“Rugieron los montes y parieron un mísero ratón”. La frase es de una fábula de Esopo y en Chile la convertimos en una realidad días atrás. Los montes rugieron por semanas repitiendo su eco en toda clase de especulaciones: que Michelle Bachelet sí iba a la elección; que no, que no iba; que no iba y que apoyaba a Carolina Tohá. Políticos avezados y de pelo en el pecho, como Camilo o Fernando Atria se la jugaron por ella. Hasta que un buen día Carolina dejó de ser ministra y mutó en candidata presidencial, sin que Michelle le tendiera la mano mientras anunciaba que no se bajaba de su propia candidatura, porque nunca se había subido en ella.
¿Valió la pena tanta parafernalia? ¿Le servirá electoralmente a Carolina la expectación que creó con su posible renuncia al ministerio? ¿Será ahora menos amada Michelle por los seguidores a los que dejó con la ilusión puesta?
Probablemente nada de eso importe mucho. Lo único cierto es lo que era de prever: que Carolina Tohá va a disputar con un buen número de personas y un resultado incierto la candidatura del oficialismo. Y que lo hará con un único propósito, el mismo que, casi a título de postrera instrucción, le señaló Gabriel Boric en el momento que tomaba el camino de salida de La Moneda: dar continuidad a la obra del joven Presidente, prolongar por otros cuatro años el pésimo gobierno que hemos vivido los últimos tres.
Un mensaje en el que, si se afina el oído, quizás podría escucharse el susurro de la verdadera encomienda: ve allí y procura que crean que representas algo diferente. Empéñate en la enorme tarea de decir que eres distinta, que estás por el diálogo y por oír a los demás, aunque al mismo tiempo afirmes la necesidad de la unidad con quienes no creen en ello. Que serás la candidata de un “Socialismo Democrático” aunque vas a tratar de ganar, en unas primarias, el apoyo de un Partido Comunista que cree en la dictadura del proletariado y el de un Frente Amplio que ha sido el portavoz más calificado de la cultura identitaria en nuestro país. Es más, ve allí y conviértete en la hoja de parra que cubra nuestras vergüenzas, las vergüenzas por aquello que hicimos y por lo que dejamos de hacer durante tres años. Convéncelos que de veras crees en nuestra democracia y en nuestro orden institucional, aunque fuiste la vocera de un proyecto de Constitución que destruía ese orden. Haz que se olviden que alguna vez yo proclamé que estaba a la izquierda del Partido Comunista o que una parte de mí quería eliminar el capitalismo. Que se olviden que mi ideal de ministra del Interior no eras tú, sino Izkia Siches.
¿Podrá Carolina Tohá cumplir la tarea que le encomendara póstumamente aquel al que sirvió lealmente durante los últimos años? ¿Aquel al que reemplazó con el título de vicepresidenta? ¿Podrá convencer de todo esto a aquellos a los cuales debe convencer para ser presidenta: el electorado de centro porque el de izquierda lo tendrá de seguro si ella es la candidata del oficialismo?
Lo cierto es que la tarea, más que ímproba, parece imposible.
En realidad, la única forma que un elector no matriculado con la izquierda llegue a votar por Tohá, aun reconociendo sus habilidades políticas, es que ella y quienes la postulen originalmente (¿el PS más el PPD?, ¿la “izquierda democrática” en pleno?) abandonen la nave que comparten con quienes no tienen ni remotamente las mismas credenciales políticas que ellos, esto es que rompan con aquello que era tan caro a Bachelet: la “unidad de la izquierda”. Que se alejen de socios tan poco recomendables como el Partido Comunista y el Frente Amplio y busquen formar un frente político con aquellas fuerzas que, siendo reformistas, no están dispuestas a patear el tablero como en su momento hicieron el PC y el Frente Amplio. Pero lo más probable es que no lo hagan porque, para ellos, todavía aquello de la unidad de la izquierda pesa más que cualquier cosa. Fue por eso por lo que personas inteligentes y auténticamente democráticas, como seguramente es Carolina, no sólo fueron incapaces de oponerse al proyecto constitucional que sus socios de esa izquierda levantaron en 2022, sino que, como la propia Carolina, se convirtieron en portaestandartes de él.
Así, pues, Carolina -o quien sea finalmente el candidato o candidata del oficialismo- estarán siempre dispuestos a morir con las botas puestas. Y es que existe un orgullo izquierdista que los propios izquierdistas muchas veces confunden con confianza y que probablemente los llevará siempre a la inmolación. Una inmolación que no rechazan por principio porque, quizás, se sienten más cómodos en el martirologio que en funciones de gobierno. Y es que, cuando se está convencido -como lo están los militantes del oficialismo- de que su lucha no sólo es justa, sino que su paso por el gobierno al servicio de esa lucha ha sido glorioso, entonces ¿por qué habrían de cambiarse de bando?
Aunque quizás todas estas reflexiones estén de más. Quizás Carolina Tohá nunca llegue a ser candidata del oficialismo y ese honor lo conquiste en una primaria Jeanette Jara, Gonzalo Winter o algún otro precandidato, aunque no tenga las credenciales que se necesitan para convertirse en la hoja de parra que cubra las vergüenzas de Gabriel Boric. (El Líbero)
Álvaro Briones



