La disputa que han sostenido los comandos de José Antonio Kast y Evelyn Matthei sobre la factibilidad del compromiso de Kast de recortar US$6 mil millones de dólares del presupuesto fiscal en el primer año de gobierno permite explicar por qué Matthei no logra revertir la ventaja que le lleva Kast en las encuestas.
Las promesas de campaña deben entenderse como declaraciones sobre el norte que guiará al próximo gobierno más que como un contrato en el que se deberán cumplir todas las cláusulas. Los candidatos siempre prometen cosas de más. Algunas de las frases de campaña persiguen a los presidentes durante todo su gobierno y por mucho tiempo después. Pero el éxito de una campaña pasa por lograr que la gente se imagine un país mejor y confíe su voto a la persona que le está ofreciendo llevarla en el sendero para ese mejor futuro. La gente sabe que la tierra prometida queda muy lejos, pero quieren que los candidatos les muestren una hoja de ruta viable que los acerque en la dirección correcta.
La promesa de campaña de reducir radicalmente el presupuesto fiscal en 6 mil millones de dólares (un 15% de todo el gasto público proyectado para 2026) es imposible de cumplir. Los técnicos del equipo de campaña de Matthei, y la propia candidata, han repetido hasta el cansancio que esa es una promesa incumplible, mostrando cifras razonables y buenos argumentos. El propio Presidente Gabriel Boric, que no debiera entrometerse en las polémicas de campaña, también salió a criticar la propuesta de Kast.
Pero el candidato del Partido Republicano ha insistido con su compromiso con una tranquilidad y convicción en que va a cumplir su promesa. Esa obstinación lleva a varios a dudar sobre qué tanto entiende Kast del gasto público o qué tan dispuesto está a sacrificar importantes programas sociales.
El problema es que los técnicos de Matthei y la propia candidata no logran entender que Kast está haciendo una promesa que busca delinear el camino por el que pretende llevar al país en los próximos cuatro años. Igual que cuando, en la campaña de 2021, Gabriel Boric declaró que, así como Chile había sido la cuna del neoliberalismo, también sería su tumba, Kast está enunciando un compromiso que debe ser tomado en serio más que de forma literal. Kast está diciendo que meterá tijera a fondo para recortar el gasto público hasta que duela.
Asociando su discurso de austeridad con su crítica al gobierno actual que se ha convertido en una agencia de empleos para aliados políticos, Kast ha convertido el recorte fiscal en un objetivo de su gobierno que se alinea con su mensaje de austeridad, responsabilidad, y mano dura contra la delincuencia y la inmigración ilegal. El hecho que el propio Kast anticipe que los sindicatos de trabajadores públicos se convertirán en poderosos adversarios hace todavía más razonable su compromiso con reducir la planta de funcionarios públicos. Si gana la elección, Kast tendrá un mandato popular para dar sobre azul a miles de funcionarios públicos.
Matthei ha decidido disputar la elección con Kast en la dimensión de la responsabilidad y la tecnocracia. Pero el electorado está ansioso por escuchar promesas que hablen más del norte que guiará el gobierno que de los detalles del cómo se van a hacer las cosas. Después de todo, muy pocos chilenos pueden entender todo lo que se puede hacer con 6 mil millones de dólares. La gente cree que el Estado derrocha mucho dinero en sueldos para operadores políticos y en gasto superfluo. La figura de los 6 mil millones viene a representar un concepto que a la gente le resulta difícil aterrizar. Si en dos años más, sólo se ha logrado reducir un tercio de ese gasto, el gobierno igual se llevará el crédito. Es más, la gente dirá que otro gobierno menos comprometido habría logrado un recorte mucho menor.
En vez de adentrarse en un debate sobre la cantidad óptima de gasto público que se puede hacer sin afectar la economía o la red de protección social, el comando de Matthei debería aprender lecciones de lo que ha hecho Kast. La campaña de Matthei cojea precisamente por el lado de los sueños de país que busca comunicar. Si bien es razonable entender que un piloto quiera convencernos de que sabe volar aviones, la gente está mucho más ansiosa por saber el destino al que nos va a llevar el próximo presidente. Hasta ahora, Kast ha hablado mucho más del sueño de país que tiene mientras que Matthei se ha dedicado a explicar cómo podemos llegar al lugar soñado.
Más allá de la importancia que tiene que el Presidente sepa hacer su trabajo -la experiencia de estos cuatro años debiera ser una lección que el país ojalá haya aprendido- las campañas electorales siempre son mucho más sobre el ideal del cambio que sobre los tecnicismos de cómo se puede lograr ese cambio. Igual que un comprador de auto que está más preocupado del color y del cuero de los asientos que del motor, los chilenos están más interesados en saber qué tipo de país quieren construir los candidatos que de los planos que permitan construir un edificio que resista y no se caiga con el primer temblor. (El Líbero)
Patricio Navia



