Es razonable votar Apruebo para los que quieren pensar que en Chile la cancha, en el ámbito del análisis y la discusión de temas culturales e ideológicos, es auténticamente pareja, y afirman que los impulsores de la idea de partir de cero con una nueva Constitución están pensando en los mejores intereses de los chilenos, que aprecian lo que hemos logrado a la fecha y han convocado un proceso para unirnos tras una renovada identidad y aspiración nacional que nos impulse hacia un país aún más digno, libre y próspero.
Es perfectamente aceptable entrar en un debate constitucional base cero si vivimos en una sociedad donde se valora y respeta la diversidad sin descalificaciones, especialmente donde nadie toma la bandera de la superioridad moral para inhabilitar al que piensa distinto.
Sobre todo es razonable si está claro que, siendo legítimo tener sueños, dar rienda suelta a la imaginación y pensar por un momento que por un acto teórico-burocrático podamos, de la noche a la mañana, dotarnos de todo tipo de derechos que alguien milagrosamente sabio, generoso y míticamente eficiente, eficaz y honesto nos ha de proporcionar. Pero en el fondo no nos creemos esos cuentos y estamos todos conscientes de que las cuentas las tenemos que pagar, que si no trabajamos y ahorramos tendremos una vejez miserable, que le pasaremos una tremenda mochila empobrecedora a la generación próxima y que los funcionarios públicos que administran el monopolio de los servicios del Estado caerán siempre en la humana tentación de defender sus intereses corporativos y de cobijar a los oportunistas “free riders”.
Es admisible partir de una hoja en blanco, en un fascinante ejercicio constructivista utópico, si todos entendemos que, sin perjuicio de la necesaria iluminación de las distintas ideas sobre la vida social, debe primar el racionalismo práctico, en un contexto de cultura cívica.
Aprobar, entonces, sería entrar, por muchos meses, en un juego casi deportivo, que nos va a enaltecer. Porque las reglas están claras, no es ofensivo para nadie y puede que salgamos todos más positivamente energizados, más unidos y respetuosos de nuestras miserias y victorias, para seguir con nuestras vidas con una sensación de haber tomado altura y haber generado un espíritu de cuerpo, para apreciar todo lo bueno que hemos hecho, lo que nos falta para ser mejores y reafirmar que el camino más duro y sinuoso, el único realista, también puede ser entretenido. Es decir, que tras el “estallido social” que dio lugar a un “acuerdo por la paz y la nueva Constitución” atendiendo a la “grave crisis política y social del país”, se desarrolla un proceso donde terminamos por reconocer estoicamente que corremos el riesgo cierto de acercarnos peligrosamente a una Argentina o Venezuela y, que, para seguir rumbo a una Nueva Zelandia o una Suecia, debemos retomar el rumbo de la sensatez, sin que nadie pierda su dignidad.
En la eventualidad de que las reflexiones anteriores sean falaces, yo voy a votar Rechazo, para luego entrar, en el caso que gane el Apruebo, con renovada energía y determinación en el debate que se producirá, con plena conciencia de que puede tratarse de un juego ni tan altruista ni tan honesto, donde, producto de nuestra complacencia, falta de rigor intelectual y pusilanimidad, partimos desde una posición desmedrada. (El Mercurio)
Nicolás Ibáñez Scott



