Chile tiene serios problemas en la gobernanza de sus ciudades, en especial de sus diez áreas metropolitanas. Tiene además un desarrollo territorialmente desequilibrado, con una concentración excesiva de todo en Santiago, lo que está frenando su crecimiento económico y social, como señaló la Ocde en 2009. Ambos problemas van de la mano.
Es curioso, pero en un país donde cerca del 90% de la población vive en ciudades y donde ha habido cambios sustantivos en su ruralidad, por una creciente industrialización del agro y “rurbanización”, ningún actor político relevante, menos los precandidatos presidenciales, ha levantado el tema de la ciudad y su problemática como un tema central a enfrentar. No obstante, hay aspectos de la revolución científico-tecnológica en curso que ya están impactando lo que sucede en las ciudades y en su funcionalidad para el proceso de desarrollo del país y, obviamente, para las oportunidades y la calidad de vida de quienes las habitan.
En numerosos talleres, seminarios, coloquios o paneles que se realizan casi cada día en Santiago y regiones es recurrente escuchar propuestas sobre la necesidad urgente de contar con nuevo esquema de gobernanza para nuestras ciudades, con “autoridades de ciudad”, con “autoridades metropolitanas”. Pero el país político está mirando por el “retrovisor”, se mueve de espaldas a estas dinámicas en curso. Chile se va quedando atrás. Discutimos reformas más ancladas en el pasado que en las necesidades de un futuro complejo marcado por los impactos de la revolución científico-tecnológica. Hoy se necesita una “revolución urbana”, porque es allí donde se da el marco de oportunidades para el desarrollo y para el bienestar de millones de chilenos. Es allí donde se concentran los trabajadores y la clase media que, con razón, no quieren votar, porque son los que sufren los mayores impactos de un modelo que se agota y de otro aún por construir.
La ciudad, como fenómeno con sus propias características, problemáticas y dinámicas, no cabe en los actuales esquemas desde donde se discuten los problemas de Chile. Ni siquiera es reconocida como otro nivel de la estructura político-administrativa del país, junto al nacional, regional y comunal, como lo propone la Política Nacional de Desarrollo Urbano.Como dice esta política, se requiere establecer de una vez por todas “gobiernos metropolitanos” que se encarguen, al menos, de temas como planificación urbana y del uso de suelo (urbanismo, espacios públicos, vivienda, espacios naturales), medio ambiente (sostenibilidad, agua, residuos), movilidad (urbana general y transporte público), economía urbana (apoyo a agentes económicos y sociales), seguridad ciudadana, servicios públicos clave. En suma, hay que repensar en serio nuestra institucionalidad territorial, en una perspectiva coherente de descentralización, que se lleve a cabo de manera planificada y en etapas coherentes, no dando “saltos institucionales” y poniendo “parches”, que pueden terminar generando más problemas que resolverlos. (La Tercera)
Germán Correa



