El Estado debe cumplir con su deber de fortalecer a la familia

El Estado debe cumplir con su deber de fortalecer a la familia

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La crisis del matrimonio y la familia suma nuevos antecedentes que aumentan la gravedad para el futuro de Chile. La semana pasada se publicó un excelente estudio de la Red de Institutos Universitarios Latinoamericanos de Familia, que agrupa Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú y Uruguay, que analiza y compara distintas mediciones demográficas (mortalidad, natalidad, nupcialidad, esperanza de vida, etc.). A Chile le sobran motivos para preocuparse.

El informe, titulado “Cambios en las estructuras demográficas”, confirma datos preocupantes y añade otros nuevos para Chile, en comparación con los otros 10 países: la tasa global de fecundidad más baja (1,0 nacimientos por mujer); la tasa bruta de natalidad más baja (7,7 nacidos vivos por cada 1.000 habitantes); una relación de 1 : 1 entre tasa de natalidad y de mortalidad (nace una persona por cada una que fallece), lo que indica un estancamiento poblacional; la segunda tasa más baja de población joven (0 a 14 años), lo que afectará la fuerza laboral futura y la segunda tasa más alta de población mayor (65 años y más), lo que presiona los sistemas de seguridad social y aumenta la dependencia económica.

En relación a la familia propiamente tal, se registra un aumento de los hogares unipersonales y de los hogares sin núcleo (que incluyen formas de convivencia no familiar, como amigos, compañeros de arriendo o parejas sin hijos formalizados); una disminución de la tendencia de nupcialidad (3,2 matrimonios por mil habitantes), un aumento en la tendencia a uniones más frágiles y convivencias fuera del matrimonio (33%), mientras solo un 50% corresponde a hogares nucleares (padres e hijos) y la tasa más alta de divorcio (59 de cada 100 matrimonios).

Sobre estos datos se pueden construir distintas interpretaciones para proponer soluciones. Una de ella es que la crisis del matrimonio es una de las razones más profundas de la crisis de la familia y de natalidad, que hemos abordado anteriormente. Solo recordar que las crisis se atacan abordando sus causas y no sus efectos, error de algunas medidas que circulan actualmente como la promoción de las técnicas de reproducción asistida, la corresponsabilidad, los cuidados o los incentivos de todo tipo para tener más hijos.

Baja la cantidad de matrimonios y de hijos y crece la de AUC y de divorcios. El matrimonio es la institución por excelencia para tener y educar hijos, en comparación con cualquier otra forma de estructura familiar. En él, como arrojó un estudio de Idea País, disminuyen las condiciones de vulnerabilidad, se establecen mecanismos más solidarios de las finanzas familiares, los hijos tienen mejores trayectorias académicas y menor deserción escolar, menor propensión al consumo de drogas y alcohol.

Otros datos indican las razones por las que los jóvenes prefieren no casarse ni tener hijos. Ante la alta tasa de divorcios, tales decisiones probablemente se afirmen… ¿para qué casarse y tener hijos si probablemente terminará divorciado? Es necesario que la sociedad y el Estado muestren a los jóvenes que el matrimonio es una fuente de realización personal, de enorme felicidad, de sacrificios y dolores por el bien de las personas que más queremos. El Estado tiene el deber de fortalecer a la familia. Fortalecer significa dar fuerzas, y está claro que la familia se encuentra debilitada. Si esta crisis no es atendida, sus consecuencias catastróficas superarán inimaginablemente las crisis actuales que dominan las portadas. El Estado debe cumplir con su deber. (El Líbero)

Roberto Astaburuaga