El exembajador japonés en China, Hideo Tarumi, publicó el 8 de diciembre en el diario Sankei Shimbun una columna en la que llamó a Japón a “despertar” y establecer una estrategia de largo plazo frente a China. Según Tarumi, Japón ha tendido durante años a retroceder ante cualquier presión proveniente de Pekín, debilitando así la coherencia de su política exterior y reforzando la percepción de que la coerción siempre funciona. Aunque su reflexión se origina en la reciente controversia generada por las declaraciones de la primera ministra Sanae Takaichi sobre un posible escenario de crisis en Taiwán, el fondo del argumento apunta a una vulnerabilidad estructural de la política japonesa hacia China.
El debate interno japonés
La advertencia de Tarumi no surge de manera aislada. En los últimos meses, medios como Nikkei han subrayado que la dependencia japonesa de las cadenas de suministro y de la tecnología china expone al país a riesgos asimétricos en un contexto de creciente tensión regional. Asahi Shimbun, por su parte, ha señalado que Japón podría quedar sin margen de maniobra si no define una planificación estratégica de largo plazo. En conjunto, estos análisis evidencian un consenso emergente: la estrategia nacional no puede basarse en la presunción de que China actuará siempre de forma estable o predecible.
El giro europeo
Europa avanza en una dirección similar. En noviembre de 2025, Alemania publicó un informe que reconoce explícitamente que la relación bilateral con China ha pasado de la cooperación a una competencia estructural. Periódicos como Handelsblatt y Frankfurter Allgemeine Zeitung han advertido sobre la vulnerabilidad que supone depender excesivamente del mercado y la capacidad productiva china, especialmente en sectores como los vehículos eléctricos y los minerales críticos. A nivel comunitario, la Comisión Europea ha adoptado la noción de “reducción de riesgos”, orientada a evitar que un solo mercado condicione decisiones políticas esenciales.
Dependencia y autonomía
Tanto en Japón como en Europa, la reflexión converge en una misma premisa: cuando la economía, la tecnología o la diplomacia dependen en exceso de China, la autonomía estratégica se debilita inevitablemente. El llamado de Tarumi a un “despertar” es, en esencia, una advertencia sobre este tipo de riesgos estructurales. La cuestión no es si un país debe relacionarse con China, sino hasta qué punto dicha relación condiciona su capacidad de decisión.
Un espejo para América Latina
Esta reflexión ofrece lecciones claras para los países en desarrollo y, en particular, para América Latina. La región ha dependido ampliamente de China en exportaciones, préstamos para infraestructura y cooperación energética. Si bien estos vínculos aportan beneficios inmediatos, también concentran la estructura productiva y reducen el margen de maniobra ante escenarios internacionales cambiantes. Deutsche Welle ha señalado que, sin una diversificación real, los países latinoamericanos corren el riesgo de perder autonomía en momentos críticos. Chile enfrenta un desafío similar: como lo han analizado El Mercurio y Diario Financiero, la fuerte dependencia del mercado chino en los sectores del cobre y del litio limita su poder de negociación y condiciona su transición industrial.
Un desafío de alcance global
La relevancia de la columna de Tarumi trasciende la política japonesa. Su mensaje revela una experiencia aplicable a numerosos países: el espacio estratégico de un Estado rara vez se pierde en una crisis repentina; más bien, se erosiona gradualmente a través de estructuras de dependencia prolongadas. Las respuestas de Japón y Europa muestran cómo las democracias maduras identifican sus vulnerabilidades y ajustan sus políticas en consecuencia. Para Chile y otras naciones emergentes, la advertencia es clara: cuando un único mercado o un solo proveedor de financiamiento domina la economía, las opciones reales ante decisiones cruciales son mucho más limitadas de lo que aparentan. La autonomía estratégica no es un ideal abstracto, sino una condición que exige mercados diversificados, cadenas de suministro resistentes y una institucionalidad capaz de sostener decisiones soberanas. (Red NP)
Andrés Liang
Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica



