Estas semanas han sido dolorosas, los llamados errores en gestión en temas de salud han cobrado vidas humanas. Los dichos pasados de quienes hoy son gobierno hacen ecos que duelen profundamente. Fueron ellos quienes acusaron a las autoridades anteriores de negligencia y de “asesinos” por el manejo de la pandemia. Esta acusación los obligaba a mostrar una mayor gestión y mejor manejo frente a crisis sanitarias que sus antecesores. Las crisis respiratorias actuales son lo esperado anualmente y, sin duda, tiene un rango de crisis inferior a lo que fue la pandemia.
Los protagonistas del actual gobierno fueron antes una oposición vociferante y poco constructiva que auguraban y pretendían dejar la idea que ellos lo harían mucho mejor. Pero no ha sido así. Sí, el manejo en la acción ha sido malo y en las vocerías ha sido aún peor. Calificar de “error” lo sucedido es de mal gusto y una falta de responsabilidad. La mala gestión de redes asistenciales y la sobreideologización que, con tal de no pedir ayuda al mundo privado, prefirió arriesgar la vida de menores y pagó el mayor precio, la muerte. No sólo fue la mala acción y omisión, eso estuvo acompañado de mentiras que finalmente costaron la salida del subsecretario.
Pero los “iluminados” del actual gobierno, esos que criticaban y paralizaban todo; esos que estuvieron dispuestos a intentar derrocar a un gobierno, democráticamente establecido, usando la fuerza, mostraron que, aunque se vistan de “estadistas” y quieran aparecer como “amantes de la democracia” no son lo uno, ni lo otro. Nunca asumen la responsabilidad de sus acciones, el “poncho” del poder, definitivamente les queda más que grande.
Duele la salud y duele la educación. En estos días, en la que el Colegio de Profesores nuevamente llama a paro, nos enteramos de los resultados del Simce, los cuales dejan todo que desear. Chile sólo creció en la brecha. El ausentismo escolar, la falta de disciplina y la sobreideologización liderada por ellos mismos, ha cobrado frutos. Son los peores resultados en el tiempo y parece ser algo lógico. Han estado más preocupados de permear con la ideología que de educar hacia el bien. Para ellos el bien objetivo no existe, por lo mismo, lo bueno es aquello que les permite lograr su objetivo, hacerse y perpetuarse en el poder y destruir la visión de la cultura judeocristiana y la realidad misma y reemplazarla por el sentir de turno, aunque sea una “locura desatada”.
Se han preocupado de ideologizar intentando convencer que la realidad no es real y que el sentir puede ser la realidad deseada cuando se quiera. El Colegio de Profesores, asociación gremial que no representa a los profesores, ya que ha estado siempre más preocupada de sus intereses particulares que de los niños, ha sido un brazo activo de la ideología política y la entidad que llamaba a no volver a clases. Del mismo modo, la ideología validó y romantizó la violencia al interior de los establecimientos educacionales permitiendo que grupos minoritarios mediante la fuerza, no permitieran a otros jóvenes y sus familia el educarse. Convencieron de que una toma puede llegar a ser justa, cosa que jamás puede ser tal, ya que la fuerza de un grupo de interés no puede ni debe violar el derecho del resto de la comunidad a educarse. Los resultados de este trabajo se ven en el deterioro de la educación pública, la destrucción de emblemas de la República como el Instituto Nacional y el Instituto Barros Arana, por mencionar algunos de los antes llamados liceos emblemáticos, esos que en el pasado eran garantía de movilidad social desde el esfuerzo y el trabajo.
La calidad. Se han preocupado de eliminar todo mérito de la educación y han hundido a las comunidades en un charco que parece una especie de arena movediza. En el sistema hay buenos profesores, sin duda. Siempre los ha habido. Pero el estatuto docente, que busca velar por los intereses del gremio y no de los niños, impide desvincular a los malos profesores. Del mismo modo, muchos profesores no quieren ser evaluados, con lo que la idea de mejorar la educación no queda más que en una consigna. La mejora de la educación parte por poner el aprendizaje y el crecimiento personal de los niños en el centro y por lo mismo, quien no es buen profesor, con quienes los niños no aprenden, no puede hacer clases. Un mal profesor es un veneno mortal para las futuras generaciones y el colegio de profesores se ha dedicado a exigir prebendas que los convierten en “vacas sagradas”. Todo parece estar mal y sin duda en esos días dos cosas que eran las clásicas banderas de mejoras de la izquierda vociferante, salud y educación, han “hecho aguas” en sus manos. Todo que desear. (El Líbero)
Magdalena Merbilháa



