Los intensos rumores sobre una posible nueva candidatura presidencial de Michelle Bachelet desnudan tanto el enorme desafío que tiene la izquierda para encontrar una opción competitiva como la incapacidad que han tenido los partidos de derecha para construir una opción de unidad para la contienda presidencial de noviembre de 2025.
Si la derecha pudiera demostrar capacidad de unirse para enfrentar en un solo frente la contienda de 2025, la ex Presidenta Bachelet probablemente optaría por no presentarse como candidata presidencial por tercera vez. Pero precisamente porque las divisiones internas en la derecha alimentan la sospecha de que la carrera para la próxima elección presidencial sigue abierta, la ex Presidenta Bachelet pudiera animarse a lanzarse al ruedo electoral por tercera vez.
Desde 1999, las elecciones presidenciales en Chile han requerido de una segunda vuelta porque ninguno de los candidatos en primera vuelta ha logrado obtener mayoría absoluta. En 2017, Sebastián Piñera logró la primera mayoría relativa en la primera vuelta sólo con el 36,6% de los votos. En 2021, José Antonio Kast llegó primero en la primera ronda de las votaciones con un 27,9% de la votación. Da la impresión de que el electorado está cada día más fragmentado y que hay menos voluntad de ordenarse en torno a los candidatos de las dos principales coaliciones que han liderado la política chilena desde el retorno de la democracia en 1990.
Desde 2009, las elecciones presidenciales en Chile han producido alternancia en el poder. En 2005, Bachelet fue la última candidata oficialista que ganó una elección presidencial. Eso hace pensar que la coalición de derecha tiene una mejor opción para ganar la contienda de 2025. Pero la izquierda, en particular si es representada por alguien que no tuvo nada que ver con el gobierno del Presidente Boric, bien pudiera ser capaz de articular un mensaje de suficiente ruptura con el gobierno actual como para poder apropiarse del mensaje de cambio que parece tener más llegada con el electorado nacional.
Aunque Bachelet comparte domicilio ideológico con el Presidente Boric, también es cierto que el gobierno de Boric llegó a romper con el legado de la Nueva Mayoría y rechazó lo que representaban los gobiernos de centroizquierda anteriores. Aunque Bachelet es la Presidenta de los gobiernos de izquierda que es más cercana al Frente Amplio, la llegada de Boric al poder buscaba enterrar para siempre el legado de los años dorados de los gobiernos de la Concertación/Nueva Mayoría. Desde esa perspectiva, Bachelet bien pudiera articular un mensaje de cambio creíble y, lo que es más importante, atractivo para el electorado.
La viabilidad de una candidatura de Bachelet también parece beneficiarse de la incapacidad que ha tenido la derecha chilena para construir unidad y un proyecto común. Cualquier observador que ponga algo de atención a lo que pasa en la derecha notará que parece haber más animadversión entre los partidos tradicionales de ese sector -RN, UDI y Evópoli- y los partidos emergentes -Republicanos, Social Cristiano y otros- que entre la derecha y los partidos de izquierda.
Tal vez porque aspiran a representar a los mismos votantes, los partidos de derecha están más preocupados de pelearse entre sí que de oponerse a las propuestas estatistas que emanan de la izquierda. Mientras los partidos de derecha moderada subrayan la necesidad de dialogar y construir acuerdos, los partidos de la derecha más radical buscan defender sus valores, aunque eso implique aparecer como obstruccionistas.
Mientras la derecha tradicional parece estar pensando en la segunda vuelta, cuando hay que ir en busca de los votantes moderados, la derecha radical parece más preocupada de la primera vuelta, cuando hay que competir por los votos que tradicionalmente se identifican con el sector. Es cierto que no se puede ganar elecciones si no se atrae a los votantes moderados, pero también es verdad que, si uno piensa demasiado en la segunda vuelta, puede quedar fuera en la primera vuelta. Eso le paso, precisamente, a los partidos de la derecha moderada en la elección presidencial de 2021 cuando su candidato, Sebastián Sichel, perdió en primera vuelta por estar pensando demasiado en los votantes moderados que definen la segunda vuelta.
Las disputas internas en la derecha y la incapacidad de sus líderes y aspirantes presidenciales para sentarse a conversar y construir un frente común debilitan a todo el sector y alimentan la creencia de que la elección de fines de 2025 sigue muy abierta.
Si bien la derecha tiene la primera opción, las disputas y divisiones al interior de esa coalición permiten a la izquierda imaginar un camino viable hacia la victoria. Ese camino parece pasar por una candidatura presidencial de Michelle Bachelet. Carismática y querida por la ciudadanía, Bachelet arrastra una pesada mochila de errores de sus gobiernos anteriores. Pero en general, la gente cree que, en sus dos gobiernos, Bachelet entregó un mejor país que el que recibió. Eso la convierte en una candidata formidable.
Además, si enfrenta a una derecha dividida cuyos candidatos estarán más preocupados de hacerse daño mutuamente para lograr pasar a segunda vuelta, una candidatura presidencial de Michelle Bachelet bien pudiera terminar con cuatro rondas de alternancia en el poder y permitirle a la izquierda ganar dos elecciones presidenciales consecutivas por primera vez desde 2005. (El Líbero)
Patricio Navia



