Daniel Mansuy sostiene, siguiendo a Atria, que la derecha se acostumbró a la comodidad de una institucionalidad que le permitía un poder de veto desde la minoría y, por ello, dejó de argumentar políticamente. La carta de un grupo de convencionales dirigida a los pueblos originarios sería una novedad que él celebra, pues expresa dos almas en la derecha: una anestesiada y otra dispuesta a hacer política.
Mansuy descree de nuestro modelo de desarrollo, ve en él un liberalismo individualista, carente de un sentido de comunidad desde el que construir un proyecto político. La única manera de tener un discurso político desde la derecha sería conceder un cierto grado de colectivismo.
Ve en la carta un esfuerzo por hacer política; yo veo una falta de sentido de la realidad que puede conducir a renunciar a principios esenciales para una noción de Chile como un país moderno y con las bases que permiten el desarrollo. Sus referencias a Gonzalo Vial adolecen de una carencia esencial: estamos frente a una Convención Constitucional cuya mayoría de izquierda puede redefinir nuestro sistema político e imponer una concepción de la política inspirada en criterios identitarios que rompen con los principios de la democracia liberal.
Yo sí veo constituyentes de derecha haciendo política —que no suscribieron la carta— promoviendo los principios de una sociedad libre, basada en la igualdad ante la ley, en el Estado de Derecho y la democracia representativa.
La ilusión de una izquierda dividida en fracciones que permita una centroderecha dirimente es solo eso, una ilusión. La pregunta es si la mejor manera de sostener los principios de una democracia liberal es, desde una minoría sin poder, mendigar acuerdos concediendo ab initio la renuncia a la legitimidad histórica de nuestro país o defender las bases de un orden social compatible con el desarrollo.
La posición de Mansuy no expresa una diferencia en la manera de hacer política, sino una concepción diferente sobre lo que es un proyecto de derecha. Es la disputa entre la libertad individual y un orden verticalmente impuesto. Lo demás son adornos retóricos.
Gonzalo Cordero M.



