Después de su aplastante y categórica derrota en la segunda vuelta de la elección presidencial, la izquierda chilena necesita hacer una reflexión profunda para entender las causas de su derrota. Si bien en las democracias los partidos ganan y pierden elecciones, el fracaso del proyecto fundacional del octubrismo ha representado una derrota para la izquierda que va más allá de una elección.
Después de haber apostado a la refundación de Chile y al remplazo de la Constitución de 1980 (modificada múltiples veces en democracia), la izquierda perdió el rumbo y ahora está arrinconada en posiciones minoritarias e impopulares. Precisamente porque la democracia requiere que, al menos, haya dos opciones legítimas y válidas, resulta esencial que la izquierda pase por un proceso de renovación que le permita construir una plataforma con ideas y propuestas que le hagan sentido a las grandes mayorías del país.
Entre 1990 y 2005, la centroizquierda chilena fue electoralmente poderosa -invencible-precisamente porque su mensaje de reformas graduales, razonables y procrecimiento trajeron progreso y desarrollo al país. La gente premió a la izquierda y castigó a una derecha que no podía quitarse el lastre de haber apoyado a la dictadura militar y haberse opuesto a una transición a la democracia en el plebiscito de 1988.
Entre 2009 y 2017, los chilenos votaron por alternancia en el poder. Aunque ninguno de los cuatro gobiernos -Piñera, Bachelet, Piñera y Bachelet- lograron convencer al electorado de que valía la pena votar por la continuidad, la oferta democrática en el país fue competitiva. Los chilenos tuvieron opciones claras para escoger en cada elección.
En 2021, la izquierda tradicional fue exitosamente desplazada por la coalición de izquierda radical del Frente Amplio con el Partido Comunista. Después del estallido social y en medio del proceso constituyente, cuyo inicio se acordó a fines de 2019, la izquierda moderada se desvaneció y la izquierda fundacional que rechazaba el modelo exitoso de los llamados 30 años llegó al poder. La propuesta de reemplazar el modelo social de mercado que tan exitosamente había construido la izquierda moderada terminó siendo un rotundo fracaso. Primero, los chilenos rechazaron ampliamente la radical propuesta fundacional de una nueva constitución en el plebiscito de 2022. Luego, el gobierno de Gabriel Boric nunca logró encontrar un nuevo rumbo y terminó administrando un modelo económico en el que no creía, pero que tampoco podía remplazar. La derrota de la candidatura presidencial de Jeannette Jara el domingo 14 terminó por sepultar definitivamente el proyecto refundacional del octubrismo.
La izquierda ahora se ha quedado sin agenda ni propuestas. El proyecto de la Concertación fue aniquilado por la propia izquierda. La propuesta fundacional del octubrismo fue derrotada en las urnas de forma categórica dos veces. Algunos correctamente advierten que la izquierda tiene liderazgos políticos potencialmente competitivos, como el saliente presidente Gabriel Boric, que dejará el poder con 40 años recién cumplidos, o la ministra vocera de gobierno, Camila Vallejo, que tiene 37 años. Pero si bien esos liderazgos pudieran ser competitivos, no queda claro cuál será la plataforma sobre la que construyan su propuesta de gobierno. El proyecto de convertir a Chile en la tumba del neoliberalismo fracasó y la propuesta del Partido Comunista de disfrazarse de Socialdemocracia concertacionista tampoco tuvo éxito. La izquierda necesita buscar una nueva plataforma para construir una oferta electoral.
Es cierto que la izquierda pudiera apostar a que fracase el proyecto de derecha conservadora de José Antonio Kast. Si en cuatro años los chilenos están descontentos, las ganas de castigar al gobierno bien pudieran darle una nueva oportunidad a la oposición. Pero hoy por hoy, el electorado parece más interesado en la oposición anti-élite y pro-mercado que ofrecen candidatos como Franco Parisi que en volver a intentar la propuesta fundacional octubrista o incluso la socialdemocracia que presumiblemente ofreció Jeannette Jara. Para ser competitiva en 2029, la izquierda necesitará más que rostros conocidos.
Por eso, la izquierda hoy debe iniciar un proceso de reflexión sobre qué puede ofrecer al país. Para ello, debe partir por entender la causa de su derrota. Para algunos, el problema es que la izquierda no se corrió lo suficientemente a la izquierda. Para otros, es que la izquierda se radicalizó demasiado y ahuyentó a los moderados que antes le habían dado la mayoría electoral. El proceso de reflexión de la izquierda está recién empezando. Es muy probable que el proceso sea doloroso y traumático. Pero lo que debe entender la izquierda es que la forma más expedita y eficiente para volver a encontrar el rumbo pasa por escuchar la voz de la gente, entender los sueños y miedos que mueven a las personas y, de una buena vez, dejar atrás los modelos de sociedad estatistas fracasados y nostálgicos. Para volver a celebrar una victoria electoral, la izquierda deberá entender que los chilenos quieren mejorar el modelo actual, no fundar un nuevo país o adoptar un nuevo modelo de sociedad. (El Líbero)
Patricio Navia



