El triunfo de Sebastián Kurz, el niño maravilla de la política austríaca encendió las alarmas. Lo más probable es que Kurz (31) se convierta en el canciller de Austria. Pero no gobernará solo con su partido, el tradicional Partido Popular (Österreichische Volkspartei, ÖVP), sino que, como es propio de estas latitudes, se verá obligado a formar una coalición. Después de que los socialdemócratas (SVÖ) rechazaran la idea de volver a gobernar juntos, lo más probable es que el compañero de gobierno sea el Partido por la Libertad (Freiheitliche Partei Österreichs, FPÖ). Creado en 1956, será el primero de las agrupaciones de “derecha extrema”, “populista de derecha” o “derecha nacionalista” en llegar el poder.
En Alemania, donde el AfD (Alternativa para Alemania) se convirtió en el primer partido de derecha en regresar al Bundestag desde la II Guerra Mundial, lo que ocurre en el país vecino es visto con preocupación. Más aún, porque el CSU, socio bávaro y más conservador de la coalición democratacristiana de Ángela Merkel, podría conseguir inspiración en el ÖVP para revivir políticamente, después de obtener su peor resultado electoral desde la posguerra en septiembre.
Así, la preocupación no solo es el FPÖ, con su retórica nacionalista y anti inmigración, y su llegada al gobierno austríaco. Sino el camino elegido por el ÖVP, demócrata cristiano de centro, que decidió dar un paso hacia la derecha conservadora.
Lo hizo nada menos que de mano de un millenial, como a muchos les gusta destacar a Kurz, quien en sus campañas aparecía posando como modelo sobre un auto negro. El joven político ha renovado al ÖVP, pero también lo movió del espectro político, sacándolo del discurso políticamente correcto.
Desde su período como ministro de RREE, Kurz fue el principal promotor de que Austria reestablezca controles fronterizos ante la masiva ola migratoria de 2015. La medida dejaba sin efecto las reglas del preciado Tratado de Schengen; y desafiaba la política de fronteras abiertas de la poderosa Merkel.
LA RECETA POR SEGUIR
La decisión de desafiar el discurso establecido parece rendir frutos. En las elecciones en Europa desde 2014, los partidos anti sistema, en su mayoría de derecha nacionalista, han ganado sostenidamente terreno (ver gráfico).
Francia, Hungría, Dinamarca, Suecia, Alemania, Austria, Suiza, Holanda, Polonia y Bélgica han visto crecer la presencia de la extrema derecha en sus parlamentos. Por el contrario, los tradicionales, en su mayoría socialdemócratas y demócratas cristianos han anotado recurrentemente fracasos electorales, algunos catastróficos. En Francia, cuna del socialismo europeo, el Partido Socialista obtuvo apenas 6,36% de los votos este año. En Alemania, la coalición CDU/CSU de Merkel y los socialdemócratas del SPD obtuvieron el mes pasado sus menores votaciones desde la posguerra. Por el contrario, el anti europeo y anti migración Frente nacional francés se hizo con casi el 34% en segunda vuelta, y el AfD alemán es ahora el tercer partido más grande del país.
Partidos y gobernantes están tomando nota. Parte del éxito de Kurz es que, sin pertenecer al polémico FPÖ, se apropió de gran parte de sus banderas. Al igual que el partido fundado por un ex agente nazi, Kurz tiene como pilares de su programa: reducir la carga tributaria a empresas y personas; reducir costos de contratación; restringir el acceso de asilantes y migrantes a beneficios sociales; aumentar la presión por cursos de integración a extranjeros; y fortalecer la democracia, a través de una mayor implementación de referéndums y consultas ciudadanas, siguiendo el modelo suizo. Para poder navegar bien ante la opinión pública, Kurz, eso sí, ha hecho honor a la vocación de centro de su Partido Popular, moderando algunas propuestas. Por ejemplo, mientras el FPÖ propone cerrar los centros de integración (porque no serían necesarios, si se frena la migración), el futuro canciller propone aumentar la presión para que los migrantes se integren. Además, Kurz evitó ser tildado de xenófobo por la mayoría de votantes, al concentrar sus críticas y prometer “mano dura” contra el “islamismo político” (visto como inspirador de ataques terroristas) y no contra los migrantes en general.
Los analistas del banco alemán Berenberg creen que un gobierno de derecha de ÖVP/FPÖ llevará a Austria a implementar una postura más dura respecto a la política migratoria de la Unión Europea. Así, fortalecería el eje, de los también gobiernos de derecha, de Hungría y Polonia, que se oponen al sistema de cuotas o ser obligados a recibir refugiados.
COPIANDO EL MODELO
Pero no solo Kurz ha visto en la retórica menos políticamente correcta una tentación política. Incluso Emmanuel Macron, el carismático presidente francés, ha sorprendido con medidas y reformas que lo acercan a la derecha conservadora. En lo económico, está impulsando una reforma laboral de gran escala, reduciendo el poder de sindicatos y aumentando la flexibilidad del mercado, entre otros puntos. Al mismo tiempo, anunció el fin de los impuestos especiales a los ingresos más altos. Muchas de estos puntos se encontraban, dentro de un marco más radicalizado, en el programa del criticado y polémico partido Frente Nacional.
Algo similar ocurre en Alemania. Puede que el AfD no vaya a ser parte del Gobierno, pero su agenda anti migratoria sí permeará a la cuarta administración de Merkel. Ya desde la campaña electoral, y ante el avance del partido de derecha en las encuestas, Merkel comenzó a endurecer su discurso sobre la migración. En Holanda, el partido nacionalista de Geert Wilders se convirtió el año pasado en el segundo partido en el parlamento de ese país, obligando a 209 días de negociaciones entre cuatro partidos para formar una débil mayoría (por sólo un voto) y formar gobierno.
El próximo reto para la derecha extrema europea será Suecia. Desde la entrada al parlamento de los Demócratas Suecos en 2010, el gobierno de coalición entre socialistas y verdes optó por endurecer también la política migratoria, por ejemplo, restringiendo la entrega de asilo y las repatriaciones familiares. Pero hasta ahora, los Demócratas Suecos avanzan firmes en las encuestas, colocándose como uno de los favoritos, detrás de los socialistas, para ganar las elecciones del próximo año. (Pulso)


