El veto al Partido Comunista

El veto al Partido Comunista

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En vez de centrar sus esfuerzos en vetar al Partido Comunista de cargos importantes en el sistema político chileno, la derecha chilena debería dedicar todo su tiempo y energía a defender los valores de la libertad, los derechos de propiedad, y el modelo de libre mercado.

Es más importante defender aquellas cosas en las que uno cree que oponerse a los que creen algo diferente. La torpe e improductiva pelea que dio la derecha para evitar la llegada de la diputada comunista Karol Cariola a la presidencia de la Cámara de Diputados terminó siendo una amarga derrota. Peor aún, nunca quedó claro qué valores defendía la derecha al promover la candidatura de una diputada del Partido Demócratas -y no la de alguno de sus propios líderes- para ocupar ese cargo.

Esto no se trata de defender al Partido Comunista. Hay buenas razones para creer que el Partido Comunista tiene convicciones democráticas débiles y que promueve un modelo de país que ha fracasado estrepitosamente en todos los lugares en que ha sido aplicado. La defensa del PC a dictaduras de izquierda que constantemente violan los derechos humanos deja en claro que sólo se preocupa de defender los derechos humanos cuando estos son violados por gobiernos de derecha. El PC insiste en tener credenciales democráticas en su accionar en Chile, pero apoyar la democracia requiere también denunciar a las dictaduras cuando estas son ideológicamente afines. La forma en que el Partido Comunista defiende a la dictadura cubana y al régimen de Venezuela es vergonzoso, especialmente debido a que muchos miembros del PC fueron víctimas de las violaciones a los derechos humanos cometidos por la dictadura en Chile.

Pero el desafío de la derecha no es andar criticando las contradicciones del PC. La derecha debe concentrarse en combatir sus propias contradicciones y en defender de forma intensa, constante, y consecuente los valores que, presumiblemente, la inspiran. Las alianzas que forje la derecha en el fragmentado Congreso Nacional deben estar guiadas por la defensa de sus valores y principios, no por los acuerdos oportunistas que no tienen justificación táctica o ideológica. Es cierto que la política requiere a veces formar alianzas circunstanciales -como se dice en inglés, strange bedfellows. Pero incluso cuando uno negocia acuerdos con adversarios, debe tener claro cuál es el norte que te guía. La reciente elección de presidente de la Cámara de Diputados reflejó que la derecha carece de un norte ideológico y que se define esencialmente por aquello que no quiere y no por lo que sí quiere. En vez de explicitar los motivos por lo que aspiraba a tener el control de la presidencia de la Cámara, los partidos de la derecha se centraron en explicar las razones por las que una representante del PC no debería ocupar la testera de esa corporación.

Es verdad que, debido a la alta fragmentación partidista del Congreso, es inevitable que se deba recurrir al pirquineo de votos para construir mayorías. Pero en todo parlamento democrático del mundo en que nadie tiene mayoría, los partidos deben construirlas sumando los votos de partidos minoritarios. La naturaleza de la política consiste en construir mayorías con gente que piensa distinto. Los buenos políticos son aquellos que pueden forjar acuerdos y construir mayorías. Por eso, el problema aquí no fue el pirquineo de votos. Lo que hizo el ministro Álvaro Elizalde al negociar votos fue simplemente la evidencia de cómo se debe actuar en política. Elizalde quería mantener la presidencia de la Cámara en su coalición y, para eso, pagó un precio alto, pero resultó vencedor. Los beneficios de esa negociación superaron los costos que implicó para el oficialismo las concesiones que debió hacer.

Precisamente porque la Cámara de Diputados tiene tantos legisladores que se declaran independientes o que no tienen problema para votar contra la posición oficial de sus partidos, los partidos de derecha tenían varias opciones para lograr quedarse con el control de la Cámara baja. Pero en vez de usar las herramientas de la negociación política para avanzar las chances de un legislador del sector, la derecha optó por promover la candidatura de una diputada de Demócratas, un partido de centro que no comparte los principales valores y principios que guían a la derecha.

Porque la política requiere forjar alianzas, la derecha debe buscar acercamientos con los partidos de centro. El camino para volver a La Moneda pasa necesariamente por atraer votos de centro. Pero entregarle el liderazgo de la coalición -o, en este caso, el liderazgo de la Cámara de Diputados- a potenciales aliados implica una renuncia que es impropia para aquellos que quieren defender valores y principios.

La derecha sufrió un duro revés al fallar en su intento por evitar la llegada de la diputada Karol Cariola a la presidencia de la Cámara de Diputados. Pero lo peor de ese tropiezo es que la derecha perdió, como dirían en el fútbol, jugando mal. Si vas a perder, que al menos sea defendiendo tus principios y valores. (El Líbero)

Patricio Navia