EN MEDIO DE una situación política de muchos ruidos y nombres posibles, se inició el debate público con vistas a las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2017.
Como la confusión no es poca, vale la pena reflexionar sobre el reto a definir en el seno de las fuerzas de la Nueva Mayoría el próximo año.
El país ha tomado nota con ira y desencanto que la política se permeo de malas prácticas, que conllevan corrupción y clientelismo. Salir del atolladero será tarea difícil y de largo aliento.
Se repite que no hay soluciones mágicas y, sin embargo, se nota que es fuerte la tentación de recurrir al azar de la figura providencial, que provoque el ansiado propósito de subir en las esquivas encuestas.
De imponerse ese criterio se impondrá el “show” y el espectáculo por sobre las ideas y las propuestas.
Es inviable superar la crisis de confianza por ese camino.
Hace ya rato que las encuestas quitan el sueño de diversos personeros, con el lamentable efecto de vaciar las perspectivas de una parte de ellos, reducidos sólo a las encuestas y sometiendo a ellas el proyecto político que debiese presidir y orientar su tarea.
Hay que abandonar esa errada tendencia. Se requiere un proyecto nacional. Con ese ánimo el expresidente Ricardo Lagos Escobar, se ha puesto a disposición, con sus ideas y trayectoria, asumiendo errores, con vistas a una opción en que se puedan “aunar las voluntades” y contar con una mayoría social y política capaz de conducir el Estado. En tal sentido, mantener la unidad entre el centro y la izquierda es el gran desafío.
Al explicitar su voluntad se desató una nueva versión de los “caza Lagos”. Son personas que se inclinan a la simplificación de los procesos sociales.
De ese modo, como Ricardo Lagos pone el énfasis en alcanzar un mayor crecimiento, lo anatemizan como amigo de los empresarios; como valora el balance estructural en el gasto fiscal es conservador; como tiene ideas claras se le sindica como el partido del orden.
Parece que muchos se esmeran en atacar a Lagos, porque se mueven en áreas imprecisas y ambiguas, de un doble discurso, por naturaleza diferente a un liderazgo que tratará de cambiar el clima del país, desde un frío escepticismo al valor de la cohesión social, a través de metas comunes, que refuercen la idea de Chile, como una nación compartida, cuyo futuro es un desafío conjunto.
Por tanto, su tarea tiene que lograr el balance capaz de continuar las reformas en todo lo que una un ancho bloque social y político, así como robustecer la gobernabilidad democrática lograda por el país, en especial por la madurez de sus fuerzas políticas de raíz popular.
De modo que el objetivo que se ha propuesto Ricardo Lagos es coherente con el interés país, como corresponde a un dirigente que surgió como figura nacional en la brega contra la dictadura, que se proyectó a la presidencia por su trabajo tesonero y fructífero en la restauración democrática, con identidad y domicilio conocido, requisitos necesarios para superar la crisis de confianza que afecta al país.
La Tercera/Agencias


