Con la trayectoria de la tasa de natalidad del Chile actual de 1,1 hijos por mujer y cayendo, cuando los niños de hoy tengan 70 u 80 años, la población del país será cerca de la mitad de la que es hoy. Si nada cambia, en un par de generaciones, Chile habrá casi desaparecido. Pero es peor porque lo que vamos a tener en no mucho tiempo más es un país de puros viejos en el que los niños serán una rareza digna de ir a visitar como aquellos turistas que van a ver animales en los safaris de África. Será un país deprimente, lento, moribundo y de masas de gente completamente solas, deprimidas y suicidas.
El problema no es solo chileno claramente. Hace poco The Economist señalaba: “En Gran Bretaña, medio millón de personas pasan regularmente hasta una semana sin ver a nadie. Más de la mitad de los mayores de 75 años se describen a sí mismos como ‘crónicamente solitarios’, y el 33% de ellos siente que su soledad está ‘fuera de control’. Dos quintas partes de las personas mayores dicen que la televisión es su principal compañía. Para 2040, el número de personas mayores de 75 años se habrá duplicado, llegando a 10 millones”.
Todos los años en el mundo desarrollado son miles las personas que mueren solas en sus casas sin que nadie se entere hasta que la putrefacción del cadáver alerta a los vecinos. Ante este desastre, no es de extrañar que Inglaterra haya creado un Ministerio de la Soledad. Según la OMS, en total, en el mundo alrededor de 100 personas por hora mueren debido a su soledad y aislamiento, totalizando la monstruosa cifra de 871.000 personas, comparable a las muertes causadas por el cigarrillo. Y es que está demostrado que las conexiones socio-afectivas son el principal indicador de longevidad, ofreciendo beneficios protectores a lo largo de la vida, entre ellos, reducción de la inflamación, del riesgo de enfermedades graves y mejor salud mental.
La OMS alerta que una de cada seis personas experimenta altos grados de soledad, hoy lo cual incluye todos los estratos sociales y edades. Estudios de la Universidad Católica muestran que, en Chile, un 19% de la población declara estar sola, siendo las mujeres el grupo más afectado con 21,7%. Entre 30 y 39 años, en tanto, la soledad se dispara a 26,6%. Y si bien estos datos no se refieren siempre a la ausencia de tener hijos, la verdad es que con las tasas de natalidad actuales este es un factor relevante.
La progresiva muerte y pandemia depresiva de nuestro país hará insuficientes los sistemas de pensiones y de salud, pues el país se encaminará a un colapso productivo y una explosión de gasto sin precedentes en la historia por la ausencia de gente joven que mantenga la economía funcionando y por el costo que irrogará la cantidad de ‘viejos’ que vivirán del sistema. Según Clapes UC, “la caída en la tasa de natalidad y el incremento de la población de la tercera edad (60 años o más) prometen convertirse en una bomba de tiempo para la economía chilena, debido a que se reducirá la fuerza laboral y será cada vez mayor la carga que deberán sostener las familias para cuidar a sus mayores”.
Hacia 2050, se estima que un 32% de la población será mayor de 60 años, comparado con un 9,5% hace tres décadas. En tanto, el gasto en salud pasó de 12,7% del total en 2000 a 20,9% en 2023. Solo la reforma previsional nos costará a los contribuyentes US$ 6.683 millones en el largo plazo, cerca de 2% del Producto. En total, salud y pensiones nos terminarán costando probablemente cerca de 17% del PIB hacia 2050, es decir, casi el 70% del total del gasto público actual. En otras palabras, la tendencia es insostenible.
¿Cómo fomentar la natalidad entonces? Una parte es valórica: se debe poner de moda nuevamente la idea de que nada es mejor para una vida satisfactoria y con sentido que tener familia y dejar el fetichismo de convertir a las mujeres en hombres obsesionadas con el éxito económico y el poder, ideal presentado por esa patología intelectual que es el feminismo. Pero también se debe abaratar el costo de tener familia, y para eso debe haber bajas siderales de impuestos que hagan más fácil comprar inmuebles y que estimulen el crecimiento económico para que haya mejores salarios. También necesitamos desregulaciones que permitan densificar las ciudades bajando costos de construcción, abrir colegios y soluciones privadas a todos los problemas de la vida familiar. Nada de esto se hará probablemente porque los políticos e intelectuales estatólatras piensan que el Estado es la solución en lugar de parte del problema. Y además concuerdan con Keynes, quien decía que las críticas a sus políticas estatistas no importaban porque en el largo plazo estaríamos todos muertos de todos modos, algo que sin duda ocurrirá a Chile como país si nada cambia. (El Mercurio)
Axel Kaiser



