El lunes 24, en una entrevista en el canal de Youtube “Más que titulares”, Jeannette Jara afirmó: “A mí no me gusta esto de exacerbar las diferencias porque al final esto pasa en tres semanas más y gane yo o el otro candidato, al final el país es uno. Y cuando se siembra odio, después se cosecha tormenta”.
Lo dijo bien: el país es uno. Se trata, entonces, de no perder de vista que, pasada la elección, seguiremos conviviendo en la diversidad, y deberemos tratar de afianzar el régimen democrático, que es el que la hace posible. Es valioso que la candidata recuerde el viejo dicho: “siembra vientos y cosecharás tempestades”. Por desgracia, tal advertencia ha sido olvidada por no pocos que deberían tener presentes los traumas de nuestra historia y ayudar a que no se reediten.
Vanessa Kaiser, senadora electa del PNL por La Araucanía, dijo el miércoles 26 en La Segunda: “Estoy de acuerdo con (Óscar) Landerretche en que nos van a hacer otro golpe de estado a mediados del próximo gobierno”. Se trata de un augurio inquietante, por supuesto. Nadie sabe cómo será el futuro, pero por lo menos no nos sugestionemos con la idea de que estamos condenados al desastre. Si llegara a plantearse un intento de golpe de Estado, cualquiera que sea su ropaje, habrá que actuar con determinación para sofocarlo. En otra entrevista, en Tele13Radio, la senadora electa precisó que hay una parte de la izquierda que considera que la derecha no tiene derecho a gobernar. Es cierto. Quedó demostrado en 2019.
La vida en libertad nunca está a salvo de riesgos, y solo puede sostenerse si una sólida mayoría se compromete a defender resueltamente sus normas y procedimientos. El principio de la alternancia en el poder exige que todas las fuerzas políticas actúen dentro de las reglas establecidas, ya sea que estén en el gobierno o estén en la oposición. Esa es la única manera de asegurar la estabilidad institucional. Por lo tanto, es inaceptable si un partido reconocido legalmente y que goza de los beneficios de ello, declara que tiene un pie en las instituciones y el otro en la calle. Si todos los partidos proclaman tal credo oportunista, el resultado es la selva.
Es indispensable que asimilemos las lecciones de los últimos años. El pacto de civilización que es la democracia solo puede sostenerse si somos leales a sus fundamentos, el primero de los cuales es el rechazo a la violencia. Nadie tiene derecho a romper ese pacto sobre el supuesto de que lo hace por una buena causa, como la igualdad. Fue la condescendencia con el vandalismo lo que alentó el desenfreno antisocial, fueron los alegatos sociologizantes los que abonaron el terreno al golpismo.
En muchos puntos del país, la noción de legalidad es hoy lejana y abstracta, y la sensación de desamparo muy cercana y concreta. Surge de allí un inmenso reto para el nuevo gobierno: imponer la paz y el control estatal en todo el territorio. Hay que erradicar la violencia de la vida nacional, ya sea delictual o política, o una mezcla de ambas. Ello exige, por supuesto, desarticular a los grupos terroristas en el sur y a las bandas del crimen transnacional que actúan a lo largo del país.
Ciertos análisis sobre lo que podría pasar si asume un gobierno de derecha, tienden a dar por hecho que el país será víctima de nuevos estallidos de violencia. Se dice que no ha muerto el octubrismo. Nada puede descartarse, pero lo que no puede volver a ocurrir es que haya gente que, invocando causas nobles, “les preste ropa” a los violentos, que haya parlamentarios que actúen tan turbiamente como hace 6 años, presentadores de la TV que se sientan revolucionarios ante las cámaras, académicos disolutos que vuelvan a estimular la destrucción supuestamente justiciera.
Habrá que estar alertas. Y exigir que el Estado defienda el orden democrático de un modo más eficaz que en 2019. De algo deberían servirnos las llagas que dejó aquella experiencia. Esperemos que el ministerio de Seguridad, con una nueva conducción, se ponga a la altura de las exigencias, y que las instituciones policiales estén hoy en mejores condiciones para cumplir con su tarea de proteger a la población.
Chile no tiene un destino ineluctable. Será determinante la calidad de los liderazgos nacionales. También la forma en que los poderes del Estado cumplan con sus obligaciones. La lealtad de los partidos con el Estado de Derecho. La responsabilidad de los medios de comunicación. En definitiva, el compromiso de la mayoría con la cultura de la libertad. De todos nosotros depende que el país no se extravíe. (Ex Ante)
Sergio Muñoz Riveros



