En la centroizquierda las distintas candidaturas se causan problemas unas con otras. Solo la candidatura de Matthei parece especializada en causarse problemas a sí misma. Es autosuficiente y se autoabastece de dificultades.
Eso explica que el curso de acción de ambos sectores se esté distanciando de un modo apreciable. En el oficialismo, los partidos políticos ya no se definen por el apoyo al gobierno, que se encuentra en su fase final, sino por sus diferencias, producto de una falta de acuerdo inicial que nunca se terminó de subsanar.
El sinceramiento solo se produjo hasta ahora. La administración de Boric tuvo a todos muy ocupados en el día a día, por lo que hubo pocas posibilidades de levantar cabeza y plantearse qué es lo que seguía. Sin embargo, ya no quedan grandes decisiones que tomar y, como se ha entrado en campaña, llegó el momento de las evaluaciones y de las definiciones. De modo que si hay discrepancias, lo lógico es que no se dejen pasar y el debate sea abierto.
Llegó la oportunidad de un ajuste de cuentas nunca antes saldado, y lo que importa es que esto no se lleve por delante los acuerdos que también son numerosos.
La situación en la derecha parecía estar en el otro extremo. En este caso, todas las decisiones figuraban como ya tomadas en el punto de partida, y lo que correspondía era su metódica y adecuada implementación.
La coalición ya estaba formada y venía de cosechar triunfos electorales, su candidata presidencial se destacaba del resto de los aspirantes de Chile Vamos y tenía una fuerte competencia de dos candidatos del sector más duro, y eso mismo permitía ordenar las filas.
Lo que aseguraba el triunfo era la unidad interna. El mismo hecho de que enfrentara un par de adversarios en su mismo sector aseguraba que era Matthei la que pasaba a segunda vuelta.
Lo único que se podía temer era un exceso de confianza, pero por lo demás, la estrategia a seguir y el programa a ofrecer tenía que ajustarse a las prioridades ciudadanas y así difícilmente se podían aguardar sorpresas. Ganar parecía la combinación de seguir haciendo lo que ya se hacía, ocupar los espacios, acumular pequeños logros y hacer uso frecuente del piloto automático.
Usando la fatídica frase, nada podía salir mal y, sin embargo, lo que parecía improbable es justo lo que está pasando.
Se encontraron sus huellas en el sitio del suceso
Se han acumulado demasiados casos sucesivos para pensarlos como aislados. Matthei no parece una candidata especializada en evitar los problemas, sino más bien en irlos coleccionando. El último episodio es muy significativo y prendió todas las luces rojas en la centroderecha.
No cabe duda de que la candidata de Chile Vamos estuvo muy activa en la promoción de la primaria de su sector, antes de que la idea se desechara.
El principal contuso con el episodio, el senador Francisco Chahuán, ha dicho en todos los tonos que la idea de participar de una primaria fue a petición de la propia candidata, y que pocos días antes “Evelyn Matthei me pide, junto al presidente del partido que yo renuncie a RN como una condición para que haya primarias”.
No fue el único, al parecer. “Checho” Hirane asegura que también lo sondeó a él para participar de las primarias. Me permito dudarlo, porque la derecha es un sector que se opone al terrorismo y no veo motivos para que esté asustando a la gente.
Al mismo tiempo, la candidata mantenía públicamente la posición de su sector de ofrecer primarias a sus competidores reales en la derecha. De manera que la alternativa 1 fue impulsada por Matthei, la alternativa 2, antagónica con la primera, fue también impulsada por Matthei.
Una vez que quedaron todos lo suficientemente confundidos, y cuando ya Chahuán había saltado al abordaje para encontrarse que no había barco al frente, se resolvió mantener la línea estratégica que se tenía desde el principio. Es convertir en estrategia lo que coloquialmente se conoce como “dar la vuelta del perro”.
Por supuesto, fue la candidata la que comunicó la decisión con el rostro tranquilo y la voz serena de quien encarna la inocencia y nunca ha pensado otra cosa. Durante toda esta escena, los dirigentes de Chile Vamos lograron mantener la compostura, lo que habla muy bien de ellos. Es gente muy educada.
Señor, perdónala porque no sabe lo que hace
Pero lo que ha pasado era innecesario, resulta contraproducente y da pie a producir un desgaste continuo. Se ha dado una demostración bastante extraña de la idea principal de la campaña opositora que se resume así: “nosotros somos los que damos garantía de gobernar de manera seria y responsable”.
Alguien puede pensar que esta increíble vuelta en círculo para llegar nuevamente al punto de partida no tendrá consecuencias, está en su derecho. Lo que tenemos que advertirle es que no resulta verosímil.
Una candidatura que se desgaste en movimientos innecesarios en realidad está retrocediendo, no principalmente en lo electoral, sino primero en lo político. La señal de debilidad, en todo caso, es manifiesta, y es imposible que en la competencia del mismo sector no se den cuenta de ello.
Lo que sostiene a la candidatura de Matthei no son los méritos presentes, sino la gran ventaja acumulada mucho tiempo antes, pero nada es inmune al desgaste continúo producido por errores reiterados.
Se ha dicho públicamente, que lo que se necesita es un “generalísimo”, pero no es cierto que el foco del problema sea algo que pueda resolver un organizador. Lo que falla no es el comando ni la campaña, porque están funcionando. Se puede hacer mejor, pero nada importante se va a solucionar por esta vía.
Ningún problema importante que enfrenta esta candidatura proviene de los competidores. Todas sus pifias provienen desde dentro y desde su cúspide. Lo que necesitan es disciplinar a su candidata y hacerla funcional al trabajo colectivo que ella constantemente desordena.
Matthei duda en aquellas materias en que tiene que decidir y toma la iniciativa en operaciones para las que no tiene habilidad. Cuando no sabe cómo salir explicando guarda silencio. Nunca ha sido una jefa de coalición y por eso sus declaraciones no toman en cuenta el impacto que produce en su base política de apoyo. El resultado se ha podido verificar una y otra vez.
No hay que ordenar el comando, hay que ordenar a Matthei o, más bien, tiene que disciplinarse a sí misma y reconocer, con humildad, que no todo lo que se le ocurre es una genialidad. Pensar antes en los efectos de lo que se dice no estaría demás. (El Líbero)
Víctor Maldonado



