El dolor nos desafía

El dolor nos desafía

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Mientras escribo estas líneas estoy en la VII Región. He podido ver el drama de los incendios en lugares muy cercanos, como Hualañé, Licantén, Vichuquén o Curepto. Al igual que todos los chilenos, estoy conmovida. Pero la cercanía física de la tragedia me ha permitido una aproximación a ella distinta a la que entregan una pantalla o una foto. Junto con mi familia organizamos una ayuda a Curepto. Quienes la llevaron vieron el rostro del dolor, de esos hombres y esas mujeres con nombre y apellido, compatriotas nuestros que no son simplemente un número en una terrible estadística, sino personas que han perdido su casa, su cosecha, sus bienes, o que carecen de palabras para consolar a sus vecinos.

Pero no solo el dolor tiene un rostro concreto. También la solidaridad, la tremenda solidaridad del pueblo chileno, se encarna en personas muy determinadas: los brigadistas de la Conaf, que apenas conocen el sueño; el arrojo de los bomberos, que hacen como si no supieran que están poniendo en riesgo sus vidas; la transpiración que moja el rostro de los carabineros; el trabajo incansable de las autoridades locales, regionales y nacionales; la entrega de las Fuerzas Armadas y de tantos voluntarios que han renunciado a sus vacaciones para ocuparse de los que sufren; la tarea de la prensa, que permite que no solo el país, sino el mundo entero sepa lo que está pasando, y se muevan los corazones de ciudadanos y autoridades de naciones amigas que están a miles de kilómetros de distancia.

Todo esto es muy real y resulta imposible no conmoverse. Chile entero se ha movilizado para tender una mano a quienes lo han perdido todo.

Después de un tiempo lleno de rencillas y divisiones, los chilenos estamos ejercitando una lógica distinta, la lógica de la solidaridad. Es como si la dura realidad hubiese venido a despertarnos; como si la adversidad se hubiese propuesto sacar a la luz nuestros mejores sentimientos, invitándonos a salir de nosotros mismos, a dejar de lado nuestras pequeñeces.

Estoy convencida de que nos hallamos ante una oportunidad histórica. Chile puede hoy reiniciar un ciclo, abrir un tiempo en que prime el entendimiento, el diálogo y el amor a la patria.
Ante esos chilenos que hoy están sumidos en el dolor, y frente al admirable ejemplo de esos otros que, con un heroísmo callado pero no por eso menos real, están dedicando sus mejores esfuerzos para aliviar el sufrimiento de sus compatriotas sufrientes, ¿qué lugar pueden tener las descalificaciones, las recriminaciones recíprocas o el lenguaje agresivo y muchas veces grosero?

Hay momentos que hablan por sí mismos, y este es uno de ellos. Hay situaciones que llaman a ayudar, a compartir con el que sufre, a prestar compañía. Y nos invitan a dar, dar hasta que duela, porque las necesidades de esas personas son inmensas y urgentes.
La pregunta en este momento no es: “¿Qué ha hecho mal tal o cual organismo o autoridad?”. La pregunta apremiante es: “¿Qué más podría hacer yo por el que sufre y cómo voy a concretarlo?”. (La Tercera)

Soledad Alvear

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