Este misterio crece a la luz de sus últimas intervenciones públicas. En particular, por su aparente incapacidad de reflexionar sobre datos públicos de gran tamaño. Habla de reducir 6 mil millones de dólares de gasto fiscal en 18 meses. Y luego no nos dice cómo hacerlo, ni cuáles serían los programas afectados por el megarrecorte. Evade.
Sostiene que el gobierno del Presidente Boric ha creado cien mil puestos de empleos públicos en los últimos tres años, confundiendo, o más bien pretendiendo confundir, la expansión de contratación del gobierno (que en rigor es de 7 mil 600 cargos). Son en su gran mayoría traspasos producto de procesos de descentralización que no constituyen empleos nuevos. Solo una mínima parte responde a creación de cargos nuevos, regionales.
El candidato propone hacer una auditoría general al Gobierno, contratando a una consultora internacional, despreciando o desconfiando del rol y deber de la Contraloría, que en los últimos meses ha dado prueba de gran eficiencia y proactividad.
Dice que modificará el acuerdo de pensiones recién firmado en el Congreso, tan larga y difícilmente trabajado entre todos los sectores, pero no propone un mecanismo de sustitución y queda la incógnita sobre qué pasará entonces con los millones de pensionados que serían afectados por la pérdida de este beneficio.
Todas estas declaraciones no son fruto de la improvisación o de un comando inoperante. Es una estrategia deliberada.
Se trata de un recurso electoralista destinado a que la conversación pública gire en torno a sus ideas, aunque sean descabelladas. Técnicamente a esto se le denomina demagogia.
La pregunta es: en caso de ganar la elección y convertirse en presidente, ¿podrá Kast sostener estas promesas de campaña?
De llegar a gobernar, con toda certeza lo hará sin mayoría parlamentaria. Y deberá pactar con aquella derecha a la que ha descalificado por cobarde y acuerdista. ¿Está preparado para hacer concesiones que le aparten de su mesianismo?
¿Abandonará Kast la práctica de promover campañas pobladas de falsedades para desacreditar a sus adversarios? Esa duda expresó Evelyn Matthei en una entrevista emitida esta semana: “Me da temor que pueda correr mucho los límites si llega a ser presidente”, dijo. Y es comprensible su temor, si consideramos la investigación de Ciper que conecta nítidamente las campañas de desprestigio con el comando de Kast.
En esta tercera candidatura, el republicano aparentemente ha “abandonado” las ideas de su programa de 2021, como la agenda valórica y el cierre del Ministerio de la Mujer. ¿Podemos creerle si sus otras ideas de campaña se lanzan sin ningún fundamento? ¿O es una estrategia más para conseguir votos y luego, en el poder, retomará su agenda integrista?
El tema es que estamos viendo a un candidato que, para ganar, se presenta con ideas incumplibles y oculta parte de sus creencias fundamentales.
Si consigue lo que busca usando estos recursos, el gran riesgo futuro es que sus votantes se decepcionen, lo abandonen rápidamente, le resulte imposible establecer alianzas de gobernabilidad y su mandato caiga en la inefectividad que tanto denuncia. (El Mercurio)



