En la transición chilena del Gobierno Militar a la democracia hubo tres hechos que la convirtieron en ejemplar y tal vez en única en el mundo. Los destaco porque en cada uno de ellos hubo liderazgo y coraje, valores muy escasos en la política hoy y que fueron decisivos en los hechos ocurridos.
Un Presidente autoritario que se autoimpuso un plazo el año 1980 para entregar el poder, a pesar de los amplios y variados sectores influyentes de partidarios que se oponían a un camino constitucional. Una oposición con líderes notables que a pesar de la resistencia de vastos sectores decidieron inscribirse en los registros electorales y derrotar democráticamente en las urnas al gobierno de la época en el plebiscito de 1988 y, por último, el liderazgo de Jaime Guzmán y la pequeña UDI que, con tan solo dos senadores, impidió un error histórico que impulsaba RN de elegir al senador Arturo Alessandri como presidente del Senado.
Es del caso recordar que, para que ello pudiera ocurrir, a los 13 senadores de RN se debían sumar los nueve senadores designados, más el independiente Beltrán Urenda y los dos de la UDI, Jaime Guzmán y Eugenio Cantuarias, ya que la Concertación había obtenido 22 senadores. Como secretario general, en ese período, tuve el privilegio de observar cómo Jaime Guzmán, nuestro presidente, nos lideró con valentía, por el bien de Chile, a elegir a don Gabriel Valdés como presidente del Senado por el período completo (cuatro años). Con el mayor respeto a todos aquellos que han ocupado posteriormente la testera de esta vital institución republicana, y no pocos con mucha brillantez, por lejos el mejor presidente del Senado que recuerde.
A mis 31 años y recién electo diputado por San Bernardo, Buin, Paine y Calera de Tango, conocí las funas de mis partidarios por todos lados, pero muy particularmente entre mis recientes votantes de mi distrito. En otras ocasiones posteriormente tal vez fueron más violentas y con insultos de mayor calibre, la primera no estuvo exenta de violencia, insultos y, por cierto, como es común a todas, ser un “traidor”.
¿Estará la derecha en un momento tan decisivo para el destino del país y, por cierto, para la futura existencia del Senado pensando en el país tratando de buscar al “Gabriel Valdés” de esta transición o primarán una vez más las ambiciones personales y los proyectos propios?
En la presidencia del Senado no solo se decide quién la dirigirá por un año, se decide también la existencia del sistema Bicameral. Con don Gabriel tendríamos claro que esa institución seguiría contribuyendo a nuestra democracia por muchas décadas más, como lo ha hecho históricamente desde los orígenes de nuestra República.
En todo caso, tranquiliza leer al senador Claudio Alvarado, encargado de las negociaciones de la UDI, porque lo tiene meridianamente claro. (El Mercurio Cartas)
Pablo Longueira Montes



