservaba como última carta para resolver una crisis política que ya no parecía tener vuelta en los primeros días de septiembre de 1973? ¿Habría sido necesario que concurrieran estas alternativas, y otras, respecto de los hechos que transcurrieron inexorablemente, para desviar el curso hacía el colapso institucional que incluso Allende intuía semanas antes de su suicidio en La Moneda?

Las posibles respuestas a estas interrogantes contrafactuales muestran lo difícil que habría sido impedir el dramático desenlace del gobierno de la Unidad Popular cuando un conjunto de elementos ya estaban dispuestos en el escenario social y político de ese entonces. “Allende gira en círculos… como quién espera un desenlace escrito en piedra” escribe Daniel Mansuy en su recomendado libro, que tiene como protagonista al malogrado gobernante izquierdista.

Pero también están las enormes limitaciones del análisis contrafactual cuando se trata de procesos de tanta complejidad, uno que en los aciagos días de 1973 se había desplegado con la fuerza arrolladora de un torrente incontenible. La simplificación que es inherente al ejercicio suele conducir a conclusiones inverosímiles.

De haber prevalecido la revolución que postulaba sin ambages el gobierno de la Unidad Popular, ¿qué destino le habría aguardado a Chile? Esta es otra interrogante contrafactual que rodea al golpe de Estado. En realidad se trata de dos preguntas en una: si acaso la revolución podría haber prevalecido, por un lado y, de haberlo logrado, por el otro, cuál habría sido el sistema político y económico que se habría instituido en el país. Pero en este caso una respuesta negativa a la primera interrogante contrafactual (el libro de Mansuy proporciona suficientes antecedentes para responderla en ese sentido), hace menos urgente o necesaria la segunda. Si la revolución no podía prevalecer en Chile, si careció de un líder revolucionario (a la manera que lo fueron los que lideraron las revoluciones marxistas), el destino del país no pudo ser el de los socialismos reales, a imagen y semejanza de Cuba -que por entonces era el único de esa índole en esta parte del mundo.

Es quizá por esta razón que Patricio Aylwin siguió pensando que “la democracia habría podido salvarse”. Y sin embargo, en 1973 la tragedia, como si hubiera estado “escrita en piedra”, se desencadenó ineluctablemente entre nosotros. Ahora, con la perspectiva del tiempo sabemos de la futilidad de las revoluciones en América Latina, que no han producido más que pobreza y atraso, mientras la modernización capitalista ha significado la inclusión de centenas de millones de latinoamericanos al goce de los bienes de la modernidad, entre ellos la democracia y la libertad. La revolución no sólo fue un intento temerario y estéril de la izquierda guevarista de esos años, sino que una trampa inescapable para generaciones de latinoamericanos que aún viven bajo sus dictados.

Cincuenta años después un joven gobernante de izquierda, que no vivió ni de cerca esos momentos dramáticos y dolorosos de nuestra historia, el Presidente Boric, se ha atrevido a recomendar la lectura de “Salvador Allende” de Daniel Mansuy, un texto donde se encuentran diseminadas en numerosos pasajes las posibles respuestas a los contrafactuales del golpe que todavía nos acechan, como si la fatalidad hubiera podido ser torcida por la simple concurrencia o ausencia de uno de ellos.

Luego de su lectura queda la certeza que no fue un factor en particular sino que una diversidad de ellos, concatenados unos con otros, los que condujeron al golpe de Estado, un momento histórico cuando los chilenos devinieron enemigos los unos de los otros. Es el más importante “nunca más” que nos queda medio siglo después: adversarios sí, pero enemigos nunca. (El Líbero)

Claudio Hohmann