De acuerdo a una entre las distintas definiciones usadas, una economía está en recesión técnica cuando cumple dos trimestres consecutivos con caídas en el Producto Interno Bruto (PIB). Las cifras económicas más recientes muestran claramente que este no es el caso de nuestro país.
Nuestra economía se expande por debajo de su potencial, pero está y seguirá creciendo. Como gobierno no tenemos duda de que crecer a tasas más altas es una prioridad. Pero también creemos necesario mirar los datos en su real perspectiva.
Y en términos de perspectivas, los analistas han sido claros en señalar que un escenario de recesión no forma parte de sus pronósticos. De acuerdo al Banco Central, el 2016 cerraría con un crecimiento de 1,5-2% y el próximo año de 1,75-2,75%. Éste es por lo demás el consenso de los analistas del mercado, incluso entre los más pesimistas.
En los últimos años hemos enfrentado un escenario externo menos favorable junto a una caída en las expectativas. El resultado es una baja en la inversión y una economía que crece a un menor ritmo. A pesar de ello nuestra economía sigue contando con cimientos sólidos: apertura a los mercados, estabilidad macroeconómica y financiera y responsabilidad fiscal. Todos elementos que además, comienzan a fortalecerse.
La inflación ha mostrado una tendencia más positiva a lo proyectado y se espera que converja a la meta del 3% antes de junio del 2017. Esto es una buena noticia, pues le entrega espacios adicionales de holgura al manejo de la política monetaria.
Junto a ello el gobierno ha dado señales claras de que transitamos hacia una consolidación de la política fiscal, con una meta de reducción del déficit estructural de 0,25% del PIB al año. Las señales también han sido claras respecto a que toda discusión de futuras políticas debe ajustarse a los criterios de responsabilidad fiscal.
Las clasificadoras de riesgo han reafirmado su positiva evaluación de la economía de Chile y se confirma nuestra posición como el país con premio por riesgo más bajo en todo el mundo emergente. La percepción de los inversionistas externos es que Chile es una economía competitiva y un atractivo lugar para invertir.
La inversión extranjera creció el 2014 y el 2015 respecto del 2013. Este año se mantiene esta tendencia.
Algunas señales positivas también pueden extraerse respecto al crecimiento futuro de la inversión. A agosto del 2016 la inversión asociada a los proyectos ingresados a tramitación ambiental es casi el doble de lo observado en igual período del año pasado. Mientras que el precio de la última licitación eléctrica, no sólo es una señal de confianza e interés por invertir, sino que también un factor de primer orden para impulsar la competitividad de nuestras empresas.
En Estados Unidos una comisión especializada realiza un análisis de distintos indicadores de producto, ingreso y empleo, antes de decidir si declara la economía en recesión. Mirando el desempeño de nuestra economía, una comisión como ésta confirmaría que una recesión técnica para Chile no estaría dentro de sus pronósticos.
La coyuntura económica es sin duda importante, la suerte de muchos chilenos depende de ello.
Pero nuestros esfuerzos deben centrarse en llevar nuestra economía de vuelta a su potencial de crecimiento y generar condiciones para un crecimiento sostenido.
Para ello es fundamental el rol que cumplen las expectativas. Nuestra tarea es ayudar a retomar las confianzas y seguir entregando señales respecto a la importancia del crecimiento. Pero al mismo tiempo debemos avanzar en políticas que tengan como norte una mayor productividad. Esa es la lógica que ha guiado nuestra Agenda de Productividad.
Es en políticas como éstas, y en la capacidad que tengamos como país de darle continuidad, donde nos jugamos el crecimiento futuro.


