Cuando se celebraron las Fiestas Patrias en 2021, el país avanzaba en una dirección diametralmente distinta al camino que lleva hoy. Los vientos soplaban fuerte a favor de la izquierda. Gabriel Boric se alzaba como el candidato favorito en las encuestas. Los debates de la convención constitucional cautivaban el interés de una opinión pública que creía que la nueva constitución sería la píldora mágica para solucionar los problemas del país.
Cuatro años después, la gente quiere un cambio. La izquierda lo hizo tan mal en el gobierno que ahora los chilenos parecen convencidos de que un giro radical hacia la derecha es la mejor forma de poner al país en el sendero correcto. Lamentablemente, en vez de entender que los mejores avances se dan cuando uno va haciendo mejoras y cambios graduales, los chilenos quieren pasar de dar un giro radical hacia la izquierda, a un golpe de timón igualmente radical, pero esta vez hacia la derecha.
En septiembre de 2021 la carrera presidencial estaba marcada por la tendencia al alza en la intención de voto a favor del inexperimentado político Gabriel Boric. La encuesta CADEM del 20 de septiembre de ese año mostraba que Boric tenia un 25% de intención de voto, manteniéndose más o menos igual que dos meses antes. En cambio, el candidato de la derecha tradicional, Sebastián Sichel, había caído de un 24% a fines de julio a un 17% en la medición inmediatamente después de Fiestas Patrias.
Kast recibía un 10% de intención de voto, manteniéndose en la banda de entre 7% y 12% que había mostrado en las semanas anteriores. La senadora Yasna Provoste mostraba una tendencia a la baja. En las semanas que siguieron, la irrupción de Kast y la caída en el apoyo a Sichel fueron los hechos más sobresalientes. Kast logró pasar a segunda vuelta con la primera mayoría relativa y Sichel lideró el peor desempeño electoral para la coalición de partidos de derecha tradicionales. La victoria de Boric a fines de 2021 se produjo en un momento en que los impulsos fundacionales y radicales de izquierda dominaban la política nacional.
Pero a comienzos de 2022 el péndulo de la historia comenzó a moverse hacia la derecha. El lamentable espectáculo que dio la Convención Constitucional, sumado a la incapacidad del gobierno de Boric de darle conducción política al proceso, produjeron un texto tan radical y maximalista que las encuestas pronto comenzaron a advertir que los chilenos no estaban contentos con el proceso. Impertérritos, la Convención Constitucional y el gobierno siguieron avanzando por el mismo sendero equivocado. La inapelable derrota de la propuesta de nueva constitución fue un balde de agua fría para el gobierno. El triunfo del Rechazo paró en seco los ánimos fundacionales oficialistas y, desde entonces, el gobierno simplemente se dedicó a tratar de mejorar el modelo en el margen, abandonando el proyecto maximalista de sepultar el modelo neoliberal.
La galopante ola de delincuencia y la creciente percepción de inseguridad demostraron la incapacidad del gobierno para cumplir con las tareas básicas de un gobierno. Los jóvenes radicales que llegaron al poder prometiendo la refundación no lograron derribar el viejo orden. Pero tampoco fueron capaces de hacer lo que se espera que haga cualquier gobierno. No solo no supieron refundar, tampoco supieron gobernar.
En 2023 la oportunidad para demostrar que también saben hacer mal las cosas cayó en manos del Partido Republicano y su líder Jose Antonio Kast. Como la primera mayoría relativa en el Consejo Constitucional, el Partido Republicano desperdicio la ocasión para mostrarle al país que podía liderar un proceso constituyente que recibiera el apoyo popular en las urnas. Si la Convención Constitucional se fue demasiado a la izquierda, el Consejo Constitucional se corrió demasiado a la derecha. Los chilenos también rechazaron el segundo texto y, cuatro años después del estallido social, el país quedó donde mismo, solo que más frustrado, más cansado, y más decepcionado de su clase política.
Como el gobierno de Boric hizo su trabajo de forma mediocre a abiertamente desastrosa, la gente ahora parece más interesada en castigar a los que hoy ostentan el poder. Por eso, más de dos tercios de las personas indican su intención de votar por algún candidato de oposición en la contienda de noviembre. Las encuestas parecen sugerir que, si todo sigue igual, José Antonio Kast se convertirá en el próximo presidente.
En cuatro años, las personas habrán pasado de votar por un candidato radical de izquierda a un candidato radical de derecha. Aunque la experiencia comparada nos muestra que los países más exitosos son aquellos que privilegian los acuerdos, las reformas graduales y con amplio consenso y no los que cambian radicalmente de dirección después de cada elección, los chilenos parecen hoy encaminados a dar un giro radical que empuje el péndulo de la historia hacia el otro extremo. Además de la incómoda sensación de vértigo que sentirá el país, estos cambios tan radicales y drásticos difícilmente logren poner al país en el sendero del crecimiento sostenido e inclusivo con el que sueñan la mayoría de las personas. (El Líbero)
Patricio Navia



