Feos, sucios y malos

Feos, sucios y malos

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La señora Tamara Avetikian ha mostrado una íntima perspectiva sobre mi país (El Mercurio, 14/12/20). Por sugestiva, amerita una cordial respuesta. El artículo es conceptualmente ordenado, informativo y resuelto. Trataré de imitar una espina dorsal tan límpida. La autora no merece menos.

En primer lugar, la carrera para tener la pole position a la hora de vacunarse contra el covid tiene connotados inscriptos: los expresidentes de Estados Unidos Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton, Florencia Peña, Vladimir Putin, por ejemplo (el listado es más extenso). No es lo mismo promover la confianza en la seguridad y efectividad de la vacuna, como idea inspiradora, que dejar en “evidencia la desconfianza, no solo en la medicina rusa, sino en la forma en que su gobierno ha manejado la pandemia”, revelación que la cronista estampa en el dorso del Presidente Alberto Fernández. No sostengo que —por ofrecerse— el dignatario argentino sea el mártir San Andrés, en el célebre cuadro de Murillo, pero ciertamente no es original.

Siempre tras la línea lógica fijada por la periodista, debo decir que la economía de fregadero está llena de trampas, y por eso hay que tener cuidado al usarla. El ejemplo clásico es el ingreso per cápita en términos de PBI. La Argentina tiene un PBI per cápita de US$ 10 mil anuales. Esta cifra resulta de dividir la totalidad de la renta producida por el país durante un año (servicios y bienes finales), por 44 millones de habitantes. Desde ya que el ingreso real de los sectores vulnerables es mucho menor, y el de los acomodados muchísimo mayor.

Son cifras que se repiten porque están aceptadas, y se aceptan por estar repetidas. “El 40%” de los “habitantes” argentinos que “sufre pobreza” ascendería a un brutal 88% si la medición se hiciera contra la canasta básica norteamericana, descendería bruscamente a un 8,9% contra la de Brasil, y se desvanecería en un 2,28% si usamos los índices del Banco Mundial en el África Subsahariana. Acierta la señora Avetikian cuando dice que: “…reconocer las debilidades, es una mejor política para enfrentar” las catástrofes. También, para eludir los guarismos catastróficos.

A continuación, juzga la renegociación de la deuda argentina como “lenta y cara”. Para el Financial Times, que tiene alguna especialidad en la materia (a mi juicio), fue destacable y auspiciosa. El periódico inglés describe, asimismo, que Argentina bajó los intereses de la deuda a 3 puntos, desde arriba de 7; logró una reducción de deuda total de 38.000 millones de dólares. Como decimos en mi país, “no es moco e’ pavo”, lo que quiere decir que no es poca cosa. Varios diarios chilenos acordaron que Argentina había reestructurado su deuda “con éxito”. Habrá que pensar que, cuando muchos se equivocan, es porque tienen razón.

En cuanto a inversiones, todos sabemos que demasiado es poco. Solo señalo —apenas unos datos— que, la semana pasada, Argentina cerró cuatro acuerdos con China por US$ 4.695 millones en inversiones ferroviarias, que Ford comprometió 580 millones de US$ en inversiones automotrices, y que —¡gracias a Dios!— CCU anunció 57 millones de US$ para su planta cervecera de Luján, con la presencia del embajador de Chile en Argentina, Nicolás Monckeberg. Remedando al inolvidable Vittorio Gassman, en “Il Sorpasso”: modestamente.

Viniendo de mi país, y siendo parte de mi gobierno, me acostumbré al papel asignado de “feo, sucio y malo”, aun cuando a veces siento sobre la conciencia el tropel de una brigada de asalto moral. Pero incluso con esos materiales, y para seguir con el cine meridional, Ettore Scola y Nino Manfredi hicieron una deliciosa película, de idéntico título, “Brutti, sporchi e cattivi”. Me dirán que eran Scola y Manfredi, que yo… no lo soy. Y tendrán razón. Es que, siguiendo el apotegma de la incisiva señora comentarista, se trata de la humildad.

Rafael Bielsa
Embajador de Argentina

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