Inteligencia dormida

Inteligencia dormida

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Pareciera que en Chile hoy cualquier matiz que escape de las monolíticas doctrinas que gobiernan nuestra política se juzga como traición y rendición al adversario. Para graficar esta realidad, propongo el siguiente ejercicio. Si alguien afirma que no comparte una o más de las enmiendas republicanas al proyecto constitucional, es esperable que el discurso maniqueo imperante sostenga que se traiciona la causa de la sociedad libre.

Por ejemplo, alguien puede rechazar que la primera vivienda esté exenta de contribuciones por estimar que aquello merma el erario municipal. Puede considerar también que elevar a rango constitucional la proscripción del aborto se aparta del espíritu de reforma no refundacional que los chilenos esperan de este proceso, anhelo que encarnó la opción Rechazo en el pasado plebiscito.

La misma persona que sostiene aquello puede respaldar las alusiones a la identidad nacional contenidas en las enmiendas republicanas. Puede estimar que ellas no son identitarias, ya que una cosa es el identitarismo (que otorga privilegios corporativos), y otra muy distinta es advertir que la identidad nacional es indispensable para que los ciudadanos se identifiquen con sus instituciones y las validen. Asimismo, puede compartir el hecho de que el estatuto internacional de DD.HH. es hoy ilegítimamente administrado por fuerzas ideologizadas que lo privan de la ecuanimidad que requiere. ¿Cómo entonces entregar un poder supraconstitucional a esas fuerzas extranjeras para que con el codo borren y reescriban la Constitución que redacta un Chile soberano?

Este mismo ejercicio puede intentarse con supuestos diseñados para matizar visiones de la centroizquierda y del Gobierno. En cualquier caso, las voces radicales caricaturizarían estos debates a priori como cobardes capitulaciones, buscando aplastarlas y silenciarlas. ¿Y qué hay de las voces políticas moderadas que sobreviven en expectante silencio? Es muy probable que ellas, para no despertar la ira ciega del poder polar que se siente cuestionado, intenten persuadir a este hipotético ser reflexivo: ¿para qué inicias un fuego amigo, y por qué no atacas mejor al adversario?

La respuesta, a mi juicio, es clara. Sin convicción no hay victoria o ella es solo aparente. La sociedad libre, para sus adherentes, es fin y medio a la vez: si para alcanzarla se debe renunciar al pensamiento crítico y al debate respetuoso de las ideas, el camino de servidumbre ya triunfó. Las divergencias respetuosas y serias que se planteen desde la centroizquierda y la centroderecha a los polos, no son fuego amigo ni ataques (¡es increíble tener que decirlo!), sino ejercicios básicos de responsabilidad política y compromiso cívico. ¿Estaremos a tiempo? ¿O será que la malentendida lealtad y el sesgo amenazante del sectarismo que adormece al intelecto ha avanzado irreversiblemente en Chile como un cáncer implacable y silencioso? (El Mercurio)

Fernanda García